Blanco Y Negro
Enviado por VanessaQ • 7 de Febrero de 2015 • 862 Palabras (4 Páginas) • 260 Visitas
Blanco y Negro
Son las ocho de la mañana, empieza a llover, es un martirio sentir el agua pero no poder verla.
Los ancianos grises intentan cruzar la calle, pero el paso de cebra no se distingue bien en la calzada negra. Los niños, ausentes, caminan hasta la escuela con esa tristeza blanca que siempre los acompaña. Los cementerios están llenos de clowns, poetas, actrices, malabaristas, magos, escritores y otros artistas suicidas.
Todos empiezan a arrepentirse de haber vendido aquel arcoíris, ese arcoíris brillante y único capaz de permitirles expresar amor, alegría, fascinación por los demás. Su tristeza se había convertido en invierno permanente donde sólo la nieve venía a tomar el té.
Y sí, aquel joven que pretendía ignorar la venta de aquel arcoíris, sigue corriendo con las lágrimas lacerando sus mejillas, atrás, va dejando los gritos, las sirenas y creyendo que los cristales rotos están manchados con su sangre, corre sabiendo que de nada servirá, que será un muerto más, un cadáver olvidado.
Cansado de huir, se detiene y alza las manos sobre su cabeza, un escalofrío recorre todo su cuerpo, creyendo que la primera ráfaga de balas impactará de lleno en su espalda, la paz que dejó de tener al permitir que vendieran aquel arcoíris que sabía, podía defender incluso vendiendo su alma, le invade y con una sonrisa cae al suelo convirtiéndose en polvo, en un recuerdo más.
Pero viene lo peor de haber vendido aquel arcoíris, independientemente de que ya no sobresalía ningún color más que el blanco y el negro, todos se habían dado cuenta de que los niños ya no eran atolondrados, ni curiosos, vaya, ni siquiera ya eran niños. Y, ¿qué hay de los paisajes? ¿Éstos se habrían escondido detrás de las espaldas?
Las palabras se alejaban de los cuerpos como si fueran laberinto intransitable o una distancia aguda trazada por el filo de una espada. Todo se estaba convirtiendo en invisible y cada vez comprendían menos, cada vez eran más los que arrepentían de haber vendido aquel arcoíris pues ya ni sentían la voz de su mirada.
Cada vez eran menos, incluso había más de dos muertes por cada nacimiento, las risas se esfumaban, ya ni siquiera podían convertirse en burlas provenientes de las entrañas. El amor, por ley, ya no desordenaba las almas, muchos se hacían preguntas sin respuestas, bueno al menos los que todavía no perdían del todo el conocimiento, ¿pero qué reclamar?, si todo se había convertido en blanco y negro, ya no había rojo, amarillo ni morado ni azul; hasta las mentiras se tornaron en un blanco-negro más intenso.
De repente, aquel sujeto astuto, de muy escasos escrúpulos, que fingió estar ciego incluso antes de la venta de aquel arcoíris, mendiga en una esquina, más por avaro que por indigente. Y tras diez años de mentida ceguera se enriquece, pero la avaricia le impide abandonar el hábito. Uno de sus habituales
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