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Catolicismo en México


Enviado por   •  21 de Mayo de 2019  •  Ensayo  •  3.082 Palabras (13 Páginas)  •  124 Visitas

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PROBLEMATIZACIÓN

        El prejuicio social es definido como; “una actitud hostil o desconfiada hacia una persona que pertenece a un grupo simplemente debido a su pertenencia a dicho grupo” (Morales, Gavira, Moya, Cuadrado, 2012, p.616). Se trata de un fenómeno que ha existido siempre, pues los estereotipos que están en su base son un subproducto de nuestros razonamientos y nuestra forma de organizar y pensar en el mundo (Myers, 2005). Se trata de actitudes negativas, formadas por una combinación de elementos; afectos (sentimientos), tendencias conductuales (comportamientos) y cogniciones (creencias y estereotipos negativos) (Myers, 2005).  Estos consisten en evaluaciones negativas que pueden surgir de asociaciones emocionales, de la percepción de una amenaza real o simbólica, de la necesidad de justificar comportamientos o creencias negativas, o de generalizaciones llamadas estereotipos (creencias acerca de los atributos personales de un grupo).

        El prejuicio se encuentra relacionado íntimamente con fenómenos sociales como la discriminación; un comportamiento negativo injustificado hacia un grupo o sus miembros. La exclusión social; negación de derechos a los miembros de un grupo. Y la estigmatización; personas o grupos que son rechazados por compartir una determinada característica socialmente devaluada. Históricamente se puede relacionar con fenómenos como el racismo, el sexismo o la homofobia y diversos tipos de explotación. Así por ejemplo; “La explotación de los indios y de los esclavos (…) iba acompañada por una serie de creencias que justificaban dicha explotación. Se les consideraba razas inferiores y su humanidad era puesta en duda” (Morales et al., 2012, p.593). Sin embargo y a pesar de las consecuencias hoy conocidas, la idea de que el prejuicio y la discriminación constituyen un problema social que es necesario abordar y reducir, surge tan sólo a partir de los primeros años del siglo XX (Morales et al. 2012).

        Lo anterior muestra la importancia del estudio del prejuicio social y sus elementos, en especial hacía las minorías (sexuales, étnicas o religiosas). Pues sabemos por ejemplo, que el prejuicio es un buen predictor de la discriminación, mucho mejor que los estereotipos (Morales, 2012). Así nos lo muestra por ejemplo la teoría del chivo expiatorio (Allport, 1954; Bettelheim y Janowitz, 1950), la cual postula que las personas que pertenecen a otros grupos que son, además, minoritarios, serán objeto de agresión debido a la frustración. Otros efectos psicosociales importantes son; la amenaza del estereotipo, en la cual se produce una “preocupación disruptiva al enfrentar un estereotipo negativo, de que uno será evaluado en base en tal estereotipo” (Myers, 2005, p.373) lo cual produce una situación de sensación de amenaza. Encontramos también la exclusión social en la que algunas personas o grupos (estigmatizados y objeto de prejuicio) se ven apartados de una serie de derechos. En el plano grupal, genera una identidad social negativa para aquellos pertenecientes al grupo estigmatizado,  y sabemos que “contar con una identidad social devaluada constituye un estresor similar a otros crónicos o agudos” (Morales et al., 2012, p.628).

        En el presente ensayo se pretende abordar el análisis de los elementos del prejuicio social dirigido a un grupo social específico y minoritario en el contexto mexicano. El de las personas no-creyentes o ateas, quienes mantienen una postura de incredulidad que rechaza o niega las creencias religiosas, tomándolas por no verdaderas o indemostrables. Esta postura mantenida en un medio social mayoritariamente religioso resulta importante, pues la religión es una institución social que incluye prácticas y creencias sobre los sagrado, pero más importante, mantiene el control y la cohesión social además de generar valores culturales normativos, que designan lo deseable e indeseable o cómo se espera que sea la realidad (Morales et al., 2012). A nivel global las personas que se definen como ateas o bien como no-creyentes, constituyen un 14% de la población mundial. Hoy día constituyen un uno por ciento más que el número total de hinduistas (la tercera religión más grande del planeta) según datos del Worldwide percentage of Adherents by Religion (mid. 2005). En México la población de no-creyentes alcanza los cinco millones de personas según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2010). Esto supone la duplicación del total de personas ateas en el país en solo un período de 10 años (Uriarte, 2014). En México, lo mismo que en otras partes del mundo, en especial países anglosajones surgen grupos y asociaciones como el de Ateos y Librepensadores Mexicanos A.C   (http://www.ateosmexicanos.org/) y Colectivo de Ateos de México (http://www.ateomx.org.mx/), todas enmarcadas dentro del fenómeno social denominado Nuevo Ateísmo (New Atheism, 2015). Estas organizaciones se dedican a hacer pública y visible esta postura, y a realizar propaganda en favor de la laicidad y critica de la religión en forma de publicaciones, programas de T.V, radio o foros y debates públicos.

Mientras tanto en México las mismas personas no creyentes señalan que:

        Autodenominarse ‘ateo’ en un país de 114 millones de habitantes en donde solo 4.6 millones se declara sin religión ante un 89.3 millones que practica la religión católica, resulta un acto irreverente que desencadena rechazo social (…) coincidieron en señalar participantes y organizadores de Primer Congreso Mexicano de Ateísmo (Flores, 2012, párr.2).

        Igualmente se observa un abordaje más bien pobre y no exento de prejuicio en el campo de la psicología, como lo expresa Martínez; “no hemos encontrado algún artículo publicado sobre ateísmo y psicología en prominentes revistas latinoamericanas revisadas por pares (…) el tema sencillamente ha quedado invisibilizado en revistas y libros profesionales, marginándose como un tabú.” (2011, p.204). La investigación muestra que en los pocos casos el discurso psicológico ha sido cuando no indiferente sí consistentemente despectivo y patologizador hacia estas personas (Martínez, 2011).         Lo anterior  no favorece el respeto ni el abordaje objetivo hacía la incredulidad que motiva esta postura, pues sabemos que  la psicología como ciencia social se entrelaza finalmente con las características de las sociedades donde se práctica y configura. Los valores de las personas incluyendo los psicólogos penetran en su trabajo de formas evidentes, como en los temas que eligen para investigar, y de formas sutiles, como sus supuestos ocultos cuando forman conceptos o eligen etiquetas y ofrecen consejo u orientación. Los psicólogos pueden llegar a emitir juicios o calificaciones (saludable o enfermo) y a hablar como si establecieran hechos, cuando en realidad hacen juicios de valor. Es por eso importante el contar con conocimientos adecuados y lo más objetivo posible acerca de los distintos grupos sociales y las creencias asociadas a estos, a fin de no endosar creencias o estereotipos falsos, ingenuos y hasta potencialmente dañinos en la práctica psicológica o la investigación.

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