Cazadores de Microbios - Paul de Kruif

Cazadores de Microbios - Paul de Kruif

Al principio de mi lectura “Cazadores de microbios”, pude darme cuenta que sería algo muy diferente a lo que comúnmente estoy acostumbrado a leer, ya que no es un texto de carácter completamente científico, ya que a lo largo de los capítulos proporciona la información en forma de relatos y hazañas vividas por los “Cazadores de microbios”.

El primer capítulo está enfocado meramente a Anton van Leeuwenhoek, el primer cazador de microbios, mismo que descubriría el mundo de los microbios a través de su primitivo microscopio, con el cual logró descubrir las bacterias que se alojaban en su boca. A raíz de su pasión por descubrir cosas nuevas, las personas a su alrededor comenzaron a llamarlo chiflado, hay que recordar que poco menos de doscientos años atrás las personas no conocían mucho sobre las enfermedades y su origen, los habitantes de las comunidades del mundo atribuían los padecimientos a espíritus o demonios de las diferentes religiones.

Conforme Anton van Leeuwenhoek descubría aquel mundo de miniatura se apasionaba cada vez más por las infinitas posibilidades que aquél mundo podría mostrarle, el examinaba todo lo que podía, observó las fibras de músculo de ballena, la forma que tenía su propia piel, también observó ojos de buey lo cual lo dejo maravillado por la forma que tenía el cristalino.

Llegó el día, un día  que Anton van Leeuwenhoek nunca olvidaría, fue cuando hizo un descubrimiento espectacular. Durante la lluvia consiguió una gota de agua del jardín, la colocó en su microscopio y lo que pudo observar cambiaría al mundo. Él habría de descubrir “pequeños bichitos” en aquella gota de agua, nada más y nada menos que bacterias, aquellos seres ocultos ante la vista de todos.

Leeuwenhoek era un hombre de poca confianza, así que pasaba horas y horas observando aquellos “bichitos” a través de su microscopio, era tanto el tiempo que permanecía ahí que las manos le dolían y los ojos se le volvían rojos por tanto forzar la vista, todo para ver su descubrimiento una y otra vez para darse cuenta que no era su imaginación lo que le hacía observar aquello tan maravilloso para él.

El tiempo pasó y después de no tomar en cuenta a Anton van Leeuwenhoek, la Real Sociedad encargó a Robert Hooke y a Nehemiah Grew hacer los mejores y más precisos microscopios que pudiesen hacer, todo para probar que Leeuwenhoek mentía sobre lo que observaba, pero todos se llevaron una sorpresa enorme, ya que Leeuwenhoek no había mentido en nada, las bacterias ahí estaban, ahora a la vista de todos los miembros de la Real Sociedad quienes muy sorprendidos y fascinados por el descubrimiento llamaron a Anton van Leeuwenhoek el “mago de la observación”. Luego de ese suceso la Real Sociedad nombró miembro de la misma a Leeuwenhoek, el cual prometió siempre serle fiel a la institución, promesa que cumpliría hasta la fecha de su muerte el 26 de agosto de 1723 a los 91 años de edad.

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