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CAPÍTULO 17
UN BLOWBACK IDEOLÓGICO
Un desastre muy capitalista
El mundo es un lugar caótico, y alguien tiene que poner orden.
CONDOLEZZA RlCE, septiembre de 2002, sobre la necesidad de invadir Irak
La capacidad de Bush de imaginar un Oriente Medio distinto podría guardar relación con su relativa ignorancia sobre la región.
Si hubiese viajado a Oriente Medio y hubiese visto sus muchos fallos, podría haber acabado desanimado. Libre de tener que ver
las realidades del día a día, Bush mantuvo una visión de cómo podría ser la región.
FAREED ZAKARIA, columnista de Newsweek 2
Y dijo el que estaba sentado en el suelo: «He aquí que renuevo todas las cosas». Y díjome a mí: «Escribe, porque todas estas
palabras son dignísimas de fe y verdaderas».
Apocalipsis 21,5
La guerra en Irak lleva tanto tiempo en modalidad de control de daños que resulta sencillo olvidar la visión original de cómo se suponía que
tenía que funcionar. Pero existió una visión, perfectamente resumida en una conferencia celebrada en Bagdad por el Departamento de Estado
norteamericano en los primeros meses de la ocupación. La reunión incluyó a catorce políticos y burócratas de alto nivel procedentes de Rusia y
Europa del Este: ministros de Economía, directores de bancos centrales y ex viceprimeros ministros. En septiembre de 2003 aterrizaron en el
aeropuerto internacional de Bagdad, equipados con cascos de combate y chalecos de protección. Inmediatamente se dirigieron a la Zona
Verde, la ciudad amurallada dentro de Bagdad, donde se encontraba la sede del gobierno dirigido por Estados Unidos, la Autoridad Provisional
de la Co alición (CPA), y que hoy acoge la embajada estadounidense. En el antiguo centro de conferencias de Sadam, los invitados VIP
impartieron lecciones sobre transformación capitalista a un grupo de iraquíes influyentes.
Uno de los principales oradores fue Marek Belka, antiguo ministro de Economía de Polonia, de derechas, que trabajó en Irak durante varios
meses a las órdenes de Bremer. Según un informe oficial del Departamento de Estado acerca del encuentro, Belka machacó a los iraquíes con el
mensaje de que tenían que aprovechar el momento de caos y ser «contundentes» para imponer políticas que «iban a dejar en el paro a mucha
gente». La primera lección de Polonia, según Belka, era que «las empresas estatales improductivas debían ser vendidas inmediatamente sin
realizar ningún esfuerzo por salvarlas con fondos públicos». (Olvidó mencionar que la presión popular obligó a Solidaridad a abandonar sus
planes de una privatización rápida, con lo que Polonia se libró de una disolución al estilo de Rusia.) Su segunda lección fue todavía más audaz.
Habían pasado cinco meses desde la caída de Bagdad, e Irak se hallaba sumido en una situación de emergencia humanitaria. El desempleo era
del 67 %, la desnutrición iba en aumento y lo único que impedía una hambruna masiva era el hecho de que los hogares iraquíes todavía recibían
alimentos y otros bienes subvencionados por el gobierno, tal como había ocurrido con el programa «petróleo por alimentos» de la ONU durante la
etapa de sanciones. También podían llenar los depósitos de gasolina (cuando había) por un precio muy económico. Belka explicó a los iraquíes
de la conferencia que esas gangas distorsionadoras del mercado tenían que desaparecer de inmediato. «Desarrollen el sector privado,
empezando con la eliminación de las subvenciones.» Insistió en que esas medidas eran «mucho más importantes y controvertidas» que la
privatización.
El siguiente en hablar fue Yegor Gaidar, ex viceprimer ministro de Yeltsin y considerado arquitecto del. programa de terapia de shock de
Rusia. Al invitar a Gaidar a Bagdad, da la impresión de que el Departamento de Estado dio por sentado que los iraquíes no sabrían que en
Moscú le consideraban un indeseable debido a su estrecha relación con los oligarcas y las políticas que habían arruinado a decenas de millones
de rusos.* Si bien es cierto que con Sadam los iraquíes tenían un acceso limitado a las noticias del
exterior, los que participaron en la conferencia de la Zo na Verde eran en su mayoría exiliados que acababan de regresar. En los años
noventa, mientras Rusia se venía abajo, ellos leían The International Herald Tribune.
* Muchos de los protagonistas de la invasión y la ocupación de Irak eran veteranos del equipo original de Washington que exigió la aplicación
de la terapia de shock en Rusia. Dick Cheney era secretario de Defensa cuando George Bush padre desarrolló su política para la Ru sia
postsovíética; Paul Wolfowitz era secretario de Cheney, y Condoleezza Rice ocupaba el cargo de asesora de Bush sobre la transición en Rusia.
Todos estos protagonistas, y muchos de los secundarios, recordaban la experiencia de Rusia en los años noventa (a pesar de los pésimos
resultados para la gente de la calle) como el modelo que Irak debía imitar en su transición.
Fue Mohamad Tofiq, ministro provisional de Industria, quien me habló de esta extraña conferencia (que no se trató en la prensa en su
momento). Meses más tarde, cuando nos reunimos en su oficina provisional de Bagdad (el antiguo ministerio había quedado reducido a un
armazón carbonizado), Tofiq todavía sonreía al pensar en el asunto. Me explicó que los iraquíes acribillaron a los visitantes trajeados con
información sobre el lamentable empeoramiento de un pueblo devastado por la guerra a raíz de la decisión de Paul Bremer de abrir las fronteras
de par en par; si ese pueblo sufriese recortes en las ayudas al suministro de gas y de alimentos, la ocupación tendría que enfrentarse a una
revolución. En cuanto al orador estrella, éstas fueron las palabras de Tofiq: «Les dije a algunos de los organizadores de la conferencia que si yo
tenía que fomentar las privatizaciones en Irak, llevaría a Gaidar y les diría: "Hagan exactamente lo contrario de lo que él hizo"».
Cuando Bremer empezó a emitir decretos legales en Bagdad, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, advirtió de que en Irak
se estaba aplicando «una terapia de shock más radical que la que se llevó a cabo en el antiguo mundo soviético». Y tenía razón. En el plan
original de Washington, Irak iba a convertirse en una frontera como ocurrió con Rusia a principios de los años noventa. Sin embargo, en esta
ocasión serían empresas estadounidenses —no
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