Crimen organizado. Dile a todos, corre la voz: El Chapo manda aquí.
Enviado por Eduardo Heras • 15 de Junio de 2016 • Ensayo • 3.242 Palabras (13 Páginas) • 333 Visitas
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Dile a todos, corre la voz: El Chapo manda aquí.
Había razones para estar particularmente atento, temprano aquel viernes 19 de enero de 2001 un grupo de oficiales mexicanos de alto rango había visitado la prisión de máxima seguridad, ubicada en el estado de Jalisco. El chapo había estado en Puente Grande desde 1995, a donde se le había transferido dos años después de su captura en Guatemala.
Aunque había estado tras las rejas durante casi 8 años y nunca había tratado de escapar, había buenas razones para que Tello Peón estuviera preocupado. Apenas unos días antes de la visita de los oficiales el 19 de enero, la Suprema Corte de Justicia de México, había determinado que los criminales enjuiciados en México podrían ser extraditados con más facilidad a EU.
El Chapo que enfrentaba cargos por tráfico de drogas hacia el otro lado de la frontera norte, pronto se vería en un camino a una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos.
Pero en Estados Unidos el Chapo se enfrentaría a justicia real, con consecuencias reales. Ese era el temor de todo narco: verse separado de su red de trabajo de sus cómplices, para ser trasladado fuera del sistema mexicano, también plagado de corrupción. B durante la década de los ochenta, los zares de la droga colombianos habían lanzado una campaña de terror para echar abajo las leyes del extradición; los señores de la droga en México tenían un punto de vista similar. El Chapo no iría a los Estados Unidos.
Minutos después de que Sánchez Flores hiciera sus últimas rondas, las luces se apagaron en las celdas de la prisión cuya población ascendía a 508 prisioneros. En ese momento Puente Grande era una de las tres penitenciarias de máxima seguridad en México, equipada con 128 de las mejores cámaras de circuito cerrado de televisión que monitoreaban todos los rincones de la cárcel y sistemas de alarma. Todas las cámaras se operaban desde afuera de la prisión, y nadie en ese sitio tenía acceso a los controles.
En los pasillos, solo se podía abrir una puerta a la vez, y todas se controlaban de modo electrónico.
Entre 45 minutos y una hora después de que Sánchez Flores revisara por última vez al señor de las drogas un guardia llamado francisco Camberos Rivera, alias ‘’El Chito’’, abrió la celda del Chapo, la cual estaba cerrada de manera electrónica.
El prisionero de la máxima importancia recorrió como si nada el pasillo y salto al carrito de la lavandería que el Chito condujo fuera del Bloque de Celdas. Doblaron a la derecha y descendieron al siguiente nivel de la prisión.
La mayoría de las puertas electrónicas se abrieron con facilidad, pues los circuitos habían sido cortados. Otras estaban descompuestas y ya de por si no funcionaban así que solo las empujaron. Una puerta se había mantenido entornada con un zapato viejo. Aquello difícilmente era el epitome de máxima seguridad que el gobierno afirmaba.
Solo un guardia estaba monitoreando el estacionamiento, y se hallaba en el interior del edificio, detrás de un panel de vidrio con la nariz metida en el papeleo de su escritorio. El Chapo se quito su uniforme beige de la prisión y los zapatos y salto del carrito cerca de un chevrolet monte carlo.
El guardia los detuvo mientras intentaban salir del estacionamiento, pero su turno estaba a punto de concluir y no tenía ganas de hacer su trabajo a conciencia. Echo un vistazo rápido al interior del vehículo, haciendo caso omiso de la bota y con una seña le indico al Chito que pasara.
El Chapo estaba libre.
A las 11:35 pm, el director de la prision, Leonardo Beltrán Santana, recibió una llamada telefónica. El Chapo no estaba en su celda, le dijo un guardia. El pánico cundió entre el personal de la prisión y empezaron a buscar en las instalaciones, celda por celda, habitación por habitación, closet por closet. Pasarían otras cinco horas antes de que Tellon Peon fuera informado de la fuga.
‘’Esto es una tricion a la seguridad del sistema y el pais’’, declaro Tello Peon aquella mañana de sábado, mientras el país se despertaba con las noticias de la fuga hollywoodense del Chapo. Furioso, con el rostro encendido, el oficial de policía prometió lanzar una cacería humana por todo el país para atrapar al chapo a como diera lugar y castigar a todos los responsables.
En los poblados cercanos, la policía y el ejército comenzaron la búsqueda. Catearon casas, ranchos e incluso edificios públicos, pero encontraron poco: evidencias de traficantes, armas, dinero, drogas, pero nada del Chapo.
El día que el Chapo puso pie en Puente Grande, el 22 de noviembre de 1995, impuso las reglas. Aun el personal de limpieza y de cocina era sobornados y recibían entre 100 y 5,000 dólares por su colaboración.
El dinero no era problema: el Chapo y sus aliados en Sinaloa le enviaban efectivo con regularidad. Pronto el chapo y sus amigos habían establecido un sistema mediante el cual el personal de la prisión incluso llevaba a cabo el reclutamiento por ellos.
Aunque los hombres del Chapo mantenían un registro detallado de la función de cada persona, los trabajos específicos no siempre se asignaban a los que estaban en la nomina. En ocasiones les pagaban por trabajo, casi siempre, la cantidad se entregaba mensualmente.
El Chapo aparentemente también tenía un lado ligero. En ocasiones los grupos musicales que tocaban banda sinaloense llegaban a prisión; como era un ávido bailarín el narcotraficantelos adoraba. En ocasiones el comedor de Puente Grande se convertía en cine; el Chapo y otros reos veían película tras película en una pantalla grande, mientras comían palomitas de maíz. A veces comianhelado y chocolates. A ratos el Chapo era un tanto sentimental de acuerdo con un reo: ‘’Vimos la Cenicienta juntos’’
En ocasiones se fugaba información acerca de las fiestas y sucesos en Puente Grande, lo cual se convirtió en algo así como un chiste nacional en un país en el que el sistema penitenciario tenía una grave necesidad de reforma.
Las prisiones de México nunca han sido famosas por ser instituciones administradas de manera segura, pero Puente Grande en la década de los noventas se llevo la palma. En las pocas ocasiones en el que el dinero no era suficiente para convencer a un custodio o a un reo de cumplir todo capricho del Chapo, las amenazas garantizaban su cumplimiento. Aquellos que no querían trabajar para el Chapo eran reportados con Jaime Leonardo Valencia Fontes, un prisionero que fungía como el secretario más cercano del Chapo.
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