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Cronica Real


Enviado por   •  16 de Agosto de 2011  •  2.631 Palabras (11 Páginas)  •  691 Visitas

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Crónica Valentina Palma,

documentalista chilena

Santiago de Chile, Martes 9 de Mayo, 2006

Mi nombre es Valentina Palma Novoa, tengo 30 años, de los cuales los últimos once he vivido en México. Soy egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y actualmente curso el cuarto año de Realización cinematográfica en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Tengo FM 3 de estudiante. A continuación quisiera relatar a usted los acontecimientos de los que fui testigo durante los violentos incidentes ocurridos en el poblado de San Salvador Atenco el Jueves 4 de Mayo del 2006, los cuales terminaron con mi expulsión del país de manera injusta y arbitraria.

1.- El día miércoles 3 de Mayo, luego de ver las noticias en televisión

y enterarme de la muerte de un niño de 14 años, mi condición de

antropóloga y documentalista hizo que me conmoviera con el deceso

de éste pequeño por lo cual decidí dirigirme a San Salvador Atenco a

registrar cual era la situación real del poblado. Pasé allí la noche,

registrando las guardias que la gente del pueblo había montado y

realizando entrevistas en las mismas.

Hacía frío, me arrime a las fogatas que la gente del pueblo había

montado mientras seguía registrando imágenes. La luz del amanecer

anunciaba un nuevo día: jueves 4 de Mayo. Han de haber sido como

las 6 de la madrugada cuando las campanas de la iglesia de San

Salvador Atenco comenzaron a sonar: tum tum tum tum, una y otra

vez, mientras por el micrófono se vociferaba que la policía estaba

sitiando el poblado. Las bicicletas iban de un lado a otro, la panadería

de un costado de la iglesia ya había abierto sus puertas y la calidez

del olor del pan recién horneado inundaba la calle junto con el ir y

venir de los campesinos en bicicleta.

El señor que vendía atoles me dijo que tuviera cuidado, que los que

venían "eran muy cabrones". Me dirigí a una de las guardias, donde

los campesinos miraban en dirección a la manada de policías que allá

a lo lejos se veía. Metí el zoom de la cámara, me di cuenta que eran

muchos y que cubiertos por sus escudos avanzaban dando pequeños,

imperceptibles pasos. Sentí miedo, ellos eran muchos fuertemente

armados y los campesinos pocos y desarmados. En la pantalla de mi

cámara veo como uno de los policías apunta y dispara hacia nosotros

un proyectil que cuando llego a mi lado pude oler y sentir que era de

gas lacrimógeno. Más y más gases lacrimógenos rápidamente fueron

sepultando la calidez del olor a pan recién horneado y transformaron

el angosto callejón en un campo de batalla.

El aire era ya irrespirable y me fui a la plaza mientras las campanas

sonaban con mas fuerza, por diferentes calles se veía a la policía a lo lejos avanzar. La poca resistencia que hubo por parte de los

campesinos dejo de resistir ante el ataque de las fuerzas policiales

que abruptamente se avalanzaron sobre los pobladores. Apagué mi

cámara y junto con los demás corrí lo más rápido que pude. Frente a

la iglesia había un edificio público con las puertas abiertas y ahí me

metí a esperar ilusamente que la turbulencia pasara. Habían ahí dos

jóvenes resguardándose también ilusamente del ataque. Éramos tres y nos mirábamos las caras angustiados y con miedo.

Cuidadosamente me asome a mirar a la calle y ví como cinco policías golpeaban con toletes y patadas a un anciano tirado en el piso sin compasión alguna. Sentí más miedo,regresé y le dije a los otros dos

jóvenes que necesitábamos escondernos más, que ahí estábamos muy expuestos. Ilusamente nos subimos a la azotea y acostados boca arriba mirábamos los helicópteros que como moscardones

ronroneaban en el cielo, mientras el sonido de los disparos fueron formando parte del paisaje sonoro del lugar. Una voz de hombre violentamente nos gritoneaba "bajen a esos cabrones que están en la

azotea". Primero bajaron los dos jóvenes, yo desde arriba miraba como los

golpeaban y con pánico no quise bajar, ante lo que un policía gritó: "bájate perra, bájate ahora". Baje lentamente, aterrorizada de ver

como golpeaban en la cabeza a los dos jóvenes. Dos policías me

tomaron haciéndome avanzar mientras otros me daban golpes con

sus toletes en los pechos, la espalda y las piernas. Mis gritos de dolor

aumentaban cuando escuche la voz de alguien que preguntaba por mi

nombre para la lista de detenidos, respondí "Valentina, Valentina

Palma Novoa" mientras un policía me ordenaba que me callara la

boca y otro me golpeaba los pechos.

Una voz de hombre ordeno que me taparan con los escudos para que

no vieran como me golpeaban. Se detuvieron a un costado de la iglesia y ahí me ordenaron que junto a los demás detenidos me

hincara y pusiera mis manos en la nuca. Siguieron golpeándonos, mi

celular sonó y una voz ordenó que registraran mi bolsa. En ese

momento fui despojada de mi cámara de video, de mi celular y mi pequeño monedero con mis identificaciones y quinientos pesos. Me levantaron de los pelos y me dijeron "súbete a la camioneta puta".

Apenas podía moverme y ellos exigían extrema rapidez en los

movimientos. Me avalanzaron encima de otros cuerpos heridos y sangrantes y me ordenaron bajar la cabeza sobre un charco de sangre, yo no quería poner mi cabeza en la sangre y la bota negra de un policía sobre mi cabeza me obligo a hacerlo. La camioneta encendió motores y en el camino fui manoseada por

muchas manos de policías, yo solo cerré los ojos y apreté los dientes

esperando que lo peor no sucediera. Con mis pantalones abajo, la camioneta se detuvo y se me ordeno bajar, torpemente baje y una mujer policía dijo: "a esta perra déjenmela a mí" y golpeó mis oídos con las dos manos. Caí y dos policías me tomaron para subirme al bus en medio de una fila de policías que nos pateaban. Arriba del bus

otra policía mujer pregunto mi nombre mientras dos policías hombres

pellizcaban mis senos con brutalidad y me tiraron encima del cuerpo

de un anciano cuyo rostro era una costra de sangre. Al sentir mi cuerpo encima el anciano gritó de dolor, trate de moverme y una

patada en la espalda me detuvo, mi grito hizo gritar al anciano nuevamente, que pedía a dios piedad. Una voz de mujer me ordeno

que me acomodara en la escalera trasera del bus, así lo hice y desde ahí pude ver los rostros ensangrentados de los demás detenidos

...

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