EL TRABAJO COMO OBJETO SOCIOLÓGICO
Enviado por bdromero • 12 de Abril de 2021 • Apuntes • 6.608 Palabras (27 Páginas) • 183 Visitas
EL TRABAJO COMO OBJETO SOCIOLÓGICO
José María Aguilar Idánez
Nada más lejos de la realidad si observamos que, hasta hace poco tiempo, cuando la sociología hablaba de «trabajo» de lo que realmente hablaba era de trabajo asalariado. Algo por otra parte lógico si se recuerda que los orígenes de la sociología están directamente vinculados con los comienzos de la sociedad industrial[1], sociedad fundamentalmente caracterizada por inaugurar una nueva forma de trabajo -el trabajo asalariado- del que pronto se ocuparon casi todos los sociólogos de la época. Pero hoy, cuando el trabajo se convierte en un bien escaso y a la vez están apareciendo nuevas formas de trabajo, es preciso aclarar algo más qué vamos a entender por «trabajo» si queremos emprender una discusión inteligible y que aporte algo a la propia especialidad de la sociología del trabajo.
De las muchas definiciones enciclopédicas del término, ¿con cuál nos quedamos?: «Ocupación retribuida», «obra, producto resultante de una actividad física o intelectual», «esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza», «actividad del hombre encaminada a un fin». Obviamente con ninguna, unas por demasiado limitadas a cosas como la retribución o la producción de riqueza[2] [3], otras por demasiado imprecisas®. Pero si recurrimos a textos de sociología también encontramos soluciones muy generales que requieren delimitaciones posteriores: «el trabajo puede definirse como la ejecución de tareas que implican un gasto de esfuerzo mental y físico y que tienen como objetivo la producción de bienes y servicios para atender a las necesidades humanas. Una ocupación u oficio es el trabajo que se hace a cambio de una paga regular o salario» (Giddens, 1991: 515). Esto no quiere decir que la sociología tenga que prescindir del concepto general de «trabajo», todo lo contrario: conociendo y analizando las prácticas sociales concretas del trabajo, la sociología tiene que ampliar su campo de visión más allá incluso de los límites de este concepto para abarcar el contexto general en el que se desarrolla el trabajo, «el contexto de trabajo comprende también lo que acontece fuera del trabajo» (Teiger, 1994: 7); repercusiones de las actividades laborales en la salud, en los hábitos de consumo, en el capital cultural, en las posiciones sociales, en los mecanismos familiares de reproducción social, y repercusiones del contexto en las actividades del trabajo.
Pero precisamente por ser «trabajo» el término más general que engloba a otros más particulares -«empleo», «ocupación»-, el carácter o el sentido de este término se transmite a todos los demás. No hay que olvidar que trabajo procede de tripaliare -torturar-, derivado a su vez de tripalium -instrumento de tortura compuesto de tres (tres) maderos (palus)-, y que hasta hoy día conserva el sentido de «dolor» y «sufrimiento», aunque en la Edad Media (aparece en textos de Gonzalo de Berceo y del Arcipreste de Hita) se le incorporó la idea de «esforzarse», «laborar».
A pesar de que algunos autores distingan entre una concepción clásica y una concepción romántica del trabajo (Youtyras, 1980), en ambas se encuentra presente esta idea del trabajo como sufrimiento. En la Antigua Grecia el trabajo era una actividad considerada aborrecible y que, por tanto, era algo propio de las mujeres y los esclavos, de los que no tenían la categoría de ciudadanos. Pero el cristianismo no hace sino reafirmar esta idea cuando plantea el trabajo como el castigo divino por el pecado original; ahora el trabajo ya no está tan vinculado a la idea de sufrimiento sino a la de esfuerzo, pero se trata de un esfuerzo ineludible para redimir una pena. Una diferencia importante aparece cuando surge el calvinismo: el éxito en el trabajo es una demostración divina de la salvación del alma (Weber, 1985), pero junto a esto también surge una nueva forma de trabajo: el trabajo asalariado industrial, una de cuyas características más importantes es lo que Marx denominó alineación[4], y que reabre el debate de la Antigua Grecia entre ciudadanos y esclavos, pues en el siglo XVIII los levellers pensaban que trabajar a jornal significaba perder los derechos naturales como ciudadanos libres -incluido el derecho a voto- (Hill, 1980), lo que, junto a las prácticas sociales del trabajo que se han producido a lo largo del capitalismo, ha concluido en la consideración del trabajo como algo cuyo valor es simplemente instrumental (Castillo Castillo, 1989), como señala A. Fox: «en la ética protestante, el trabajo se veía como un medio para alcanzar la gracia espiritual. En la nueva ética, la naturaleza instrumental del trabajo se ve principalmente como un medio rápido de elevar el nivel material de vida y de desarrollar todo género de actividades de ocio fuera del trabajo, en suma, como un medio de ampliar el consumo»[5].
Lo que está claro es que «toda colectividad, sea la que sea, orienta una parte del tiempo de actividad de sus miembros de manera que asegure su subsistencia y renueve sus propias estructuras; y es necesario también que esta necesidad se realice por mecanismos sociales que distribuyan a los individuos entre las diferentes operaciones y consigan, de una manera o de otra, el derecho a participar en el grupo con el esfuerzo realizado» (Rolle, 1988: 14). Una definición como ésta, que proviene del campo disciplinar de la sociología del trabajo, tiene la ventaja de no caer en las limitaciones de las definiciones estrictamente económicas, que en la mayoría de los casos es tanto como decir estrictamente monetarias[6], a la vez que destaca la labor de integración social que realiza el trabajo -por pasiva también se puede señalar el hecho social del paro como mecanismo de exclusión social y en algunos casos incluso como mecanismo de victimización- Ahora bien, el que en todas las sociedades se produzca esta cuestión no quiere decir que en todas las sociedades se produzca de igual manera, también el trabajo se construye socialmente y en cada sociedad puede llegar a tener significados sociales diferentes, pues «el lenguaje y el discurso del trabajo son representaciones simbólicas a través de las cuales los significados y los intereses sociales son construidos, mediatizados y organizados» (Grint, 1991: 9): el trabajo tal y como lo conocemos hoy en su versión más arquetípica de trabajo asalariado es algo relativamente reciente, existen sociedades en las que este tipo de trabajo resulta inimaginable o absolutamente perverso (Scheurmann, 1981), a la vez que nosotros también somos incapaces de imaginar el trabajo tal y como se desarrolla en otros lugares y en otros tiempos. Incluso en el ámbito concreto del trabajo industrial ya es difícil delimitarlo, pues «sintetizando al extremo se puede decir que gran parte del trabajo necesario para la producción de la neoindustria ha perdido, en distinta medida, visibilidad, localización, densidad y límites temporales» (L. Gallino, citado en Castillo, 1921: 28).
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