Ejemplos De Inferencia Y De Comprobación
Enviado por mQry • 30 de Septiembre de 2013 • 2.471 Palabras (10 Páginas) • 541 Visitas
Ejemplos de inferencia y de comprobación
En los capítulos anteriores hemos dado una explicación resumida de la naturaleza del pensamiento reflexivo. Hemos enunciado algunas razones por las que es necesario utilizar los medios educativos para asegurar su desarrollo y hemos considerado los recursos intrínsecos, las dificultades y el propósito ulterior de su adiestramiento educativo: la formación de la capacidad lógica y disciplinada de pensar. Presentaremos ahora algunas descripciones de casos simples y reales de pensamiento, escogidos de entre los apuntes de clase de los estudiantes.
1. Ejemplos de actividad reflexiva
Hemos tenido repetidas ocasiones de advertir que hay circunstancias externas y circunstancias internas que, hasta cierto punto, reclaman y orientan el pensamiento de tipo reflexivo. Las necesidades prácticas de conexión con las condiciones reales existentes, naturales y sociales, invocan y dirigen el pensamiento. Comenzamos con un ejemplo de este tipo. También hemos advertido que la curiosidad es un fuerte impulso desde dentro, y en consecuencia, nuestro segundo ejemplo ha sido extraído de ese campo. Por último, en una mente ya ejercitada en temas científicos, serán los problemas científicos los que desen¬cadenen la investigación.
Un caso de deliberación práctica
El otro día, cuando estaba yo en el centro, en la calle 16, me llamó la atención un reloj. Vi que sus agujas marcaban las doce y media. Esto me sugirió que tenía una cita a la una, en la calle 124. Pensé que, dado que llegar hasta allí me había llevado una hora de viaje en autobús, si volvía de la misma manera era muy probable que llegara con veinte minutos de retraso. Podía ahorrar veinte minutos con el metro. Pero, ¿había cerca una estación? En caso negativo, perdería más de veinte minutos buscando una. Luego pensé en el ferrocarril elevado, y vi que había una línea a dos manzanas. Pero, ¿había estación? Si la estación estaba varias manzanas más arriba o más abajo de donde yo me encontraba, per¬dería tiempo en lugar de ganarlo. Mi mente volvió al metro, y pensé que éste era más rápido que el ferrocarril elevado. Además, recordé que pasaba más cerca que este último de la zona de la calle 124 a la que yo quería ir, de modo que, hechas todas las cuentas, ahorraría tiempo. Concluí a favor del metro, y llegué a mi destino a la una en punto.
Un caso de reflexión acerca de una observación
En proyección casi horizontal desde la cubierta superior del ferry en el que diariamente cruzo el río, hay una vara blanca y larga con una bola dorada en el extre¬mo. Cuando la vi por primera vez, me pareció un mástil; el color, la forma y la bola dorada apoyaban esta idea, razones que me parecieron buena justificación de mi creencia. Pero pronto se presentaron las dificultades. La vara estaba en posición casi horizontal, que es una posición extraña para un mástil; en sus inmediaciones no había polea, anilla ni cuerda con la que fijar una bandera; por últi¬mo, en otros sitios había dos astas verticales en las que a veces se izaban bande¬ras. Parecía probable que la vara no tuviera la finalidad de servir como asta de banderas.
Entonces traté de imaginar me todas las posibles finalidades de aquella vara, y de considerar a cuál de ellas se adaptaba mejor: a) posiblemente se tratara de un adorno, pero como todos los ferrys e incluso los remolcadores llevaban varas, esta hipótesis fue eliminada; b) tal vez fuera la terminal de un telégrafo sin hilos; pero las mismas consideraciones lo hicieron improbable. Además, el lugar más natural para una terminal de esta naturaleza sería la parte superior de la embarcación, sobre la cabina del piloto; e) podía ser que su finalidad fuese señalar la dirección en la que la embarcación navegaba.
En apoyo de esta conclusión, descubrí que la vara estaba más baja que la cabina del piloto, de modo que el timonel podía veda perfectamente. Además, el extremo era más alto que la base, lo suficiente como para que, desde la posición del piloto, pareciera proyectarse hacia afuera delante de la embarcación. Además, el piloto, que estaba cerca de la proa de la embarcación, seguramente necesitaría esa guía para seguir la dirección adecuada. También los remolcadores necesitarían varas con ese fin. Esta hipótesis era mucho más probable que las otras, así que la acepté. Saqué la conclusión de que la vara se había puesto con el fin de señalar al piloto la dirección en la que la embarcación se movía, y permitirle su correcta conducción.
Un caso de reflexión que implica un experimento
Al lavar vasos con agua caliente y jabón y colocados boca abajo en una bandeja, observé que aparecían burbujas en el exterior de la boca de los vasos y luego se metían adentro. ¿Por qué? La presencia de burbujas sugiere aire, que, según advertí, debía proceder del interior del vaso. Noté que el agua jabonosa de la bandeja impedía escapar el aire, salvo que quedara aprisionado en burbujas. Pero, ¿por qué salía el aire del vaso? No había sustancia alguna que entrara para obli¬garlo a ello. Debía expandirse. El aire se expande por aumento de calor o de presión, o por ambas cosas al mismo tiempo. ¿Podía haberse calentado el aire una vez estuviera el vaso fuera del agua caliente? Sin duda, no el aire que ya estaba mezclado con el agua. Si la causa era el aire calentado, debía haber entrado aire frío al pasar los vasos del agua a la bandeja. Traté de comprobar si esta conjetura era verdadera sacando varios vasos más. Sacudí algunos para asegurarme de que cogían aire frío en su interior. Saqué otros boca abajo para impedir que entrara en ellos aire frío. En todos los del primer grupo aparecieron burbujas en su parte externa; en el segundo grupo, ninguno. Mi deducción debía ser co¬rrecta. Seguramente el aire del exterior se expandió a causa del calor del vaso, lo cual explica la aparición de burbujas en el exterior.
Pero, ¿por qué entraban luego? El frío contrae. El vaso se enfriaba y también el aire que contenía. La tensión desaparecía, y, en consecuencia, las burbujas aparecían en el interior. Para estar seguro de ello, probé colocando un cubito de hielo sobre el vaso mientras todavía se formaban burbujas en el exterior. Pron¬to se invirtieron.
Los tres casos forman una serie
Estos tres casos han sido seleccionados a propósito para que formen una serie desde el de reflexión más rudimentaria al más complicado. El prime¬ro ejemplifica el tipo de pensamiento que realiza todo el mundo durante el quehacer diario, en el cual, ni los datos ni la manera de tratarlo, escapan a los límites de la experiencia cotidiana. El último ofrece un ejemplo en el que, ni el problema ni la manera de solucionarlo podían habérsele ocurrido a nadie que careciera
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