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El Discurso Funebre De Pericles


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2012  •  3.626 Palabras (15 Páginas)  •  1.212 Visitas

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Estudios Públicos, 11

DOCUMENTO

TUCÍDIDES. Nació aproximadamente 460 a.C. y murió 400 a.C. Participó en la

guerra que su obra clásica relata. La guerra del Peloponeso. Este célebre discurso

aparece en el Libro II de dicha obra.

* Introducción, traducción y notas de Antonio Arbea G., profesor de Lenguas

Clásicas de la Universidad Católica de Chile.

EL DISCURSO FÚNEBRE DE PERICLES*

Tucídides

Introducción

l Discurso Fúnebre Pericles, pronunciado el año 431 a.C. en el

Cementerio del Cerámico, en Atenas, es uno de los más altos testimonios de

cultura y civismo que nos haya legado la Antigüedad. Por de pronto, es

mucho más que un mero discurso fúnebre. Las exequias de las víctimas del

primer año de la guerra contra Esparta le brindan a Pericles la oportunidad

de definir el espíritu profundo de la democracia ateniense, explayándose

sobre los valores que presiden la vida de sus conciudadanos y que explican

la grandeza alcanzada por su ciudad. El discurso no es, por cierto, transcripción

fiel de lo efectivamente dicho por el político y orador ateniense, sino la

verosímil recreación de su contemporáneo, el historiador Tucídides, que lo

incorporó al relato de sus Historias (II, 35-46), donde se narran las guerras

entre Atenas y los peloponesios. También es claro, por otra parte, que en

esta pieza no hay una cabal exactitud histórica en la descripción de Atenas,

cuya realidad aparece idealizada. Pero todo esto, en última instancia, es

irrelevante para la historia. Al menos, para la historia espiritual. Lo que a

ésta le importa, en rigor, no es tanto saber lo que de hecho Atenas fue, sino

más bien lo que ella creía ser.

E

2 ESTUDIOS PÚBLICOS

Es preciso que el lector sepa que este discurso fue escrito por Tucídides

bastantes años después de que fuera pronunciado y cuando ya Atenas

había sido derrotada. Así, más que el discurso fúnebre de Pericles a los

caídos durante el primer año de la guerra, éste es el discurso fúnebre de

Tucídides a la Atenas vencida que, aunque humillada en su derrota, se

levantaba ya como un paradigma universal su cultura cívica. El panegírico a

los muertos en combate, pues, aparece casi como un pretexto para abordar

el elogio de la gloriosa Atenas antigua y hacer la defensa de la eternidad de

su patrimonio.

El Discurso Fúnebre de Pericles es un texto fundacional. Enclavado

en los orígenes mismos de nuestra historia, constituye un originalísimo

ejemplo de conciencia ciudadana y un modelo de reflexión política alentada

por una optimista confianza en las posibilidades del hombre y en el progreso

de la cultura humana.

Conservando el tono retórico del original, la traducción que aquí

ofrecemos ha procurado resolver con prudencia la oscuridad de ciertos pasajes

de cuestionada interpretación. Notas mínimas, en fin, intentan enriquecer

la comprensión del texto y satisfacer la curiosidad del lector.

Antonio Arbea

Traducción

I

La mayor parte de quienes en el pasado han hecho uso de la palabra

en esta tribuna, han tenido por costumbre elogiar a aquel que introdujo este

discurso en el rito tradicional, pues pensaban que su proferimiento con

ocasión del entierro de los caídos en combate era algo hermoso. A mí, en

cambio, me habría parecido suficiente que quienes con obras probaron su

valor, también con obras recibieran su homenaje –como este que véis dispuesto

para ellos en sus exequias por el Estado–, y no aventurar en un solo

individuo, que tanto puede ser un buen orador como no serlo, la fe en los

méritos de muchos.

Es difícil, en efecto, hablar adecuadamente sobre un asunto respecto

del cual no es segura la apreciación de la verdad, ya que quien escucha, si

está bien informado acerca del homenajeado y favorablemente dispuesto

hacia él, es muy posible que encuentre que lo que se dice está por debajo

de lo que él desea y de lo que él conoce; y si, por el contrario, está mal

informado, lo más probable es que, por envidia, cuando oiga hablar de algo

TUCIDIDES 3

que esté por encima de sus propias posibilidades, piense que se está cayendo

en una exageración. Porque los elogios que se formulan a los demás se

toleran sólo en tanto quien los oye se considera a sí mismo capaz también,

en alguna medida, de realizar los actos elogiados; cuando, en cambio, los

que escuchan comienzan a sentir envidia de las excelencias de que está

siendo alabado, al punto prende en ellos también la incredulidad

Pero, puesto que a los antiguos les pareció que sí estaba bien, debo

ahora yo, siguiendo la costumbre establecida, intentar ganarme la voluntad

y la aprobación de cada uno de vosotros tanto como me sea posible.

II

Comenzaré, ante todo, por nuestros antepasados, pues es justo y, al

mismo tiempo, apropiado a una ocasión como la presente, que se les rinda

este homenaje de recordación. Habitando siempre ellos mismos esta tierra a

través de sucesivas generaciones, es mérito suyo el habérnosla legado libre

hasta nuestros días. Y si ellos son dignos de alabanza, más aún lo son

nuestros padres, quienes, además de lo que recibieron como herencia, ganaron

para sí, no sin fatigas, todo el imperio que tenemos, y nos lo entregaron

a los hombres de hoy.

En cuanto a lo que a ese imperio le faltaba, hemos sido nosotros

mismos, los que estamos aquí presentes, en particular los que nos encontramos

aún en la plenitud de la edad1, quienes lo hemos incrementado, al paso

que también le hemos dado completa autarquía a la ciudad, tanto para la

guerra como para la paz. Pasaré por alto las hazañas bélicas de nuestros

antepasados, gracias a las cuales las diversas partes de nuestro imperio

fueron conquistadas, como asimismo las ocasiones en que nosotros mismos

o nuestros padres repelimos ardorosamente las incursiones hostiles de

extranjeros o de griegos, ya que no quiero extenderme tediosamente entre

conocedores de tales asuntos. Antes, empero, de abocarme al elogio de

estos muertos, quiero señalar en virtud en qué normas hemos llegado a la

situación actual, y con qué sistema político y gracias a qué costumbres

hemos alcanzado nuestra grandeza. No

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