El amor a la vida

El amor a la vida

                                           Alejandro Calero Dávila*

En Nicaragua existen dos versiones de lo que estamos viviendo, una la mentira que dice el régimen y la otra la realidad, un país sometido a una vivir bajo un estado de sitio de facto declarado por el régimen y un comunicado que expone la ignorancia de quien lo emite.

En la realidad los videos y fotos comprueban y desmienten cada palabra de cada mentira manifestada por el régimen. El asistir a un plantón, el estar parado en un lugar sin hacer nada es un delito que se puede pagar con la vida.

Así lo vimos en un video en redes sociales donde un joven solo por haber  asistido al plantón frente a la UCA, al día siguiente en una parada de bus fue reconocido por paramilitares que lo siguieron como si se tratase de un animal, esa es la realidad que vive la verdadera Nicaragua.

En un nuevo día la juventud principalmente no sabe lo que le espera, la forma en que son identificados por los asesinos  que los andan en lista como si de criminales peligrosos se tratase.  

El actuar de las personas que defienden al régimen orteguista nos hace recordar al régimen somocista, ahora comparando ambas dictaduras Somoza hizo menos crueldad y perversidad que la orteguista.

 En general todos queremos estar seguros, hasta los propios orteguista pues por las noches las calles lucen desoladas, el motivo es que nadie ni siquiera ellos mismos (los orteguista) desean encontrarse con las temidas camionetas Hilux porque están consciente que transportan a los temibles escuadrones de la muerte, que ellos circulan con licencia para matar, por ese temor nadie quiere salir a ningún lugar a partir de las seis de la tarde.

Con tan brutal represión nos impusieron un estado de sitio de facto, en nuestro propio país no podemos circular libremente, pero el gobierno dice que todo está normal mientras a diario hay capturas ilegales y desapariciones, nuestra juventud con toda razón ha decidido buscar refugio en Costa Rica.

Según parece lo documentado por la CIDH y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas se quedo corto, por más denuncias y condenas internacionales las monstruosidades no se detienen, al contrario, se realizan con más ferocidad.

Viviendo en esta semiclandestinidad y auto censura recuerdo la lectura del libro “El diario de Ana Frank”,  una niña alemana, por su condición de judía permaneció escondida con otras siete personas en la “casa de atrás” en Ámsterdam, durante la Segunda Guerra Mundial.

 En el diario reflejó sus temores, sus sueños para el futuro y también sus secretos íntimos.

Esta familia se ocultó por amor a la vida, esta realidad vivimos en Nicaragua.

*Analista político.

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