El sujeto como interlocutor válido
Enviado por rage024 • 13 de Agosto de 2015 • Ensayo • 1.901 Palabras (8 Páginas) • 125 Visitas
El sujeto como interlocutor válido
Alejándonos de los planteamientos de democracia directa, que en las condiciones actuales no pasan de ser pensamiento utópico, tanto como de las pretensiones de Estado mínimo del nuevo liberalismo, trataremos de construir un discurso sobre la democracia que ayude a suavizar las patologías del representacionismo, sin caer en los inconvenientes e inconsecuencias de un colectivismo de cuño comunitarista.
Habermas (1983) y Cortina (1993), en el desarrollo del pensamiento del anterior, buscan un espacio reflexivo a medio camino entre los valores de libertad y comunidad, y en su teoría de la ética del discurso y la acción comunicativa nos ofrecen una adecuada interpretación del sujeto al que definen como «interlocutor válido» que debe ser tenido «dialógicamente en cuenta». Esta caracterización del sujeto supone el estímulo a la participación significativa generalizada; ahora bien, no de igual manera en todos los ámbitos. El mantenimiento de los sistemas de representación se considera operativo pero insuficiente. El sujeto entendido como interlocutor válido se ajustaría al tipo de ciudadano por el que abogábamos en la concepción de democracia alternativa Cada persona puede realizar una participación significativa en «su» medio, que en unos casos puede ser el profesional, en otros el vecinal, o cualquier asociación de su preferencia. Tal como lo expresa Pateman los ciudadanos están capacitados para participaren el control de «los escenarios inmediatos», sobre los que tienen información, conocimiento y capacidad para plantear alternativas
Habermas, en su descripción de la sociedad, distingue entre el orden regido por el dinero y por el poder administrativo, en el que guía la estrategia de la racionalidad instrumental, y lo que denomina el mundo vital, el regido por la solidaridad y fundamentado en la estrategia comunicativa.
Reflexionando sobre las posibilidades del asociacionismo. Siguiendo la interpretación de Cortina, para Habermas la función de las asociaciones dentro del macrocontexto social, será la de formadoras de opinión que vitalizando el discurso sobre los asuntos públicos y educando a las personas para el ejercicio de la participación, extienden redes de articulación solidaria de intereses, y pueden influir y presionar, indirectamente, sobre las instituciones políticas reconocidas. La realidad dialógica de que habla Habermas se realizaría dentro de los colectivos, entre los colectivos, y entre los colectivos y las instituciones políticas tradicionales. Visto así, no se puede decir que la teoría de la acción comunicativa defina a las asociaciones como actores políticos, pero sí, según mi interpretación, les otorga un rol significativo en el juego de redes de la acción política.
El sujeto como movimiento social
Muy próximo a lo expuesto hasta aquí encontramos el discurso de Touraine al hablar del sujeto como «movimiento social». Este autor otorga a la actividad asociativa cualidades especificas para el impulso de prácticas políticas regeneradoras e integradoras de capas cada vez más extensas de la sociedad, que disminuyan la radical separación élites-masas y limiten las tendencias de oligarquización de la vida pública, Este autor hace hincapié en la nueva realidad asociativa surgida alrededor de los valores de los nuevos movimientos sociales, señalando cómo aportan elementos significativos al mundo de la política, tales como la centralidad del fundamento moral y la incorporación de aspectos habitualmente considerados personales, o del ámbito privado.
Incorporan, también, un nuevo sentido del internacionalismo, que va más allá del de los viejos movimientos sociales. Esta novedad en la cuestión temática y su potencial renovador en la esfera política que denomina nuevos valores extramercantiles, resaltando su interés por lo «cualitativo» frente a la tendencia cuantitativista reinante en el paradigma cognitivo de la razón utilitaria-instrumental.
Tanto Habermas como Touraine plantean una critica al neoliberalismo pero manteniéndose alejados de ciertos aspectos del comunitarismo. Frente a la equiparación hombre-ciudadano y a la defensa de la radical politización de la vida social, «todo es político» de las visiones comunitaristas, ambos urgen, como defensa de la libertad individual, mantener las diferencias entre lo social y lo político (el sujeto y el ciudadano), lo cual en ningún modo supone mantener la separación radical y legitimadora de privilegios de la política neoliberal. La postura intermedia por la que abogan pretende una participación significativa de la mayoría que disminuya la dicotomía actores-espectadores, pero sin llegar a homologar la generalidad de los colectivos ciudadanos al mismo status de actor político. Sí, en cambio, se opta por un protagonismo de los ciudadanos expresándose a través de diversas fórmulas de acción colectiva, y por propiciar procedimientos que permitan a estas asociaciones tener una mayor capacidad de influencia. El sujeto como «movimiento social» o como «interlocutor válido» buscaría la transformación de los mecanismos y dinámicas de expresión de la arena política, traspasando el localismo y particularismo clásico de las asociaciones y expandiendo valores universalistas mediante redes de interconexión entre los movimientos.
Por último, cabría decir que la interpretación de Hirschman quien veía la participación en la vida pública como una dinámica cíclicamente variable, con periodos de predominio de valores públicos seguidos de otros de dominante privado, parece verse confirmada, una vez más, llegando a la mitad de los años noventa. El incremento de los movimientos de solidaridad, tanto los relacionados con cuestiones próximas, como los que se refieren a la problemática del Tercer Mundo, los defensores de la naturaleza..., en definitiva, todos los que representan valores universalistas, contrasta con la actitud de reclusión en el ámbito privado más extendida en la década anterior. Estas asociaciones comienzan a tener unos índices de articulación y unos recursos movilizadores que se manifiestan en su capacidad para organizar foros alternativos con presencia pública reconocida, cuyos ejemplos más claros serían los que se organizaron en tomo a la Conferencia Mundial de Medio Ambiente, a la Conferencia Mundial de Población o el que tuvo lugar en la Conferencia del Banco Mundial. Se presentan como una fuerza colectiva con discurso propio que aspira a ocupar un espacio reconocido en el juego de interacciones políticas a escala mundial.
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