Felicidad Paradojica
Enviado por derpenguin • 3 de Enero de 2015 • 2.190 Palabras (9 Páginas) • 198 Visitas
Selecció de textos
Gilles Lipovetsky, La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad
de hiperconsumo. Barcelona. Editorial Anagrama, 2007.
“Ha nacido una nueva modernidad: coincide con la “civilización del deseo” que
se construyó durante la segunda mitad del siglo XX. (...)
El capitalismo de consumo ha ocupado el lugar de las economías de producción.
(...) La vida en presente ha reemplazado a las expectativas del futuro histórico
y el hedonismo a las militancias políticas; la fiebre del confort ha sustituido a las
pasiones nacionalistas y las diversiones a la revolución. (...) El vivir mejor se ha
convertido en una pasión de masas, en el objetivo supremo de las sociedades
democráticas, en un ideal proclamado a los cuatro vientos. (...)
En apariencia, nada o casi nada ha cambiado: nos movemos todavía en la
sociedad del supermercado y de la publicidad, del coche y de la televisión. Sin
embargo, en los dos últimos decenios se ha producido un nuevo “seísmo” que
ha puesto fin a la buena y vieja sociedad de consumo. (...) Se ha puesto en
marcha una nueva fase del capitalismo de consumo y es la sociedad de
hiperconsumo. (...)
Hemos pasado de una economía orientada hacia la oferta a una economía
orientada hacia la demanda. Política de marca, “creación de valor para el
cliente”, sistemas de fidelización, presión de la segmentación y la comunicación:
hay en marcha una revolución copernicana que reemplaza la empresa
“orientada al producto” por la empresa orientada al mercado y al consumidor.
(...)
La nueva era del capitalismo se construye estructuralmente alrededor de dos
agentes fundamentales: el accionista por un lado y el consumidor por el otro.
(...)
Nace un Homo consumericus de tercer tipo, una especie de turboconsumidor
desatado, móvil y flexible, liberado en buena medida de las antiguas culturas de
clase, con gustos y adquisiciones imprevisibles. Del consumidor sometido a las
coerciones sociales del standing se ha pasado al hiperconsumidor al acecho de
experiencias emocionales y de mayor bienestar. (...)
Condición profundamente paradójica del hiperconsumidor. Por un lado se
afirma como “consumactor”, informado y “libre”, que ve ampliarse su abanico
de opciones, que consulta portales y comparadores de costes, aprovecha las
ocasiones de comprar barato, se preocupa por optimizar la relación calidad-
precio. Por el otro, los estilos de vida, los placeres y los gustos se muestran
cada vez más dependientes del sistema comercial. (...)
El hiperconsumidor ya no está sólo deseoso de bienestar material: aparece
como demandante exponencial de confort psíquico, de armonía interior y
plenitud subjetiva y de ello dan fe el florecimiento de las técnicas derivadas del
Desarrollo Personal y el éxito de las doctrinas orientales, las nuevas
espiritualidades, las guías de felicidad y la sabiduría. El materialismo de la
primera sociedad de consumo ha pasado de moda: actualmente asistimos a la
expansión del mercado del alma y su transformación, del equilibrio y la
autoestima, mientras proliferan las farmacopeas de la felicidad. En una época
en que el sufrimiento carece totalmente de sentido (...) la cuestión de la
felicidad interior vuelve a estar “sobre el tapete”. (...)
Se vive más tiempo, en mejor forma y gozando de mejores condiciones
materiales. Cada cual es dueño y señor de su comportamiento; se eligen los
nacimientos; la conducta sexual se deja a la libre elección de hombres y
mujeres. (...) El tiempo y el dinero que se dedican al ocio están en alza
continua. (...) No es ya la época en que Freud podía decir que “la felicidad no
es un valor cultural”: la felicidad triunfa en el presente, en el reino de los
ideales superiores. ¿Las subidas salariales son insuficientes? ¿El poder
adquisitivo está amenazado? Esto no impide que nueve de cada diez franceses
se declaren felices. Son voces que contradicen a los profetas de la desdicha. A
vista de pájaro al menos, las regiones ricas son felices. (...)
La inmensa mayoría se declara feliz, a pesar de lo cual la tristeza y la tensión,
las depresiones y la ansiedad forman un río que crece de manera inquietante.
(...) Nuestras sociedades son cada vez más ricas, pero un número creciente de
personas vive en la precariedad y debe economizar en todas las partidas del
presupuesto, ya que la falta de dinero se ha vuelto un problema cada vez más
acuciante. Nos curan cada vez mejor, pero eso no impide que el individuo se
esté convirtiendo en una especie de hipocondríaco crónico. Los cuerpos son
libres, la infelicidad sexual persiste. Las incitaciones al hedonismo están por
todas partes: las inquietudes, las decepciones, las inseguridades sociales y
personales aumentan. Son estos aspectos los que hacen de la sociedad de
hiperconsumo la civilización de la felicidad paradójica. (...)
Contra la postura hipócrita de gran parte de la crítica del consumo, es preciso
reconocer los elementos positivos que trae la superficialidad consumista. (...)
Las razones para tener esperanza no han caducado: a pesar de la inflación de
necesidades comercializadas, el individuo sigue viviendo para algo más que
para los bienes materiales pasajeros. Los ideales del amor, la verdad, la justicia
y el altruismo no están en bancarrota: en el horizonte de los tiempos
hipermodernos no se perfila ningún nihilismo total, ningún “último hombre”.
(...)
Por este motivo, la era de la felicidad paradójica reclama soluciones igualmente
paradójicas. Está claro que necesitamos menos consumo, entendiendo éste
como imaginario multiplicador de la satisfacción. (...) Pero por otro lado
también necesitamos más consumo: para que retroceda la pobreza, pero
también para ayudar a la tercera edad, para mejorar las condiciones de la salud
pública, para utilizar mejor el tiempo y los servicios, abrirse al mundo, saborear
experiencias nuevas. (...) El tiempo de las revoluciones políticas ha concluido;
ante nosotros tenemos el de la reestabilización de la cultura consumista y el de
la reinvención permanente del consumo y los estilos de vida.
La sociedad de hiperconsumo arranca a fines de los años setenta y no han
faltado críticas
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