Gestión Urbana
Enviado por arcapi8 • 29 de Noviembre de 2012 • 1.575 Palabras (7 Páginas) • 346 Visitas
Evolución de las ciudades
Para comenzar hablar sobre la ciudad debemos saber su origen y etimología, la palabra ciudad proviene del latín “civitatem” que originalmente significaba “conjunto de ciudadanos” o “Estado”-
También la palabra viene de la raíz indoeuropea “kei “ que significa yacer, hogar y querido.
Después de saber cuál es la raíz de su palabra, hablemos de su concepto, la ciudad es una área urbana con alta densidad poblacional o un asentamiento de gran tamaño en la que predominan la industria y los servicios, es un asentamiento de gran tamaño antes que la agrícola.
La ciudad es un espacio geográfico creado y que a lo largo de la historia de ha ido transformando a voluntad del hombre
Las primeras ciudades verdaderas son a veces consideradas aquellos grandes asentamientos permanentes donde sus habitantes pasaron a trabajar en ocupaciones más especializadas en la ciudad, donde el comercio, la provisión de alimentos y el poder fueron centralizados. Al observar nuestras inmensas ciudades expandirse cada día y casi cada hora, engullir año tras año nuevas colonias de inmigrantes y extender sus tentáculos, como pulpos gigantes, sobre el espacio que las rodea; se siente una especie de estremecimiento, como si se presenciaran los síntomas de alguna extraña enfermedad social. Se podría utilizar una parábola bíblica en contra de estas prodigiosas aglomeraciones humanas, como aquella en la que Isaías profetizaba sobre Tiro, «llena de sabiduría y perfecta en belleza», o sobre Babilonia, «la hija de la mañana». Sin embargo, es fácil demostrar que este crecimiento monstruoso de la ciudad —resultado complejo de una multiplicidad de causas— no es pura patología. Si por un lado constituye en algunos de sus episodios un hecho extraordinario para el moralista; es por otro lado, en su desarrollo normal, un indicador de evolución sana y regular.
Incluso en el principio de los tiempos, cuando las tribus primitivas todavía vagaban por bosques y sabanas, la sociedad en ciernes se esforzaba por producir el germen de las futuras ciudades; se adivinaban ya en el tronco del árbol los brotes que estarían destinados a convertirse en ramas poderosas. Para empezar, el hombre es sociable. En ningún lugar encontraremos un pueblo cuyo ideal de vida sea el completo aislamiento. Pero el hombre sano de la sociedad salvaje —cazador, pescador, o pastor— adora encontrarse entre sus compañeros. La necesidad quizás le obligue a menudo a hacer guardia en solitario para cazar, a seguir un banco de peces en un estrecho bote golpeado por las olas, o a alejarse del campamento en busca de nuevos pastos para sus rebaños. Pero tan pronto como pueda reunirse con sus compañeros con una buena reserva de provisiones, se apresura a volver al campamento, el núcleo de lo que en el futuro será la ciudad.
Salvo en las regiones donde la población era extremadamente escasa y se dispersaba a lo largo de distancias inmensas, era habitual que varias tribus tuvieran un punto de encuentro común, por lo general en algún lugar elegido por su fácil accesibilidad a través de las vías de comunicación naturales —ríos, desfiladeros, o pasos de montaña. Pero la vida del ser humano no está influida únicamente por sus propios intereses. El miedo a lo desconocido, el terror de lo misterioso, se ocupan de fijar los núcleos de población en la cercanía de lugares contemplados con temor supersticioso. El propio terror atrae. El odio humano también colabora en la fundación de ciudades, incluso en nuestros días. Una de las constantes preocupaciones de nuestros antepasados fue protegerse contra agresiones externas. Así pues, el hombre primitivo se preocupó de elegir el lugar; y el hombre civilizado fundó y construyó la ciudad.
De todas las regiones europeas, Sicilia es la única en la que la prístina armonía entre campo y ciudad ha sobrevivido casi intacta. El campo está habitado sólo por el día, durante la jornada laboral. No hay pueblos. Los agricultores y los ganaderos regresan a las ciudades con sus rebaños; campesinos por el día, que se convierten en ciudadanos por la noche. Si la Tierra fuera perfectamente uniforme en la forma de su relieve y las cualidades de su suelo, las ciudades se habrían colocado con regularidad casi geométrica. La atracción mutua, el instinto social y las ventajas del comercio habrían determinado que su nacimiento se produjera a distancias prácticamente iguales. A medida que el dominio de la civilización se expande y estos factores ejercen su influencia sobre áreas más extensas, las ciudades, al pertenecer a un organismo mayor, pueden sumar atractivos de un tipo más general a aquellos que provocaron su nacimiento, que pueden asegurarla un papel histórico de primera categoría.
Pero el desarrollo de las capitales, después de todo, es en gran medida
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