Género, política y estrategias de intervención en salud sexual y reproductiva
Enviado por Jaime García • 28 de Octubre de 2019 • Documentos de Investigación • 5.103 Palabras (21 Páginas) • 248 Visitas
Cinthya Karina Castro García
Género, política y estrategias de intervención en salud sexual y reproductiva.
Dra. Julia del Carmen Chávez Carapia.
Programa de Maestría en Trabajo Social.
Intervención social con perspectiva de género en Trabajo Social. Aportes y retos para el quehacer profesional.
Resumen.
Hablar de intervención en Trabajo Social supone un proceso que tiene como finalidad brindar una alternativa a la solución de problemas sociales involucrando a los sujetos inmersos ellos para mejorar sus condiciones de vida. En este trabajo se realiza una exposición histórica sobre algunas posturas del surgimiento del Trabajo Social, el desarrollo de la teoría feminista y de género y su incorporación a procesos de intervención en Trabajo Social. Se realiza una revisión documental para mostrar la importancia de la perspectiva de género dentro del quehacer profesional de la disciplina que garantice la visibilidad de problemas normalizados a través del sistema patriarcal, disminuir las brechas de desigualdad y así brindar una mirada crítica dentro de los procesos de intervención.
Palabras clave: Trabajo Social, intervención, perspectiva de género.
Introducción.
El proceso de intervención en Trabajo Social es el eje principal en el ejercicio profesional de la disciplina, brindar alternativas de atención a problemas sociales que ayuden no sólo a mejorar la calidad de vida de las personas inmersas en ellos, sino también a brindar herramientas que disminuyan la brecha de desigualdad entre sectores de la población.
Como lo señala Viscarret el profesional del Trabajo Social se enfrenta a problemas cada vez más complejos que responden a un modelo económico, político y filosófico denominado posmodernidad que demanda de la disciplina una visión compleja y multifactorial de las circunstancias a las que se enfrenta el Trabajo Social (Viscarret, 2010). Realizar por lo tanto una intervención con una mirada crítica basada en la perspectiva de género permite a la trabajadora y trabajador social visibilizar elementos que le permita romper con moldes tradicionalmente establecidos que han favorecido a ampliar la brecha de desigualdad entre mujeres y hombres, han frenado la oportunidad de desarrollo y de acceso a servicios básicos así como a su replicación histórica. En este trabajo se busca exponer la importancia de incorporar la perspectiva de género dentro de los procesos de intervención en Trabajo Social, sus aportes y los retos a los que se enfrentan los profesionales en la construcción de alternativas a problemas sociales.
Los inicios del Trabajo Social.
Actualmente no existe un consenso dentro del gremio sobre el origen exacto de Trabajo Social, tampoco del carácter de la misma: disciplina, ciencia, arte, etc. Podría decirse que existen posturas que coinciden o no y que brindan diversas aristas para mirar y comprender la construcción del Trabajo Social. Para quien reconoce que Trabajo Social tiene su origen en las acciones de beneficencia, las actividades eran principalmente por mujeres que realizaban un servicio orientado con fines religiosos para atenuar los empates de la pobreza en personas con carencias básicas como salud, alimentación o educación. Para Alayón las acciones que estaban encaminadas a atender las necesidades de los desamparados eran de dos tipos: las de carácter religioso (católicas o cristinas) bajo la idea de hacer “el bien” en nombre de Dios y amor al prójimo, a lo que se le llamó de beneficencia o caridad. Otras
tenían que ver con la “filantropía”, basados en la masonería desde la sociedad burguesa con el lema “hacer el bien por amor al hombre”. Ambas motivaciones para la acción social tenían en común hacer el bien en cualquier modalidad (Alayón, Barreix, & Cassineri, 1971). Este tipo de trabajos para ayudar al otro duró varios siglos con exponentes como Juan Luis Vives, quien en su Tratado del Socorro a los Pobres de 1526 afirma que:
“el asunto al que persuade es hacer bien a los pobres para hacernos bien a nosotros mismos y a todos los demás: no puede ser más benéfico y agradable: es hacer bien en lo espiritual y temporal a las almas y los cuerpos....Lo que produjo es tan profundo, elocuente que...interesa a Republicas, vasallos y Príncipes, Eclesiásticos y seculares. Los obispos no pudieron desdeñarse de que se les atribuyera como una de sus más selectas Pastorales; los Magistrados como una provechosísima Providencia de gobierno; los Theologos como discursos muy acertados, respecto de Dios...” (Tello, 2010).
Sin embargo para ese momento Vives ya reconocía la necesidad de que la asistencia social debía contar con los siguientes principios: 1. Derecho del individuo a una asistencia efectiva y organizada; 2. Investigación detallada o estudio del caso para llegar a un diagnóstico; 3. Tratamiento especializado; 4. Medidas no sólo paliativas y curativas, sino también preventivas con el centro del interés en: niños deficientes, vagabundos e incapacitados (Chávez, 1982). Con estos principios, se concibe a las personas como individuos con derechos, con una historia de vida y con un contexto que debía considerarse para efectos de una intervención.
En España surge también en el siglo XVIII El Manual para el Visitador de Pobres escrito por Concepción Morales, texto de asistencia que basa sus tareas en los principios cristianos.
En sus capítulos se encuentran recomendaciones sobre cómo hacer caridad, cómo debe ser el trato hacia los pobres, cómo conducirse, hablarles, vestirse ante ellos y la forma de reprender a mujeres, hombres y niños abandonados, así como a los presos. En América Latina, incluido México, la corona española fue ajena a las problemáticas sociales que existían en la colonia y la iglesia católica fue la única forma de ayuda social que continuó hasta la Independencia (Tello & Ornelas, 2014).
Hasta este momento, se reconoce que existen sectores de la población con más carencias que otras, que hay quienes pueden desde una posición más acomodada ya sea por una situación económica o de posición social, ayudar y hasta “educar” a los que no tienen las mismas posibilidades, pero no se considera una metodología o pasos a seguir para llevar a cabo acciones que generen un cambio social.
En el siglo XVIII Europa se enfrenta a nuevos retos con el auge de la revolución industrial, el invento de la máquina de vapor facilita la movilidad de la población y con ello, nuevos problemas sociales en comunidades migrantes, el hacinamiento y falta de salubridad (Alayón, Barreix, & Cassineri, 1971). Estas nuevas necesidades rebasan las acciones que hasta el momento se habían realizado para aminorar la pobreza. La caridad y al amor al prójimo no son suficientes. Las instituciones de asistencia de consolidan con patronatos y surgen las visitadoras, que cumplen con la función de recabar la información necesaria sobre las formas de vida de la población mediante informes para garantizar los servicios que se brindan a las familias. Aquí el papel de estas mujeres se vuelve más de corte técnico que teórico o metodológico, esta lógica requirió de informes que se fueron perfeccionando cada vez más, se proporcionaba información que requería adentrarse a los hogares, donde
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