Justicia Y Migración
Enviado por dnsanchez • 30 de Marzo de 2015 • 2.989 Palabras (12 Páginas) • 248 Visitas
El fuerte proceso de globalización que se ha extendido por nuestra sociedad ha derribado barreras que parecían inquebrantables para generaciones pasadas. El acercamiento cultural de naciones y continentes, la copulación de costumbres y tradiciones, y la comprensión de distintos estilos de vida, sistemas políticos e institucionales por parte de las diferentes comunidades mundiales ha generado que los límites idiosincrásicos se reduzcan dramáticamente. Sin embargo, y aunque las restricciones ideológicas y culturales hayan descendido, las fronteras físicas entre naciones se mantienen intactas. A pesar de los avances para lograr que el mundo, en vez de consistir en fragmentos territoriales separados y caracterizados por pensamientos y comunidades distintas entre ellas, sea una comunión, la polémica que concierne al tema limítrofe se mantiene vigente.
Por otro lado, este fenómeno de la globalización ha generado un fuerte llamado de atención con respecto a la injusticia global. Al estar cada vez más en contacto con el resto del planeta, es sencillo darse cuenta de la inequidad económica y política que se manifiesta en la actualidad. Por esta razón, y tal como el campesinado migró a las grandes ciudades durante la revolución industrial en busca de oportunidades para mejorar su calidad de vida, hoy en día las migraciones están ocurriendo entre países. Y aunque esto podría considerarse como una potencial ayuda que los países más ricos pueden proporcionales a sus vecinos con menos recursos, se ha instaurado una fuerte discusión entre los que abogan por reducir las restricciones en las fronteras, o abolirlas por completo, y aquellos que exigen un fortalecimiento en el resguardo de los límites territoriales.
John Rawls entregó tres principios que buscan asegurar la igualdad en la justicia doméstica: primero, que las instituciones mantengan un valor justo de libertades políticas, de manera que personas con cantidades similares de motivación tengan, sin considerar su estatus económico ni clase social, más o menos las mismas posibilidades de acceder a puestos políticos e influenciar las decisiones de esta índole; en segundo lugar, las instituciones deben mantener una justa igualdad de oportunidades, de manera que personas de igual talento y motivación puedan tener, relativamente, las mismas chances de obtener una buena educación y posición profesional, sin considerar su clase social inicial; finalmente, el principio anterior también requiere que, a medida que se generen inequidades sociales o económicas, se deben designar instituciones sociales que trabajen en conseguir el máximo beneficio posible hacia aquellos que se vean más afectados por dichas inequidades (Pogge, 1994: 195).
Tomando lo expuesto hasta ahora, parece pertinente asegurar que el tercer principio de Rawls no se cumple en la sociedad actual. Efectivamente se producen inequidades económicas y sociales, sin embargo, no existe ningún tipo de compensación que genere que aquellos que se ven más afectados por las diferencias, más específicamente, los países con menores recursos financieros, se vean favorecidos. Por esta razón, es posible aseverar que en la actualidad nos vemos enfrentados a una fuerte injusticia global. Pero, ¿es abrir las fronteras realmente una solución viable para esta problemática? Sería irresponsable afirmar que las abismales diferencias económicas en el mundo se solucionarían sólo con esta acción, sin embargo, esta potencial política pública mundial podría cambiar radicalmente a futuro este problema, además de comenzar un proceso que continúe la línea de la globalización ideológica y acerque las diferencias territoriales en pos de una maximización de beneficios para los estados más pobres.
La carencia de una justicia distributiva adecuada se ve claramente reflejada en la enorme diferencia económica entre los países más ricos y aquellos que cuentan con menos recursos. De hecho, no hay que ir más allá para encontrar un argumento que sustente esta afirmación: la misma migración es un indicio claro de aquello. Existe una razón por la que grupos masivos de personas deciden cambiar de locación: durante la revolución industrial, el campesinado decide mudarse a las grandes ciudades debido a la carencia de trabajo en las tierras en las que habitaban y el aumento de puestos de empleo en las ciudades gracias al auge de las industrias. En Chile, durante la primera mitad del siglo XX, el campesinado también se desplazó hacia las ciudades debido al auge de la explotación minera y, posteriormente, las exportaciones de productos. Hoy en día se da el mismo fenómeno: los individuos que residen en países de pocos recursos se mueven hacia aquellos lugares en los que abunda, o al menos hay más, trabajo.
Aquí es donde se encuentra el primer problema. A diferencia de procesos migratorios anteriores, este corresponde a uno de tipo internacional. Evidentemente, cuando alguien es ciudadano de un país, puede desplazarse hacia la ciudad que quiera sin mayores trámites ni explicaciones. Cuando se trata de un fenómeno internacional, por otro lado, las regulaciones y restricciones abundan. No es por elección ni comodidad que tantos cubanos hayan decidido viajar en balsa hacia los Estados Unidos. Los mexicanos tampoco disfrutan de ser perseguidos por algún coyote mientras intentan cruzar la frontera hacia el mismo país. Pero lo que los estados ricos han fallado en comprender es que en el momento en que en un país la gente opte por marchar de él es un problema de derechos humanos, cuya responsabilidad última recae en los países que atraen porque son económicamente superiores y están organizados alrededor de valores democráticos y liberales que ellos no tienen (Zapata-Barrero, 2007: 2).
Lo que se aborda, entonces, es un tema de libertad y moral. Cuando se intenta explicar por qué las fronteras están delimitadas en territorios específicos existe un problema: no hay una razón que no sea arbitraria. Es decir, es posible afirmar que los límites físicos son “porque sí”. En algún momento de la historia, los gobiernos, o alguien, decidieron que en aquel punto de tierra termina, por ejemplo, el territorio chileno, y en aquel paso siguiente comienza suelo argentino. Por lo tanto, la libertad humana de desplazarse hacia donde se quiera es negada debido a una arbitrariedad que no otorga mayores explicaciones, sólo un sustento legal. Y aquí es donde llega el punto más complejo de la causa a favor de fronteras abiertas: su instauración depende casi exclusivamente de una base netamente subjetiva: la moral.
La justicia es un concepto totalmente subjetivo. Lo que para algunas pueda ser justo, para otros puede parecer totalmente aberrante. Por ejemplo, la persona que revise este ensayo puede considerar que es una basura y que merece ser calificado con una nota bajísima.
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