Keynes contra el coronavirus

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EL VIGÍA, ABRIL DE 2020

         En la actualidad, vivimos en un mundo que desde hace décadas optó por políticas económicas que, en el pasado ya demostraron estar a favor de unos pocos en detrimento de la gran mayoría de personas. Es justo ahora, cuando la crisis sanitaria mundial está acabando con las ganancias de las elites económicas del globo, que se ponen sobre la mesa ideas que se creían muertas, desde hace décadas, para tratar de salvar sus patrimonios individuales y evitar el fin de un sistema mundial que controlan a placer.

         Las medidas que soportan el modelo neoliberal resistieron a la gran recesión del año 2008, pese a que la mayor parte de sus fórmulas económicas habían quedado desacreditadas por evidencias empíricas, que reflejan como las políticas económicas neoliberales han acelerado la desigualdad económica y el malestar social. Las principales economías mundiales han convertido al libre mercado en un dios, sosteniendo que la intervención de los Estados no es necesaria aun cuando se conocen desequilibrios estructurales a los que tiende el mercado de forma natural. Estas ideas sin duda provienen de grandes capitales que modulan la opinión pública a través de medios de comunicación y controlando a políticos a través de donaciones a sus campañas.

         La teoría de John Keynes, publicada en 1936, llevó a los países capitalistas a desarrollarse ampliamente después de la segunda guerra mundial, conduciéndolos a la prosperidad económica que derivó en un aumento del bienestar de la sociedad y la proliferación de los patrimonios de las elites. Aun así, la fiscalidad progresiva, el control sobre los mercados de capital, las mayores transferencias de rentas sociales y un mayor equilibrio en las relaciones laborales no generan ningún tipo de impacto negativo en la generación de ritmos crecimiento de económicos sostenidos.

         La clave de esta teoría estaba en las políticas de estímulo desde el lado de la demanda, inyectando toda la liquidez necesaria para revertir los ciclos depresivos. Esto podía hacerse mediante el uso de la política fiscal o mediante la emisión de deuda pública, el objetivo era la reactivación económica y la reducción del desempleo. Sin embargo, algunos observadores pensaban que si el Estado seguía inyectando dinero en la economía, la inflación se volvería imparable, apuntando el hecho de que la inflación descontrolada destruiría el valor de la riqueza monetaria que habían acumulado. El déficit público, otro inconveniente, dado que su influencia en el coste del endeudamiento privado generaba una mayor dificultad para la financiación empresarial.

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