LA LECTURA COMO FACTOR DETERMINANTE DEL DESARROLLO DE LA COMPETENCIA EMOCIONAL
Enviado por mirsa1011 • 16 de Julio de 2014 • 1.408 Palabras (6 Páginas) • 479 Visitas
LA LECTURA COMO FACTOR DETERMINANTE DEL DESARROLLO DE LA COMPETENCIA EMOCIONAL
(Investigación realizada en estudiantes universitarios)
Las investigaciones de los últimos años han evidenciado que la inteligencia emocional es un buen predictor del éxito escolar, personal, social y laboral del sujeto; así como la falta de inteligencia emocional facilita la aparición de problemas de conducta, al menos, en cuatro áreas (Fernández Berrocal y Ruiz Aranda, 2008): relaciones interpersonales, bienestar psicológico, rendimiento académico y conductas disruptivas (Conductas que por su presencia implica la interrupción o desajuste en el desarrollo evolutivo de la persona imposibilitándolo para crear y mantener relaciones sociales saludables. Estas pueden ser: Falta de cooperación, mala educación, insolencia, desobediencia, provocación, agresividad, etc. Se muestran en estrategias verbales o en estrategias no verbales. La disrupción dificulta el aprendizaje).
Los programas de inteligencia emocional mejoran significativamente las habilidades sociales y emocionales de los niños y de los jóvenes, reducen o evitan problemas conductuales, mentales, y promueven resultados académicos positivos (Clouder, 2008). Pero no sólo los jóvenes y los niños se benefician del incremento de las competencias emocionales. Una alta inteligencia emocional es la base para desarrollar con éxito cualquier actividad académica o laboral. Por este motivo consideramos que la formación de los adultos en esta competencia es fundamental.
Éstas son sólo algunas de las razones por las que el Espacio Europeo de Educación Superior pretende incluir en la formación universitaria competencias específicas comunes en su programa de estudios profesionales para Docentes de Inicial y Primaria. Estos son algunos ejemplos de estas competencias: “Capacidad de Relación y de Comunicación y equilibrio emocional aplicado a las variadas circunstancias de la actividad profesional” (ANECA, 2004: 91).
El profesor que tiene una buena inteligencia emocional es capaz de generar un clima académico adecuado, que produce efectos positivos en el ajuste psicológico de sus alumnos y, por tanto, mejora el aprendizaje y hace disminuir las conductas disruptivas en el aula (Kupermink, Leadbeater y Blatt, 2001). Consideramos importante el desarrollo de estas competencias en la nueva formación del maestro y en el desempeño de su profesión.
Profundizando en las diferencias individuales que pudieran tener los alumnos de educación respecto de algunas variables, no se encuentran datos concluyentes a la hora de determinar si la inteligencia emocional está condicionada por el género y el avance académico. Si bien hay estudios que demuestran que no existen diferencias en las puntuaciones generales de inteligencia emocional entre hombres y mujeres respecto de su inteligencia emocional total (Bar-On, Brown, Kirkcaldy, y Thome, 2000; Rose, 1995), el panorama cambia cuando evaluamos de manera pormenorizada cada uno de sus componentes (Caballero, 2009). Las mujeres, en promedio, tienen mayor conciencia de sus emociones, son más hábiles a la hora de percibirlas, comprenderlas y expresarlas; muestran más empatía, son más aptas para las relaciones interpersonales y tienen mayores oportunidades de interacción social (Dawda y Hart, 2000). Los hombres, por el contrario, destacan en habilidades de control de impulsos, tolerancia al estrés, seguridad personal, independencia y optimismo (Dawda y Hart, 2000).
Respecto del avance académico, Schaie (2001) hipotetizó para la inteligencia emocional, que la relación existente entre estas dos variables seguiría un rumbo parecido al de la inteligencia tradicional. Si con la edad y la experiencia aumenta la inteligencia cristalizada (Componente de la inteligencia. Es aquel conjunto de capacidades, estrategias y conocimientos, que representa el nivel de desarrollo cognitivo alcanzado a través de la historia de aprendizaje del sujeto), la inteligencia emocional se comportaría igual que esta inteligencia. Algunos autores como Mayer, Salovey y Caruso (2000) y Schutte (1998) llegaron a similares conclusiones. Sin embargo, otras investigaciones ofrecieron resultados diferentes. Gohm y Clore (2000) llegaron a la determinación de que ni la inteligencia emocional como ejecución (la conducta emocional mostrada), ni la inteligencia emocional percibida (conducta emocional que perciben los demás y la propia persona) aumentaban durante curso de cuatro ciclos universitarios, y sugirieron que la inteligencia emocional se desarrollaba fundamentalmente durante la infancia y se estabilizaba en la etapa adulta temprana.
Fernández-Berrocal, Extremera y Ramos (2004) y Palomera y cols. (2006)
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