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La Alegría De Vivir


Enviado por   •  30 de Junio de 2012  •  7.044 Palabras (29 Páginas)  •  738 Visitas

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Papel y visión social del magisterio en la Historia de México

Mtro. Marco Aurelio Pérez Méndez

Secretaría de Educación Pública

Este trabajo pretende dar una visión sintética del desarrollo del magisterio, así como del papel y visión social del maestro en un periodo amplio, que va desde la consumación de la Independencia en 1821 hasta nuestros días.

De la Independencia a la reforma liberal: 1821-1876

México había heredado del virreinato una enseñanza no estructurada en un sistema educativo como tal. Las escuelas elementales o de primera letras dependían de los ayuntamientos, aunque sí existía un gremio de maestros que velaba por sus intereses. Los planteles escasos en el país y pocos podían acceder a la educación, por lo que buena parte de la población carecía de instrucción y había un elevado índice de analfabetismo. El primer intento esfuerzo educativo se debió a la Compañía Lancasteriana, que recibió apoyo de los primeros gobiernos independientes, y estableció escuelas en la capital, con el sistema de “monitores”, donde los alumnos más capaces y avanzados enseñaban a los más pequeños, bajo la supervisión de un inspector o maestro guía. Si bien el método permitía educar a un mayor número de niños, la calidad de la enseñanza dejaba mucho que desear. También la Compañía estableció las primeras escuelas normales a principios de la década de 1820 para formar profesores. Lamentablemente, la compañía y su obra decayeron, y para 1870 casi había desaparecido, aunque persistiría hasta 1890, cuando se decretó su desaparición y sus escuelas pasaron a manos del ministerio de instrucción pública. No fue sólo eso, la decadencia se extendió a toda la educación en general, pues los constantes conflictos armados, cambios de gobierno e inestabilidad política que caracterizaron la primera mitad del siglo XIX, afectaron los de por si incipientes esfuerzos que se habían hecho en ese campo.

Por otra parte, en este tiempo, la profesión de maestro se ejercía en muchos casos de forma independiente, y los ayuntamientos y padres de familia contrataban profesores particulares para impartir materias básicas como lectura, gramática, escritura y aritmética, además era obligatoria la enseñanza de la doctrina cristiana y se instruía ocasionalmente en algún oficio. Igualmente, eran los ayuntamientos quienes otorgaban las licencias a los profesores y autorizaban el establecimiento de escuelas. Hay que mencionar que la mayoría de los maestros estaban poco preparados (a veces solo sabían leer y escribir y tenían conocimientos elementales de aritmética) y la educación no era la más adecuada

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en muchos casos En este sentido, la Iglesia siendo un factor importante, pues su labor educativa seguía siendo considerable; en muchas regiones rurales, era la única que podía proporcionar, aparte del catecismo, alfabetización a los niños y algún tipo de enseñanza práctica. De este modo, podemos decir que la educación que se impartía era rudimentaria y muy elemental, la labor educativa se encontraba desestructurada y dispersa; y la profesión de maestro era de libre ejercicio y no institucionalizada, puesto que en el gobierno no existía una cartera de educación. Y esto continuaría así a lo largo de la primera mitad de la centuria.

En cuanto a la cuestión didáctica, en buena parte continuaba siguiendo los patrones heredados de la colonia. El maestro era la autoridad en el aula, se encontraba por encima de alumno, y transmitía el conocimiento de forma vertical y rígida, y no podía haber algún tipo de cuestionamiento a su saber. Puede decirse, entonces, que era el sujeto principal del proceso educativo, al contrario de lo que sucedería en el siglo XX. Así tenemos que la enseñanza estaba sustentada en la memorización, la repetición de ejercicios y la recitación y lectura de formulas, frases y pasajes, principalmente de contenido religioso (el ejemplo más ilustrativo era el popular catecismo del Padre Ripalda para aprender las primeras letras, que de hecho se volvió un libro de texto básico que continuaría en uso hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX). Además, la disciplina en el salón de clases era severa en términos generales, puesto que utilizaba en muchos casos la coacción moral y aún la represión física hacia los alumnos (de ahí provenía el viejo dicho de que “la letra con sangre entra”). Pero, a la par de ello, el papel del profesor era considerado esencial en la formación moral y espiritual de la niñez; por lo tanto, gozaba de una alta estima social.

En la segunda mitad del siglo XIX, los liberales mexicanos se propusieron secularizar la educación, con la natural oposición de la Iglesia y los conservadores. No obstante, en 1833 el vicepresidente Valentín Gómez Farías (que también determinó la creación de una Dirección de Instrucción Pública para el Distrito Federal y territorios) había hecho el primer intento al expedir un decreto que declaraba la libertad de enseñanza, con el fin de dar una apertura en ese rubro y debilitar la influencia de la Iglesia, que seguía siendo considerable; empero, las reforma fue frustrada por Antonio López de Santa Anna, que había establecido una alianza con los conservadores. Por otra parte, la ley de 1867, dictada por el presidente Benito Juárez, prohibía la enseñanza religiosa en las escuelas primarias públicas en el D. F. y territorios (si bien los estados promulgarían leyes similares posteriormente); de igual modo, la ley prescribía la creación de escuelas primarias y la fundación de una escuela normal, proyecto que se demoraría varios años más. Un punto importante es que en esta época por fin se había incluido la educación en el gobierno con la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública.

El porfiriato: 1876-1910

Durante la larga presidencia de Porfirio Díaz, bajo el impulso y guía de Justo Sierra, titular de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (creada en 1905), la educación tomo especial relevancia como elemento esencial del desarrollo de la nación, y se hicieron esfuerzos por aumentar el número de escuelas. Ya para 1880 el gobierno decretó que la

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enseñanza primaria fuera laica y obligatoria y en 1891 una ley retomaba lo anterior y ordenaba que las escuelas públicas fueran gratuitas. Sin embargo, la realidad era distinta al discurso y las normas legales, pues muy pocos niños podían asistir a la escuela primaria, situación que se complicaba más en el medio rural. Cabe decir que el acceso a niveles educativos posteriores era aún más difícil. Esto se debía a la ignorancia de los padres o las condiciones económicas, ya que había mucha pobreza y los niños tenían que trabajar.

Un aspecto muy importante era el enfoque pedagógico que se promovía

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