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La Armadura Hace al Guerrero: Redes de Actores y Cambio Socio-Cultural

Mónica Ayala ArancibiaDocumentos de Investigación29 de Diciembre de 2020

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 La Armadura Hace al Guerrero: Redes de Actores y Cambio Socio-Cultural

Axel E. Nielsen (CONICET, Universidad Nacional de Córdoba, INAPL)

axelnielsen@gmail.com

Mi ponencia se desarrolla en dos partes: en la primera presento escuetamente las herramientas teóricas que actualmente considero más apropiadas para analizar el cambio sociocultural; en la segunda utilizo un caso de estudio, correspondiente al PIT del desierto de Atacama para ilustrar las posibilidades y desafíos de esta perspectiva.

El Cambio Cultural: de los sistemas y las determinaciones a las prácticas y sus actores

El mayor desafío a las explicaciones sistémico-estructurales del cambio cultural (que busca sus motores en las estructuras, sean las económicas o las profundas de la mente) ha venido de los teóricos de la práctica (v.gr., Bourdieu, Giddens, Sahlins). (PP) Con diferencias terminológicas y de énfasis, estos pensadores han vuelto a poner en foco a las personas y lo que hacen (los agentes y sus prácticas, si se quiere) y han buscado allí (antes que en fuerzas ocultas que presumiblemente los gobiernan) el origen de las diferencias y regularidades colectivas del comportamiento que interesan a la investigación social. Una segunda vertiente teórica sumada a la labor, tiene sus raíces en la fenomenología (PP). Interesa rescatar de ella la ontología relacional y su ataque al esencialismo, que entiende lo social no como “cosa” sino como relaciones que despliegan en el hacer concreto. Una tercera fuente se encuentra en los estudios de cultura material, un campo relativamente joven, donde convergen distintas disciplinas y que se muestra particularmente dinámico al momento de teorizar el papel activo de lo material en la constitución de los sujetos y las relaciones sociales. Finalmente, dos corrientes teóricas relacionadas, que incorporan elementos de las tres cuencas antes mencionadas y que abren interesantes posibilidades para la arqueología, son la Teoría del Actor-Red (PP Latour) y la antropología semiótica, que busca edificar sobre la tradición semiótica fundada por Peirce (PP), una aproximación realista a las propiedades significantes de lo material. De todos ellos tomaré conceptos, buscando delinear una perspectiva híbrida (en tanto sus elementos provienen de distintas disciplinas, tradiciones o discusiones) pero consistente, para analizar el cambio. Por lo dicho, no pretendo que esta perspectiva sea original, aunque no reúso responsabilidad por el carácter “idiosincrático” que puede asumir el ensamble.

Para exponer sintéticamente esta mirada, comenzaré redefiniendo la pregunta de los organizadores – “¿cuáles son los los motores del cambio cultural?”— por la siguiente: ¿Cómo cambian las redes de poder/sentido establecidas entre diversos tipos de agentes (humanos o no) en sus prácticas concretas? Posicionándome como arqueólogo, quisiera poner énfasis en el papel que desempeña lo material en este proceso. Permítanme explicar las connotaciones que para mí tiene esta forma de hacer la pregunta.

(PP) En primer lugar, quiero caracterizar a la práctica como un fenómeno que compromete esencialmente tres aspectos inseparables: actividad, mente y materia o fisicalidad. (triángulo)

(PP) Segundo, en tanto social, la práctica no es un fenómeno individual sino que es siempre inter-acción, se desarrolla en relación a otros (físicamente presentes o no). Esta relación posee dos caras inseparables: (PP) una de ellas es el significado, ya que la interacción presupone códigos comunes que hacen la práctica inteligible al otro y sustentan la comunicación. La otra es el poder, puesto que movilizar los recursos que posibilitan el hacer implica siempre el consentimiento de los otros, aunque sea implícito, inadvertido o forzado. Utilizo el adjetivo cultural para enfatizar el sentido como aspecto de las relaciones y social para enfatizar el reverso, el poder.

(PP) A qué me refiero con diversos “tipos de actores”? Dentro de la lógica de la modernidad, la agencia ha sido confinada al mundo humano. Durante los últimos años esta noción ha sido atacada desde múltiples 2


discipllinas y vertientes teóricas, destacando que en todas las culturas y en anteriores épocas de nuestra propia historia occidental, el mundo ha estado poblado de muchas otras fuerzas capaces de incidir intencionalmente sobre nuestro destino (PP) (deidades, espíritus, duendes, etc.), y –lo que es especialmente importante para la arqueología- esta propiedad es a menudo atribuída a muchos objetos (cc en la imagen). Aunque seamos escépticos (o agnósticos) respecto a esta posibilidad, ignorarla nos pone en riesgo de perder de vista las lógicas que animan las prácticas que estudiamos, sus trayectorias de cambio y el registro arqueológico que esto genera.

Por cierto, los agentes difieren en sus capacidades, según se les atribuya sólo capacidad de alterar un curso de eventos (actante sensu Latour), como la flecha cuyo uso permite obtener resultados que no se lograrían sin ella, incluyendo resultados no anticipados por el cazador o guerrero que la usa (tradicionalmente entendido como el único actor en la escena) o se las perciba dotadas de intencionalidad (como las deidades).

(PP) Podríamos entender al resultado como redes fluidas y cambiantes, en las que las que los vértices son actores de diversa naturaleza (animales, rocas, humanos, deidades, el clima, artefactos, lugares, etc.) vinculados recíprocamente por relaciones de poder y sentido. Al decir “fluídas” me refiero a que ninguno de estos elementos ES en sí, sino como propiedad emergente de la red misma en una situación (espacial, temporal) determinada. Enúltima instancia, la dinámica de la red misma es el objeto de estudio.

Finalmente, he cambiado la pregunta original (proqué cambian las cosas) por una que desde la perspectiva esbozada es necesariamente anterior: cómo cambian? Creo que sin una mayor comprensión de las prácticas mismas y su variación (el cómo), no podemos abordar la posibilidad de que haya regularidades generales en estos procesos o que respondan a “un primer motor” o “determinación en última instancia”.

Delineada la mirada, quisiera explorar las posibilidades de una respuesta: que no hay UN motor, sino que (1) el cambio se origina en cualquier punto de la red (nodo o conexión), por la acción –intencionada o no— de cualquiera de los agentes, desplegando lógicas diversas y a menudo conflictiva y (2) que su trayectoria es de naturaleza histórica, es decir, está constreñida por la morfología previa de la red.

xxX En este punto, quisiera volver sobre algunos de los conceptos problematizados al comienzo. Entiendo que categorías como economía, religión, etc. son útiles si se las utiliza como herramientas para analizar ciertas propiedades de la red (que la comprometen en su totalidad), no como recortes de la misma presuntamente basados en la naturaleza intrínseca de sus componentes, como se implica cuando se afirma que ciertas actividades y artefactos son económicos o de subsistencia, mientras que otros son rituales, religiosos o, pero aún, “simbólicos”. En lugar de ello, llamaríamos economía al modo en que las redes proveen los bienes para el uso y consumo humano, entendiendo que en muchas culturas esto supone no sólo la movilización de medios de producción pasivos por personas, sino complejas negociaciones con infinidad de actores no humanos, desde el clima (y las deidades que lo gobiernan) hasta las propias herramientas y sus caprichos. Del mismo modo, llamaríamos religión a las relaciones que se establecen entre los humanos y otras agencias que inciden sobre su destino, relaciones que siempre comprometen complejas procesos de trabajo y producción de bienes, como bien lo sabe cualquiera que haya organizado un rito, una fiesta navideña o una invitación a la comparsa durante los carnavales. Visto así, preguntarnos si el motor del cambio cultural reside en la economía o en la ideología pierde importancia. xx

Explorando Redes: A Propósito de una Armadura del Siglo XIII encontrada en Chiu Chiu

(PP) A modo de ejemplo, tomemos este peto procedente de un cementerio de Chiu Chiu, adquirido por Ryden a su paso por el Loa y conservado actualmente en el Museo de Gotemburgo. ¿qué redes sociales se entramaron alrededor de este objeto? ¿cómo llegaron a formarse a partir de prácticas anteriores?

Se trata de una armadura confeccionada con cuero de caimán (que forma la gruesa estructura protectora), sobre la que se aplicaron trozos de piel de mono (formando diseños), fechada recientemente en 805±35 AP. Esta coraza (como lo nota Ryden) hubiera sido sumamente efectiva para proteger el cuerpo de 3

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