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La Calidad Edocativa

danielsilvagodoy28 de Marzo de 2012

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:: portada :: Cultura ::

12-01-2012

La calidad educativa una noción neoliberal propia del darwinismo

pedagógico

Renan Vega Cantor

Rebelión

"El discurso de la calidad en educación funciona como una ‘práctica discursiva’, al tiempo que

contribuye a dar credibilidad y legitimación a las nuevas acciones que declaren retóricamente

pretender incrementarla. ‘Calidad’ se convierte... en un término ‘fetiche’ que permite dar un

‘barniz’ de excelencia a las prácticas cobijadas. ‘Calidad’... tiene el don de la ubicuidad: la

podemos colocar ante los más diversos objetos, acciones, o productos; al tiempo que entenderla de

múltiples formas (resultados, innovación, valores intrínsecos, satisfacción del cliente, etc.)".

Antonio Bolívar, La educación no es un mercado. Crítica de la "gestión de calidad total", en Aula de

la Innovación Educativa, Nos 83-84, julio-agosto de 1999, p.80.

Entre los cambios que han afectado a la educación en las últimas décadas sobresale la imposición

de una nueva lógica, propia de la empresa privada, que ha venido acompañada de la implantación

de un nuevo lenguaje, importado en gran medida del ámbito gerencial. Entre algunos de los

términos que han hecho carrera en el mundo educativo se encuentran privatización, competencias,

medición de resultados, rendimiento de cuentas, competitividad, eficiencia, eficacia, estándares,

acreditación y calidad, ligados a otros más generales como los de "sociedad del conocimiento" o

"era de la información".

Entre estos vocablos sobresale el de calidad educativa, una de las muletillas más socorridas del

discurso neoliberal en todo el mundo y, por supuesto, no lo podía dejar de ser en Colombia, donde

esa retórica ha penetrado en todas los niveles del sistema educativo, incluyendo a la universidad

pública.

Lo preocupante estriba en que al mismo tiempo que gran parte de los críticos del neoliberalismo

pedagógico rechazan con firmeza la privatización y mercantilización de la educación y la nueva

lengua franca que se impuesto, ellos mismos aceptan sin ninguna distancia crítica la noción de

calidad de la educación, como si este término se pudiera aislar del resto del proyecto neoliberal, y

fuera posible y deseable incorporado a una propuesta de defensa de la educación pública.

En este artículo se pretende demostrar que un proyecto de educación crítico e integral, no puede

asumir el término de calidad educativa ni, por supuesto, su contenido, porque éste forma parte del

darwinismo pedagógico que se ha impuesto en las últimas décadas y que ha arrasado con los

sistemas públicos de educación en todo el planeta.

Esta crítica a la noción neoliberal de calidad educativa se hace a partir de la premisa que "ha

llegado el momento de comenzar a pensar en utilizar otros conceptos para referirnos a propuestas

de política educacional que tengan como objetivo promover una educación que considera al ser

humano como una totalidad que debe interactuar con la sociedad de forma consciente y no como

quien está llamado a concretar un legado natural" [i] .

GENESIS DEL TERMINO CALIDAD EDUCATIVA

El término calidad educativa ha sido tomado del ámbito empresarial, en el cual se acuñó hace

algunas décadas la noción de calidad total. En un principio, calidad se utilizaba para referirse a un

producto material, por ejemplo un enchufe, un martillo o una herramienta, para decir, por ejemplo,

que ese destornillador era de buena calidad. Esa denominación se usaba para catalogar a objetos

materiales, pero desde la década de 1980 el vocablo se hizo extensivo, vía neoliberalismo, a los

"servicios públicos" en el que se incluyó a la educación.

Es bueno recordar que en 1966 se uso por primera vez en la literatura especializada el término de

calidad educativa cuando el economista Charles Beevy escribió el libro La calidad de la educación

en los países en desarrollo. En 1968, Philips Cooms, un experto de la UNESCO, en su libro La crisis

mundial de la educación retoma la misma noción de calidad educativa con el sentido que ahora se

le da. Pero solamente hasta 1983 en los Estados Unidos, cuando se publicó el Informe de la

Comisión Nacional de Excelencia en Educación (conocido como Una nación en riesgo), se habla

directamente de "calidad educativa" como un lineamiento de política por parte de un Estado [ii] .

Esta comisión se propuso estos objetivos: evaluar la calidad de los procesos de enseñanza y

aprendizaje en las escuelas, colleges y universidades; comparar esas escuelas y colleges con los de

otras naciones industrializadas; "estudiar las vinculaciones existentes entre los requerimientos para

la admisión de los estudiantes de ‘High School" y universidades y el desempeño académico de

quienes se gradúan"; identificas aquellos programas educativos que hayan generado éxitos

notorios en los colleges; evaluar la forma como los cambios sociales que se habían presentado en

los Estados Unidos en los 25 años anteriores habían afectado el desempeño de los estudiantes; y

definir con claridad los problemas a enfrentar y superarlos con decisión en busca de la excelencia

educativa [iii] . De ahí en adelante el término de "calidad educativa" se introdujo en la jerga oficial,

e incluso entre sectores críticos, hasta convertirse hoy en un lugar común, cuando ningún gran

pedagogo y educador ha utilizado tal término, que ha sido extraño a la reflexión sobre las grandes

cuestiones de la educación.

Al introducir la noción de calidad en la educación también se están involucrando aspectos

coetáneos, propios del mundo empresarial, a los sistemas educativos, tales como el control de

calidad, mejoramiento de calidad, aseguramiento de la calidad. Con todas estas denominaciones

tecnocráticas se está diciendo que la educación debe considerarse como una empresa, que

produce mercancías, y esas mercancías deben estar sujetas a procesos de control que apunten a

generar mejores resultados, que pueden ser cuantificados y estandarizados. En concordancia, se

establecen mecanismos y organizaciones externas a las escuelas y universidades que se encargan

de certificar y de acreditar que una institución es de "calidad", y a las mismas se les concede el

rotulo que las califica como de "alta calidad".

Como la calidad total proviene del mundo de la gerencia, a la educación se le atribuyen los mismos

atributos que se le exigen a cualquier empresa: eficiencia, rendimiento, productividad

incrementada a bajo costo, satisfacción de los clientes, competitividad, eficacia, innovación,

rentabilidad, éxito y excelencia... Además, se supone que alcanzar todas esas metas debe ser una

responsabilidad del centro educativo, de sus directivos y profesores, todos los cuales deben ofrecer

una mercancía de calidad, en abierta competencia con todos los otros centros educativos, para

satisfacer los gustos de los clientes. Examinemos con más cuidado algunos de estos componentes

del vocablo neoliberal de "calidad educativa".

LAS TRAMPAS DE LA CALIDAD DE LA EDUCACION

Cuando se abusa tanto de un vocablo como el de calidad de la educación se imponen una serie de

trampas terminológicas, intrínsecas y extrínsecas, cuya finalidad radica en presentar unas

determinadas políticas y decisiones educativas como si fueran naturales, un resultado de fuerzas

irreversibles, ligadas al mercado, un eufemismo para no nombrar al capitalismo. En ese sentido, la

calidad educativa aparece como un término normal, indiscutible y que todos debemos aceptar. Sin

embargo, si se examina con cuidado, lo que se imponen son unas trampas ideológicas, unas seudo

verdades de sentido común, que no resisten el más mínimo análisis [iv] .

Trampas intrínsecas

Una primera trampa intrínseca es la relativa al papel decisivo del cliente en la definición de calidad

educativa. Al respecto se pregona que la calidad está relacionada con lo que se entiende por

rendimiento académico, o sea, algo que puede ser mensurado en forma objetiva y cuantitativa por

parte de los clientes, a los que se les presenta un listado de las instituciones más exitosas, y éstos,

finalmente, seleccionan donde deben estudiar sus hijos. En concordancia, se estipula que éstos son

los que al estar satisfechos con el producto que se les vende dictaminan la calidad de la educación.

Si los padres de familia, influidos por su posición de clase, sus ingresos económicos, la publicidad

favorable a la educación privada y mercantil, consideran que es una mala escuela aquella que

pretende formar integralmente a sus hijos, ofreciéndoles, por ejemplo, cursos de ciencias sociales y

humanidades, porque creen que educación de calidad debe enseñar economía, gerencia, finanzas y

marketing, pues serán ellos los que con sus pagos incidirán en lo que deben enseñar o no las

instituciones educativas. De esta forma, se impone la noción de calidad como satisfacción

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