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La Educación Legal Como Preparación Para La Jerarquía - Duncan Kennedy


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  1.376 Palabras (6 Páginas)  •  871 Visitas

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Las facultades de derecho son lugares intensamente políticos, la concepción mercantil de las facultades, la infinita atención al árbol que impide ver el bosque, la simultanea formalidad y superficialidad con la que se abordan las limitadas tareas que parece haber a mano, todo esto es solo un parte de lo que sucede. La otra parte es un entrenamiento ideológico para servir voluntariamente a la jerarquía del estado de bienestar empresarial. Decir que las facultades de derecho son ideológicas significa decir que lo que los profesores enseñan junto con los conocimientos básicos está mal.

Lo que pretende inculcar es que es natural, eficiente y justo que los estudios jurídicos, la profesión de abogado en general, y la sociedad a la que los abogados prestan sus servicios estén organizados de acuerdo a los patrones actuales de jerarquía y dominación. Los estudiantes solo aceptan las cosas como son, y la ideología disipa toda oposición. La experiencia del primer año. Mientras que en la primera concepción del estudiante aspira a ayudar al oprimido y transformar la sociedad extrayendo el contenido latente de un ideal valido, en la segunda el estudiante en parte como técnico, en parte como un experto de judo, capaz de poner la mesa patas arriba justamente porque nunca se dejara convencer por la retórica que es tan importante para los otros estudiantes. También la gente piensa que las facultades de derecho son sumamente competitivas, que son lugares en donde se cultiva y se premia un estilo duro y agudo que requiere un trabajo incansable. Los estudiantes entran a la facultad pensando que van a desarrollar ese aspecto de sí mismo (la experiencia les demostró que aspectos propios que en un comienzo desaprobaban, terminaron gustándoles y pareciéndoles deseables). También está el tema de la movilidad social. Casi todas las personas cuyos padres no formaron parte de la inteligencia profesional y técnica parecen sentir que ir a la facultad de derecho es un avance en la historia familiar. La primera experiencias en el aula, más que disipar la ambivalencia, la aumenta. Los profesores son en su gran mayoría, blancos, varones de modelos típicos de clase media y heterosexuales. Reina en el aula una jerarquía extrema. Hay una exigencia de pseudoparticipación en donde uno lucha desesperadamente, delante de una gran audiencia, para tratar de leer la mente de un profesor decidido a confundirlo. Esa pseudo-participacion, hace que todos estén atentos acerca de cómo les va a los demás, con lo que surgen innumerables criterios de comparación. Llega información de todas partes y se esclarecen cosas que uno conocía pero no comprendía. Enseguida se hace evidente que ni los estudiantes ni el cuerpo docente son tan homogéneos como parecía al principio. Existe un aspecto perturbador en este proceso de diferenciación: en la mayoría de las facultades de derecho, los profesores más populares son aquellos menos orientados hacia la discusión política. Los más abiertos, parecen dejar menos cosas en claro, divagan más y uno empieza a cuestionarse si debido a su amabilidad no sacrifican esa cualidad de metafísica llamada rigor, considerada esencial para pasar el examen de matriculación y en el mundo adulto de la práctica profesional. Hay una experiencia intelectual que de alguna forma se corresponde con la emocional: la gradual revelación de que no hay demasiado espacio para ideales progresistas y ni siquiera para un pensamiento liberal comprometido en la sueva superficie de la educación jurídica. Los estudiantes se esfuerzan por adquirir conocimientos firmes y se esfuerzan contra cualquier filtraje de depresión pre-profesional. Pareciera que el contenido intelectual del derecho consiste en aprender las normas y al mismo tiempo alguna manera de alentar al juez en turno que estuviese dispuesto a hacerlas más humanas. Los ocasionales casos referidos a hechos que causan indignación, y en los que la solución judicial no hace más que justificar y tolerar la situación indignante.

El primer tipo de casos, casos fríos, es tan aburrido que resulta difícil interesarse en ellos, entenderlos y hasta no dormirse leyéndolos. Pueden versar sobre cualquier tema, siempre y cuando no contengan ninguna implicación política, moral o emocional. El otro tipo de casos, casos calientes, generalmente invoca a un demandante que provoca cierta simpatía

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