La "Naturaleza" de la nacionalidad, Stolcke (reseña)
Enviado por Anna López Salvatella • 26 de Diciembre de 2018 • Reseña • 489 Palabras (2 Páginas) • 130 Visitas
Es difícil definir y distinguir con precisión términos como nacionalidad, ciudadanía, nacionalismo, o identidad nacional. Precisamente esta es la labor que desempeña la autora en este texto, remontándose a hechos históricos de la creación de los estados modernos europeos en el siglo XIX para entender la confusión y el proceso de naturalización que han sufrido estos conceptos.
No debemos olvidar que la pertenencia a un Estado implica mucho más que un mero sentimiento hacia este. Este sentimiento subjetivo es el que ha llevado a fusionar erróneamente los términos de ciudadanía y nacionalidad, pero históricamente, la condición jurídica del individuo -con sus derechos respectivos- la relación previa entre el individuo y el Estado y la pertenencia al Estado nacional según las normas jurídicas son los que marcaron y marcan la nacionalidad de un individuo. Para ello, Stolcke, se centra en la etapa de formación de los Estados nacionales europeos, concretamente en el nacionalismo francés, alemán y británico. Aunque sus procesos no fueron idénticos, todos compartieron una misma contradicción.
El espíritu revolucionario para conseguir Estados modernos que conllevaran al autogobierno y la libertad, chocó con las diferentes delimitaciones conservadoras de la relación nación-pueblo y atribución de la nacionalidad por jus sanguinis (ley de sangre) en Francia junto con jus solis (ley de suelo o lugar de nacimiento) en Alemania o la fidelidad a la corona y al Parlamento como vínculo esencial en el caso inglés. En los tres casos apartando totalmente a las mujeres, convirtiéndolas en ciudadanas pasivas que dependían totalmente de la nacionalidad de su marido y en los dos primeros, impidiendo a los extranjeros el derecho de ciudadanía. Precisamente los enfrentamientos territoriales solían justificar estas condiciones, alegando que, en el concepto de identidad nacional, “raza” y “nación” eran sinónimos, difundiendo así, indirectamente, el concepto de racismo.
Todas estas contradicciones en la “Europa moderna” se evidenciaron aún más al compararse con el continente americano, donde las mujeres conquistaron la nacionalidad tres décadas antes y los inmigrantes fueron siempre considerados ciudadanos potenciales.
Así pues, lo que tenía que ser unos Estados nacionales modernos con ideales liberales se convirtió en un concepto de nacionalidad derivado de una moralidad personal que convertía el patriotismo en un atributo casi “natural” de la persona (aquí el concepto de naturalización), pero a la vez egoísta, machista y racista.
Personalmente, aun anhelando un mundo entero unido como indica Virginia Wolf, comparto totalmente las palabras finales de Verena Stocke, que nos devuelven a la cruda realidad. Aunque es evidente que el papel de la mujer o la inmigración en la Europa actual difiere mucho de la situación del siglo XIX explicada a lo largo del artículo, es evidente
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