La instalación del Grupo de Amistad México-Bolivia

Por Roberto López Rosado

La semana pasada tuve el gusto y el honor, en mi calidad de diputado federal por Oaxaca, de instalar el Grupo de Amistad México-Bolivia, donde aproveché para enviar un saludo fraternal y afectuoso al Presidente de ese país, Evo Morales Ayma.

Es innegable el respeto que tiene el gobierno boliviano por los pueblos originarios; respeto a las autonomías de los territorios ancestrales. La Constitución boliviana de 2009 establece que Bolivia es un Estado plurinacional y pacifista que promueve la cultura de la paz, la cooperación entre pueblos y el rechazo a la guerra como instrumento de solución de conflictos.

En Bolivia existen cuatro niveles de descentralización, en donde uno de estos, el llamado Gobierno Indígena Originario Campesino, es sin lugar a dudas, una pieza importante de la administración boliviana que permite el autogobierno de pueblos indígenas en territorios ancestrales que actualmente habitan.

En los últimos años, Bolivia ha avanzado de manera destacada no sólo en su economía, sino que se ha vuelto un ejemplo de respeto y reconocimiento a sus grupos originales, situación que en nuestro país no se ha dado, por eso, uno de los grandes desafíos del siglo XXI en nuestro país, es lograr la verdadera multiculturalidad, la convivencia plural y democrática, y la unidad en la diversidad encaminada hacia el respeto y el derecho de los pueblos indígenas de México.

Estamos ante la oportunidad histórica de impulsar nuevos retos que permitan al Estado y a la sociedad mexicana tomar conciencia de las demandas que desde hace más de quinientos años nuestros pueblos originarios vienen exigiendo por el arrebato sufrido en el proceso colonial que trajo como consecuencia la conquista y el avasallamiento por parte de los españoles.

Resulta injusto señalar que después de que nuestros hermanos indígenas fueron los dueños originarios de las tierras donde actualmente se encuentra asentada y desarrollada nuestra nación, sean hoy un sector minoritario objeto de la desigualdad, discriminación, explotación, negación, invisibilidad y el exterminio por parte del Estado mexicano.

Muchos estudios se han hecho en nuestro país sobre el indigenismo o reportajes importantísimos como aquel que hiciera el peridodista Fernando Benítez: Los Indios de México, donde recrea en su trabajo, las costumbres, la magia, la dignidad pero también la tragedia de las muchísimas etnias, en su encuentro con ellos, como lo fue esa experiencia de haber convivido con aquella indígena oaxaqueña de Huautla de Jiménez conocida a nivel mundial por sus hongos alucinógenos pero también, diría yo, por su sabiduría que le heredaron sus ancestros.

Desgraciadamente el gobierno federal y los estatales, además de la mayoría de los mexicanos, gustan hablar y presumir de los indígenas a partir de una visión folklórica, como si fuéramos una pieza de museo, donde las políticas públicas gubernamentales mantienen en los hechos, alejadas del cumplimiento de las expectativas y principales demandas de los pueblos.

En el discurso, a los indígenas, siempre se ha hablado de protegernos y se nos ha catalogado como un ente marginal pero nunca

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