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La obligación de madurar en un mundo donde no es requerido


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2022  •  Ensayo  •  3.343 Palabras (14 Páginas)  •  50 Visitas

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Universidad autónoma de Chihuahua

Facultad de ciencias políticas y sociales

Asignatura

Lenguaje y comunicación

Ensayo: La obligación de madurar en un mundo donde ya no es requerido.

Alumno: José Eduardo Orozco Sáenz         

Docente: Ángel Alfredo García Zubia

11 de marzo del 2022

La madurez, ese proceso por el cual nuestros abuelos pasaron, nuestros padres también lo hicieron, y por el cual nosotros ya hemos pasado, o estamos a punto de hacerlo; tedioso para algunos, necesario para otros y aterrador para unos cuantos, la madurez parece ser un ente que nos asecha y restringe nuestra juventud, nuestra felicidad, nuestro tiempo. Pero ¿Somos capaces de identificar la madurez?, ¿Los comportamientos considerados como maduros o inmaduros realmente nos definen?, y sobre todo ¿realmente necesitamos ser un individuo totalmente maduro para que nos consideren un miembro funcional de la sociedad? Cada día es más común ver individuos que “ya pasaron por la madurez” disfrutando de ciertos placeres como la música, las películas, los libros y en general, cultura que según la sociedad, a ellos ya no les corresponde, pues pasaron por ese umbral que los distingue e identifica como “un miembro productivo de esta sociedad”; si miramos al otro lado, para la mayoría de individuos jóvenes, más concretamente, aquellos que van entrando a la edad de entre 18 y 20 años, edad en la cual el estado ya los considera como “adultos”, la madurez es algo atemorizante, un peso inmenso que cae sobre sus hombros, un sinfín de ideas como trabajo, familia, responsabilidad, entre otras, que no hacen más que abrumar a esos individuos que solo buscan disfrutar de ese momento de plenitud en el que se encuentran; conceptos como ansiedad, depresión, crisis y demás se vuelven comunes ante la inminente llegada de la madurez, llegando a condensarse en términos médicos como la llamada “crisis del cuarto de vida” o la “crisis de los 18 años”. A lo largo de este escrito se abordará el concepto de madurez como tal, como está cada vez es más infrecuente en esta sociedad cambiante y como en realidad no es algo que podamos definir con exactitud pues las percepciones que se tienen de esta, no son definitivas, y fluctúan a lo largo del tiempo.

Para iniciar me gustaría presentar el concepto de “madurar”, la real academia española la define como: “Que ha alcanzado la capacidad mental propia de una persona adulta.” O “Que ha dejado de ser joven, pero no ha llegado a la vejez.” Definiciones bastante subjetivas por un lado y técnicas por el otro, pues, ¿Que se considera como una persona adulta? Me gustaría remarcar que en este texto dejaremos de lado el enfoque fisiológico de la madurez, no tomaremos en cuenta a esta como el proceso por el cual una persona llega a la plenitud de sus capacidades físicas y mentales, sin embargo utilizaremos ciertas nociones para contextualizar un poco sobre percepciones generales que se tienen de  la madurez. Al mismo tiempo, la RAE define a un adulto como la “edad en la que un ser vivo alcanza la plenitud de crecimiento o desarrollo”, concepto que no hace referencia a ningún tipo de actitud o comportamiento, y se basa más bien en el crecimiento físico.

La llamada “crisis del cuarto de vida” o “crisis del cuarto de siglo” es un proceso que se presenta aproximadamente a inicios de los 20 años, período que por muchos es considerado como la “adolescencia tardía” o simplemente como un limbo entre la adolescencia y la adultez, recordando que esta última es el pico de desarrollo fisiológico; la crisis del cuarto de vida se presenta justo en un período de la vida en el que el panorama, el mundo ante nosotros se amplía de una manera inimaginable, nuestros pensamientos, puntos de vista, opiniones y sobre todo, ambiciones, se disparan hacia los cielos, pero es ahí, que la vida misma se enfoca en detenernos en seco; pues nuestras capacidades y recursos nos impiden alcanzar aquello que realmente queremos, generando en los jóvenes, sensaciones de impotencia, miedo, tristeza y ansiedad. Como menciones con anterioridad, no existe una regla o norma en concreto que pueda definir aquellos comportamientos propios de alguien maduro, trabajo, estudios, aficiones, familia, todos estos estándares son construcciones sociales, pues dependen de cada individuo o colectividad de estos, y en este mundo, dichos estándares son formados en su mayoría por los individuos que ya pasaron por la madurez, los individuos “maduros”, los adultos.

Retrocediendo en el tiempo, si miras hacia tus abuelos, puede que estos, al estar a punto de alcanzar lo que se conoce como la adultez, se encontraran con un trabajo estable y con una familia numerosa donde ellos representaban un pilar fundamental de esta; puede que hayan comprado su primera casa, su primer auto y tener un montón de bienes para el desarrollo de su familia; a esa misma edad, lo más probable es que tus padres, de la misma manera, ya se encontraran trabajando, y empezando a planificar su familia, en la que te encuentras tú, y pese a no encontrarse en una posición tan estable, ya se encontrarían definiendo su vida, su espacio y su familia. Esto nos lleva al presente, a los nuevos jóvenes, jóvenes que sienten renuencia a formar una familia, jóvenes que presentan definiciones distintas de lo que es felicidad y realización, y sobre todo, jóvenes que, debido a muchos factores, aun son incapaces siquiera de empezar a formar un patrimonio, de adquirir su espacio, de “madurar” y empezar a construir su vida; pero, ¿realmente esos actos son propios de la madurez? ¿En realidad es necesario poseer casas, autos y tener una familia para definir tu vida?, ¿Quién dictó esas afirmaciones?, la respuesta es sencilla, los individuos que “maduraron bajo esos estándares, individuos a los que la vida los orilló a hacerlo, tu abuelo pudo haber empezado a trabajar y a definir su vida a temprana edad porque no tuvo otra alternativa, porque su familia necesito que así fuera; de igual manera tus padres hayan tenido que hacer lo mismo para alcanzar sus metas; hecho que se respalda en la aversión que tienen los individuos “maduros” por la vejez, por el paso del tiempo.

De igual manera, es un hecho que nosotros y nuestros padres y abuelos, no nacimos con las mismas oportunidades, argumento que casi siempre es empleado de arriba hacia abajo, cuando en realidad, deberíamos aplicarlo de una manera bilateral; regresando al ejemplo de los abuelos, ellos empezaron a trabajar a una edad temprana debido a sus necesidades y a las de su familia, ¿una acción admirable que debería replicarse en un futuro no?, en realidad, pese a haber tenido que “sacrificarse” la realidad es que tu abuelo o abuela, lo más probable es que haya encontrado un empleo que le resultara suficiente para la satisfacción de sus necesidades independientemente de su grado de estudios, simplificando, les fue más sencillo alcanzar la estabilidad y la independencia financiera por factores como los índices de poder adquisitivo, el valor y situación de la moneda, en nuestro caso el peso mexicano, factores que en esta ocasión no nos conciernen; de igual manera, pese a que los estudios, en especial la universidad, fueran elementos difíciles de conseguir, por las mismas necesidades consideradas anteriormente, que resultaban ser prioritarias sobre estos, representaban una garantía, de que ese sacrificio ayudaría a encarrilar tu vida, te encontraría un empleo que te permitiera ser autosuficiente y sentirte realizado al mismo tiempo, o al menos, así se planteaba. Me gustaría compartir un ejemplo muy cercano para un servidor, y es que, a una edad demasiado temprana, más concretamente al salir de la escuela secundaria, mi abuela empezaría a estudiar la escuela normal, para dedicarse a la docencia; posteriormente, y gracias a esta acción, sería capaz de convertirse en un sustento para su familia, y más adelante formar la suya propia; pese a esto, al encontrarse en una situación de estabilidad, con un patrimonio y familia establecidos, estudiaría la carrera de psicología, su verdadera vocación, misma a la que renunció justamente por madurar. Como podemos apreciar, el estudio representó una seguridad para la estabilidad financiara, y dotó a la abuela de un servidor de la capacidad de tomar las riendas de su vida, pero ¿Qué pasaría si aplicamos esta situación a la actualidad? ¿Qué pasa si la vida nos obliga a empezar a laburar para sostenernos sin poseer formación profesional?, ¿Nos alcanzaría?, y por el otro lado ¿El concluir una carrera universitaria nos sería garantía para la búsqueda de un trabajo?, la respuesta, un rotundo no; con esto no busco desacreditar o restar  relevancia de la formación profesional, pues la consideró una herramienta para alcanzar nuestras metas mas no una seguridad, pues de ser así, las expresiones “tienes que ser el mejor”, “tienes que ser el número 1”, “tus notas deben de ser las mejores” y todas aquellas ideas que incitan a la competencia, carecerían de sentido pues esta ha pasado a formar tarde nuestra vida cotidiana, las oportunidades son limitadas, mientras que el número de personas que aspiran a estas parece no disminuir, para nosotros no será igual de fácil conseguir un buen trabajo con simplemente tener una carrera universitaria, viendo hacia los currículos de la demás gente que aspira a un puesto de trabajo, lo más común es encontrar maestrías, doctorados, diplomados, etc. Pues como dije antes, la educación pasó de ser una garantía a una herramienta, y mientras más herramientas se tengan, más fácil será la vida.

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