Las imborrables cicatrices de la hambruna en las nuevas generaciones de venezolanos

Las imborrables cicatrices de la hambruna en las nuevas generaciones de venezolanos

Antaño Venezuela fue una de las economías vigorosas de Latinoamérica gracias a su riqueza petrolera. Después del despilfarro y el robo, hoy ha quedado un país andrajoso que padece la peor crisis humanitaria y económica de su historia. Millones se exiliaron, el 96% de la población es indigente y el aparato productivo fue aniquilado. Es el resultado de la gestión corrupta de la tiranía socialista que además desencadenó una hambruna que golpea a todos los sectores, especialmente a los niños, que están marcados de por vida por la desnutrición. A las nuevas generaciones les robaron su futuro y, por eso mismo, el de Venezuela también.

En el informe publicado el pasado año por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) calcula que los niveles de desnutrición presente en los niños menores de cinco años en Venezuela son equiparables con los de los países empobrecidos del mundo. El organismo de la ONU estima que el 8% de estos jóvenes, más de 166 mil, caen dentro de la calificación de desnutrición, pero esa cifra se quintuplica a 639 mil, el 30%, si les sumamos a los que evidencian desnutrición crónica.

Y la triste situación de estos pequeños inocentes castigados por el despotismo comunista se recrudeció como consecuencia de las medidas de contención de la pandemia, la paralización de la actividad económica ha limitado la capacidad de sustento de sus padres y el cierre de los colegios priva a los más necesitados del desayuno, que era el único lugar donde podían complementar su modesta alimentación con ese platillo.

Las dos décadas del chavismo en el poder han convertido a Venezuela en el país más pobre de la región y en el más hambriento también, superando en casi todos los parámetros a Haití. Otro problema derivado del poder adquisitivo inexistente y que padecen alrededor 2,3 millones de personas es la subalimentación, como no pueden comprar los alimentos nutritivos por lo caro que son su sistema inmune está comprometido y eso los vuelve más susceptibles a las enfermedades.

Por otro lado, en el mismo informe de la PMA encendió las alarmas sobre nuestro país al ubicarlo entre los cuatro territorios que más padecen de inseguridad alimentaria en el mundo, su conclusión luego de haber entrevistado a 8.400 familias y constado sus paupérrimas condiciones socioeconómicas. Del mismo documento se extrae que el número de venezolanos que pasan hambre es de alrededor de 9,3 millones, lo que equivale a un tercio de la población (32,3%).

La desnutrición crónica es una cicatriz que en numerosas circunstancias es imborrable y con la cual nuestros niños y niñas deberán cargar por el resto de sus vidas. Si nos ponemos a pensar en los retos que les depararán en el porvenir y lo complicado que les resultará superarlos como secuela de la falta de nutrientes en la infancia, se nos fragmenta el alma como cristal.

Este tipo de desnutrición es el más severo y dañino de todos. Los síntomas se muestran incluso antes de nacer, durante la etapa de gestación, cuando la madre no ha ingerido la cantidad de proteínas suficientes. Este periodo que incluye los dos primeros años de vida se lo conoce como 1000 días críticos para la vida, al tratarse de la etapa en que se produce el desarrollo básico del niño. Las nuevas generaciones de venezolanos serán pequeños, de bajo rendimiento escolar, de cuerpos enclenques y serán afectados constantemente por las enfermedades. Habrá en nuestro futuro una desigualdad a causa del hambre.

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