Lecturas etnográficas el viajero subterráneo

El viajero subterráneo: un etnólogo en el metro

Libro de Marc Augé

El texto de Marc Augé se presenta, de manera muy general y sin desglosar los detalles particulares de la etnografía, como una suerte de cartografía escrita del metro de Paris, un medio bien conocido por el autor y dada esta identificación generalizada del entorno, se configura como el ejemplo también generalizado del espacio muestral a tomarse en cuenta para la resolución de la incógnita planteada, la identificación del metro como un mundo social subterráneo.

Ahora bien, en primer lugar, se sitúa al viajero en el metro, un ser curioso que descubre la disposición de la geografía del metro y sus similitudes con el mundo exterior, con el ámbito social “tradicional”, la superficie y la ciudad que contiene el metro, la forma en la que esta se comunica entre sí bajo sí misma, y cómo el pasar por determinados puntos en el metro, se activa una memoria subconsciente, automática y asociativa que trae consigo recuerdos asociados a ciertos momentos determinados con dicha estación, recuerdos que se ven impregnados del carácter obligatorio del uso del metro.

Por su parte también se presenta la interconexión de las líneas del metro, y así mismo ese entrelazamiento mental que se hace con los totales desconocidos del metro, pues a pesar de que no se sabe nada de ellos, con una simple mirada se puede determinar que quizá, esas personas están en el mismo canal, realizando una conexión psicológica de similitudes a un nivel casi psíquico. De esta forma, el autor establece que la conexión de la psiquis de los involucrados en el ambiente de un metro se da y a la vez no, generando la paradoja del otro, sin embargo, esta paradoja se duplica al plantear la diferenciación de las culturas y así mismo la diferencia entre las culturas de los metros , creando así la paradoja de los dos otros, puesto que todos los que se encuentran en el metro son una conexión de otros y así mismo, entre diferentes metros se crean diferentes otros culturales, que tienen sus propias creencias y sus propios lenguajes, pero aun así, crean lazos con distintos ambientes y se nutren de estas diferenciaciones. Para poder dar explicación a esta paradoja, se nutre de un ejemplo desde lo generacional, las juventudes tienen su propia historia personal y los miembros más antiguos de las sociedades también, sin embargo, estos últimos creen que está en las manos de los primeros darle vida a la historia general del mundo y que en sus manos está dejar de lado a las generaciones más antiguas para cambiar la historia que estos han hecho.

Ahora bien, explica que cada ambos grupos crean una comunidad falsa que, a pesar de tener cosas en común debido a los ambientes de crianza y de convivencia, se diferencian y crean sus propias conexiones por la forma en la que se dan estas mismas con el tiempo, precisamente de ahí se derivan las tradiciones, de estas conexiones y de la preservación de los elementos comunes entre generaciones, tal y como lo afirmó Durkheim(1912): “No puede haber sociedad que no sienta la necesidad de conservar y reafirmar, a intervalos regulares, los sentimientos e ideas colectivos que le proporcionan su unidad y personalidad.”(p. 397) Es así cómo, al igual que las tradiciones, los nombres de las estaciones del metro se configuran como una tradición implícita, una memoria colectiva que se configura con las memorias individuales de todas las personas que pasan día con día por estas, ellos mantienen la memoria geográfica del metro y la reconfiguran a su antojo, de acuerdo a consensos implícitos con

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