Masculinidades: Una extrospección personal
Enviado por sin apodo • 18 de Octubre de 2018 • Ensayo • 5.177 Palabras (21 Páginas) • 131 Visitas
Masculinidades: Una extrospección personal.
Por Diego Gaete Orellana.
Cuando uno nace, en el momento que el doctor dice ¡es un niño!, podría decirse que se nos es, más o menos, planeada y, a la vez, arreglada la vida. Tendremos todas las libertades y privilegios de quien ostentará un trono cultural en la sociedad. A diferencia de las mujeres, los hombres creceremos jugando a ser reyes de un mundo que eventualmente dominaremos. Ejerceremos una sumisión simbólica, desde la cual, de manera dicotómica, se definirá culturalmente lo que nos corresponde a nosotros y lo que les corresponde a las mujeres. De esta manera, lo masculino y femenino aparecerán en escena como categorías homólogas en oposición, desde las cuales se dividirá y repartirá el arriba y el abajo, la izquierda y la derecha, lo público y lo privado (Bourdieu en Schongut, 2012).
Las mujeres históricamente han sido relegadas al ámbito privado, siendo criadas, a diferencia de los hombres, para sobrevivir en un mundo cuyo lugar asignado es el de la subordinación a estos. Para dar cuenta de esta opresión y realidad, fueron fundamentales los estudios con epistemología feminista, los que hablaban de la mujer mediante un discurso que provenía de ellas mismas, alejándose así de la forma típica de producir conocimiento (Schongut, 2012). Esto pues, si el patriarcado está enclavado en la estructura misma de la sociedad, sus formas de producir conocimiento también estarán teñidas por aquella forma patriarcal (Pérez en Schongut, 2012) (ahondaremos en esto más adelante).
El que los hombres estuvieran siempre en una posición de privilegio no me hacía pensar a fondo en ellos. Por ser homosexual, y aceptarme tardíamente como tal, nunca me sentí realmente como un hombre propiamente tal. Siempre miré con curiosidad la naturalidad con la que compañeros o familiares expresaban su masculinidad, a lo cual me queda imitar o aguantar las burlas, el desprecio, la humillación y las preguntas incómodas. Con el feminismo y tras entrar a la universidad, un espacio donde conocí gente con quienes la presión dejó de existir, la idea de que el patriarcado también oprime a los hombres (Carosio, 2007) me hizo repensar la identidad que hasta ese momento ostentaba como propia.
No obstante, tras una reflexión me di cuenta de que, sin importar qué tan ambiguo o enajenado de ser un Hombre, como arquetípicamente es concebido uno, me sintiera, la sociedad aplicaría sobre mí privilegios inherentes al género que me fue asignado al nacer y hoy aparento. Me di cuenta de que, sin importar cuánto me incomodase haber sido criado como hombre, haber crecido volviéndome uno y hoy tener que lidiar con serlo, así es como me veo, como la sociedad me ve, y, por ello, habito privilegios y espacios a los que las mujeres no tendrán acceso, no importando lo masculinizadas que sean.
¿Por qué considero relevante estudiar las masculinidades? Bueno, desde un punto de vista sociológico las masculinidades son interesantes puesto que son los hombres quienes en la mayoría de los casos ejercen violencia sexual (Quiroz y Pineda, 2009), quienes tienden a actuar de manera depredadora (Blázquez, 2012). También, porque en el desarrollo de políticas públicas se denota una falta de atención a los hombres, dejándolos libres, por ejemplo, para buscar a otra pareja y seguir replicando las dinámicas de abuso (Universidad Diego Portales, 2009). Hay una falta de ocupación en el sentido de realizar una rehabilitación efectiva de tales dinámicas nefastas (Aguayo y Nascimiento, 2016; Universidad Diego Portales, 2009). Se sostendrá aquí que esto (y aquí va una hipótesis) por una falta de interés crítico y deconstructivo del fenómeno que es la masculinidad.
Ahora bien, el estudio de las masculinidades no es algo tan nuevo. La perspectiva de género feminista permitió transformar la visión universal sobre los sexos en una diversidad de expresiones de feminidad y masculinidad, éstas no respondiendo a esencialismo alguno sino a construcciones históricas, sociales y culturales (Ramírez en Schongut, 2012). No obstante, si bien las primeras conceptualizaciones de la masculinidad son históricamente remontables incluso antes del siglo XVIII, donde el concepto era formulado en contraste a la femineidad (Connel, 1997), tras un complejo debate devenido de la emergente epistemología feminista (Connel, 1997; Gutmann, 1999), desde hace 20 años que se vienen realizando estudios en América Latina que abordan las subjetividades y prácticas de diversas masculinidades (Aguayo & Nascimiento, 2016). Dentro de sus resultados, se devela la falta de una perspectiva de género que aborde las distintas y diversas formas de ejercicio de violencia de parte de los hombres, la falta de avances en el tema de salud tanto físico como mental en hombres, y en quienes trabajan las masculinidades se ve una falta de diálogo mayor e intercambio con el propio feminismo y movimientos de mujeres (Aguayo & Nascimiento, 2016).
Esto me llevó a formularme la pregunta ¿cómo se construyen las masculinidades? Como objetivo principal de este ensayo, pretendo describir cómo ha sido la construcción de las masculinidades. De manera secundaria, relataré los cambios epistemológicos que ha tenido la aproximación al concepto de masculinidad hasta el día de hoy, revisaré si las construcciones de masculinidad dialogan con las nuevas concepciones sobre el género que emergen desde el feminismo con un ideal emancipatorio que busca interpelar (Carosio, 2007), y, reflexionar sobre la posición de estas construcciones ante las nuevas políticas de género que no necesariamente las incluye en su ideario transformatorio de sociedad, puesto que las masculinidades y su desarrollo están situadas de manera histórica y socio-espacialmente (Gutmann, 1999; Carosio, 2007).
Cambios epistemológicos.
En un principio, la masculinidad era inherente a ser hombre y no fue hasta el estudio del género que esta concepción inició su mutación. En Gutmann (1999) podemos ver cómo el estudio del género llegó a conformar el cuerpo teórico y empírico más importante dentro de la antropología. No obstante, estos estudios seguían siendo equiparados a estudios de las mujeres.
Además, podían revisarse hasta cuatro formas distintas mediante las cuales los antropólogos definían y usaban el concepto de masculinidad y las nociones relativas a la identidad masculina, la hombría, la virilidad y lo que son roles masculinos. El primer concepto de masculinidad se definía por cualquier cosa que los hombres pensaran e hicieran, el segundo afirmaba que ésta era todo lo que los hombres pensaran e hicieran para ser hombres, el tercero planteó que algunos hombres, de forma inherente o por adscripción, eran considerados más hombres que otros hombres, y la última forma subrayó la importancia central y general de las relaciones masculino-femenino, siendo la masculina cualquier cosa que no sean las mujeres (Gutmann, 1999). Fluidez en los propios conceptos y una falta de rigor teórico terminaba por confirmarse al ser usadas más de una de estas formas, por parte de los investigadores, para abordar los temas de investigación (Gutmann, 1999).
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