Medicina Tradicional

Sustancialmente, las clases sociales pudientes altamente medicalizadas, que tienen el acceso a los trasplantes de órganos, son las más desconfiadas de la desacreditada ortodoxia médica, y son quizás las que con mayor vehemencia requieren de los avances, en la sinergia de la Medicina Tradicional; y es curiosamente a la inversa, los que nunca han tenido acceso a la Medicina Científica, son los que reclaman mayor atención médica, subestimando lo propio, lo heredado por su cultura. Pero el pobre, el que vive incluso a pesar de su miseria, situado dentro de su entorno ecológico, fuera de cualquier cinturón metropolitano, es el poseedor del arsenal terapéutico de la naturaleza y quizás, el que se encuentre más saludable.

En países altamente tecnócratas, que han superado obstáculos de espacios transnacionales comprometidos, lograron incorporar la Medicina Tradicional a sus sistemas de legislación, de servicios y de producción, su cobertura de salud es ampliamente satisfactoria; pero México y muchos países del llamado tercer mundo, mantienen una tibieza desesperante dentro de su burocracia, ignorante de las necesidades y riquezas de su pueblo, pudiendo aprovechar el gran potencial cultural heredado ontogénicamente, en el fortalecimiento de sus políticas de salud, venciendo el rezago jurídico la demagogia y el paternalismo mal entendido.

En épocas de crisis de salud, se han controlado sus estragos mediante la organización de recursos y estrategias de la Medicina Tradicional, y fundamentalmente se ha logrado coartar, en gran parte, la mala nutrición mediante el conocimiento de explotación racional de la naturaleza, aún virgen genéticamente, fortaleciendo la conciencia de que el futuro de la salud mexicana, se encuentra en las plantas medicinales y nutricias, que aún no se han extinguido ni han sido transgenizadas, en su totalidad.

¿En qué términos se encuentra la salud indígena y la Medicina Tradicional en su estado actual de evaluación?

Si bien es cierto, que México posee un mosaico pluriétnico y multicultural, representado en cierta medida por 62 grupos indígenas que comprenden, herederos originales de nuestra patria, contaminados en el fenómeno de globalización pero sostenedores de la identidad cultural soberana del país; sin embargo, ello no significa que la Medicina Tradicional, sea indigenismo únicamente ni que el sustrato de su esencia se encuentre solamente en ellos.

Es alentador para los mexicanos, constatar la gran riqueza étnica y ecológica en un territorio, que comprende los cinco microclimas del mundo que proporcionan, una gran abundancia tanto de métodos terapéuticos como de sustancias medicinales, lo que permite realizar la adecuada diferenciación entre salud indígena y Medicina Tradicional; porque nuestros aborígenes, se encuentran inmersos dentro de la cobertura de los programas de tecnología apropiada de los Sistemas Locales Mixtos de Salud, más no así en la integridad del contexto de la Medicina Tradicional, tal y como erróneamente se le pretende sincretizar.

Existe absoluto respeto y promoción a la Etnomedicina, utilizada demagógicamente como un acercamiento al fracasado eslogan de “La salud para todos en el año 2000”, pero indiscutiblemente que no deberían ser marginados de la Medicina Científica, que hasta ahora ha sido exclusividad de las clase sociales de economía solvente, porque la Medicina Tradicional no deberá considerarse hegemonía del indigenismo, aunque no sean asalariados, deben tener derecho a la atención integral de la salud.

Cierto es que los naturales dentro de su entorno, han subsistido y trascendido con el saber curativo heredado, tanto el conocimiento herbal como el valor de la relación humana enfermo-curador y sus sistemas lingüísticos de comunicación que respetan cultura e idiosincrasia, siendo guardianes autócratas de la Medicina Tradicional regional, que no es exclusiva del conocimiento indígena, porque es patrimonio nacional, mas no universal, como lo han pretendido y aprovechado investigadores transnacionales, asentados supuestamente en su territorio y apoyados por la ausencia de leyes mexicana protectoras de su patrimonio que explotan al indígena su sabiduría transformada en millones de dólares y enriquecimiento científico entre instituciones, a cambio de unos cuantos pesos y el desarraigo de nuestra cultura.

La Medicina Tradicional constituyen las raíces de un tronco común del cuidado de la salud, conformando su esencia filosófica con sus variantes conceptuales desde los prolegóeperios de la Historia de la Medicina; como Hipócrates (aproximadamente entre 460 y 370 a.C.), considerado el “Padre de la Medicina”, quien consolidó y difundió la sistematización del conocimiento milenario, que comprende aun a la Medicina Contemporánea.

Las diversas alternativas terapéuticas o métodos de atención primaria, como la curación por los contrarios (Alopatía) u otros; constituyen herramientas de éste marco conceptual, que complementan su Sistema Único e Integral de Asistencia a la Salud.

La Medicina Tradicional constituye el enfoque multidisciplinario de la salud, reconoce una solo Medicina con estrategias curativas múltiples abordadas formalmente con el método científico en éste siglo XXI.

La Medicina Tradicional se fundamenta en el Artículo 4to Constitucional, referente al derecho a la salud, que reconoce a México como un país multiétnico y pluricultural, y propugna el respeto a las costumbres y tradiciones preventivas, curativas y nutrimentales de la eco cultura de los pueblos; enriqueciendo opciones de diagnóstico y terapéutica, dentro del conocimiento popular.

La salud de nuestros aborígenes, indiscutiblemente pertenece a este enfoque científico y cultural, por su constante dinamismo evolutivo y permanente, cuyo método de observación y comprobación de eficacia, no se agota cada 5 a 10 años por obsolescencia en sus propiedades, como sucede con algunos fármacos que crean resistencias, mutaciones, inmunodeficiencias y hasta francas teratogénesis.

La Medicina Tradicional ha crecido ininterrumpidamente y de manera vertical, siendo esperanza dentro de la herbolaria. Los hallazgos que resuelvan males, que agobian a la humanidad con enfermedades de la civilización, tales como el cáncer, SIDA, Fascitis Nécrosante de la bacteria carnívora, Ébola, etcétera; así como, por la riqueza de su relación médico-paciente, que complementan la nueva Cultura de Salud Mexicana e Iberoamericana.

Por lo tanto habrá que desmitificar el curanderismo con el indigenismo, y a ambos con la Medicina Tradicional; y conceptualizarla a ésta desde el autocuidado y autorresponsabilidad ciudadana, debidamente aculturada, de mantenerse sana dentro de un ambiente ecológico saludable, partiendo de la premisa de la Medicina Doméstica, cuya base es: “la mujer

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