Niñeras
Enviado por pontiba • 15 de Diciembre de 2013 • Informe • 2.042 Palabras (9 Páginas) • 205 Visitas
Cuando por fin suena el timbre que indica el final de la cuarta hora, me aparto de mi mesa para acercarme al señor Muñoz.
—¿Estás segura de que has terminado? —me pregunta al tiempo que levanta la vista del montón de papeles—. Si necesitas un minuto más, no hay problema.
Le echo un vistazo a la hoja de mi examen y hago un gesto negativo.
Me pregunto cómo reaccionaría si supiera que lo he terminado cuarenta y cinco segundos después de que me lo diera, y que después me he pasado los cincuenta minutos siguientes fingiendo esforzarme.
—Así está bien —replico con seguridad. Una de las ventajas de tener poderes psíquicos es que no tengo que estudiar, ya que de algún modo «sé» todas las respuestas. Y, aunque a veces siento la tentación de fanfarronear y bordar mis exámenes con una larga hilera de dieces, por lo general intento contenerme y contestar mal algunas preguntas, puesto que es importante no pasarse de la raya.
Al menos eso es lo que dice Damen. Siempre me recuerda lo importante que es pasar desapercibido, o al menos parecer normal…, aunque nosotros somos cualquier cosa menos normales. Con todo, la primera vez que lo dijo no pude evitar recordarle que cuando nos conocimos los tulipanes aparecían de la nada por decenas. No obstante, él se limitó a decirme que tuvo que hacer algunas concesiones para cortejarme, y que eso le llevó más tiempo de lo necesario porque yo no me molesté en averiguar que significaban «amor eterno» hasta que casi fue demasiado tarde.
Le entrego la hoja al señor Muñoz y doy un respingo cuando nuestros dedos entran en contacto. Aunque no ha sido más que un roce de la piel, es suficiente para mostrarme mucho más de lo que necesito saber: obtengo una visión bastante clara de cómo ha sido su mañana hasta ese momento. Lo veo todo: veo el lío increíble que tiene en su apartamento, con la mesa de la cocina plagada de recipientes de comida a domicilio y múltiples versiones del manuscrito en el que lleva trabajando los últimos siete años; lo veo a él cantando «Born to Run» a todo pulmón mientras trata de encontrar una camisa limpia antes de dirigirse a Starbucks, donde tropieza con una rubita que le derrama todo su batido por la pechera… dejando una molesta mancha húmeda y fría que la hermosa sonrisa femenina parece borrar. Una sonrisa gloriosa que el señor Muñoz no parece poder olvidar… Una sonrisa gloriosa que es… ¡la de mi tía!
—¿Quieres esperar mientras lo corrijo?
Asiento, al borde de la hiperventilación, mientras me concentro en su bolígrafo rojo. Reproduzco la escena que acabo de ver en mi cabeza y siempre llego a la misma y horrible conclusión: ¡a mi profesor de historia le pone Sabine!
No puedo permitir que mi tía vuelva a las andadas. Quiero decir que por el simple hecho de que ambos sean inteligentes, monos y solteros no significa que tengan que salir juntos.
Me quedo allí de pie, paralizada, incapaz de respirar. Me esfuerzo por bloquear los pensamientos que inundan la cabeza del profesor concentrándome en la punta de su bolígrafo. Observo la hilera de puntitos rojos que se convierten en marcas en las preguntas diecisiete y veinticinco… tal y como había calculado.
—Solo tienes dos mal. ¡Muy bien! —Sonríe y se pasa los dedos por la mancha de su camisa mientras se pregunta si volverá a verla de nuevo—. ¿Te gustaría saber cuáles son las respuestas correctas?
«La verdad es que no», pienso, impaciente por marcharme lo antes posible, y no solo para ir a comer y ver a Damen, sino porque temo que sus fantasías tomen un cariz que me obligue a salir corriendo.
No obstante, sé que lo normal sería parecer al menos un poco interesada, así que respiro hondo, sonrío y asiento, como si no deseara otra cosa en el mundo. Y cuando me pasa la plantilla de las respuestas, la coloco sobre el examen y le digo:
—Vaya, mire eso, puse mal la fecha. —Y también—: ¿Cómo es posible que no supiera eso? ¡No lo puedo creer!
El se limita a asentir, sobre todo porque sus pensamientos han vuelto a la rubia… también conocida como «¡la única mujer del universo con la que tiene absolutamente prohibido quedar!», mientras se pregunta si estará al día siguiente en el mismo sitio y en el mismo lugar.
Y, aunque pensar que los profesores también sienten lujuria me parece asqueroso en líneas generales, el hecho de que este profesor en particular sienta deseo sexual por alguien que en la práctica es como una madre para mí… es algo por lo que no paso.
Sin embargo, en ese momento recuerdo que unos meses atrás tuve una visión de Sabine quedando con un tipo muy mono de su edificio. Y, puesto que Muñoz trabaja aquí y Sabine trabaja allí, supongo que en realidad no existe una amenaza seria de que mis dos mundos entren en conflicto. Pero, por si acaso, sonrío y me obligo a decir:
—Bueno, ha sido casualidad.
Él me mira con el gesto torcido, intentando encontrar el sentido a mis palabras.
Y, aunque sé que he ido demasiado lejos, que estoy a punto de decir algo que dista muchísimo de la normalidad, lo cierto es que me da la impresión de que no tengo más remedio. No puedo permitir que mi profesor de historia salga con mi tía. No puedo tolerarlo. Simplemente, no puedo.
Así pues, señalo la mancha de su camisa y añado:
—Esa mujer, la del batido, ¿la recuerda?… —Asiento al ver la expresión alarmada de su rostro—. Dudo mucho que vuelva. En realidad, no va allí muy a menudo.
Y, antes de decir algo más que no solo haga trizas sus sueños sino que también confirme que soy un bicho raro, me cuelgo la mochila del hombro, corro hacia la puerta y me libero de la energía del señor Muñoz mientras me dirijo hacia el comedor, donde me espera Damen sentado a una mesa. Estoy impaciente por verlo después de pasar
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