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Oracion Y Libre Albedrio


Enviado por   •  26 de Junio de 2012  •  1.036 Palabras (5 Páginas)  •  548 Visitas

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Durante milenios, los filósofos han luchado por esclarecer las inevitables paradojas que surgen de suponer la existencia de u

Spinoza afirmó que "Los hombres creen ser libres porque son conscientes de sus voluntades y deseos, aunque ignoran las causas por las cuales son llevados al deseo y a la esperanza". Nunca he comprendido, sin embargo, cómo podemos ser libres o moralmente responsables cuando se da por sentado que la voluntad es solo una ilusión.

Parece imposible que haya justos o pecadores si nuestro destino siempre estuvo en la mente intemporal del Creador, si hasta el más insignificante detalle de nuestras vidas fue prefijado desde “el comienzo de los tiempos”, porque “no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad de Dios”. Si Judas fue concebido para traicionar a Jesús, así como Shakespeare inventó a Hamlet para que envenenara a Claudio, si su traición es parte del plan divino, ¿cómo podría Judas condenarse? ¿Y qué otra opción pudo haber tenido Pilatos?, pues Jesús vino a morir en la cruz, según reza la leyenda, y alguien debía sentenciarlo.

El problema de la voluntad divina ha preocupado a los teólogos durante siglos. El Creador, siendo absolutamente bueno y omnipotente, no pudo haber elegido otra cosa que crear el mejor de los mundos posibles, como afirma la célebre sentencia de Leibniz. Sin embargo, el argumento exige que los posibles mundos sean conmensurables entre sí, y que el nuestro, brutal y cruel, sea el mejor que una inteligencia suprema pueda concebir, un absurdo que Voltaire ridiculizó en su célebre parodia “Cándido”. Pero si la perfección de los mundos imaginables no tuviese cota superior, cualquier escogencia que hubiese hecho el Creador podría haber sido superada, de lo cual se desprendería su necesaria imperfección moral, al menos si aceptamos su omnipotencia.

Para los científicos, no está muy claro si la física contemporánea tenga algo que decir sobre el problema del libre albedrío. Se sabe que existen “genuinos” fenómenos aleatorios en el mundo cuántico, incompatibles con la visión determinística de la física clásica, y que no podemos atribuir al simple desconocimiento de ciertas variables (“variables ocultas”) por parte del experimentador, como demostraron hace unas décadas el físico Alain Aspect y sus colegas en París. Las implicaciones filosóficas de estos hechos son todavía motivo de controversias.

Si el problema de la libertad y la responsabilidad moral parecen complejos, las dificultades que plantea la plegaria no son menores, como señalé en una columna anterior. Resulta difícil comprender cómo nuestras oraciones puedan cambiar el curso de acontecimientos que obedecen a la voluntad premeditada de un Ser infinitamente sabio. Si caemos enfermos de gravedad, si sufrimos una desgracia irremediable, ¿quiénes somos nosotros, en nuestra infinita ignorancia, para atrevernos a pedir que se cambie en el último momento lo que fue concebido con infinita sabiduría?

La plegaria, como se concibe en las religiones judeo cristianas, presupone que el Ser Supremo exige adulaciones y alabanzas, como si se tratara de halagar la vanidad de un autócrata presuntuoso. Y es poco menos que sacrílego creer que Dios pueda sentirse complacido con el insignificante aplauso humano, con

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