Práctica 4 educación especial e inclusiva

PRÁCTICA 4

La educación inclusiva y especial

En este ensayo trataré de argumentar los aspectos positivos derivados de una educación especial, en base a la LOMLOE, o también conocida como Ley Celaá. Ésta ha sido el motivo principal de numerosas disputas y ha separado a la población en dos grupos. Por un lado, los que están a favor del cierre de los colegios de educación especial para conseguir así una integración total; y por el otro, los que están de parte del mantenimiento de estos centros, así como de la segregación de los niños según sus necesidades.

        La idea de integrar a los niños está bien, pero es fundamental no confundir este concepto de integración con el de igualdad. La igualdad no consiste en tratar a todos por igual sino tratar a cada uno en función de sus necesidades. No todos los niños aprenden igual, hay muchos como, por ejemplo, los que tienen parálisis cerebral, que requieren desde un entrenamiento específico, hasta incluso una estructura secuenciada de pasos para poder lavarse los dientes. En un centro de educación ordinaria no ayudan a los niños a ser independientes, tampoco les enseñan a vestirse, a coger el metro o a algo tan simple como pagar cuando van a comprar el pan. Todas estas acciones son actividades básicas que necesitan que alguien se las enseñe, y en un colegio de educación ordinaria esto resulta muy difícil. Enseñar matematicas está muy bien, sí, pero de nada sirve si no son capaces de desenvolverse en el mundo exterior.

        << El Gobierno ha creado un problema donde no lo hay >> son las palabras del padre de un niño con discapacidad. Y es que el Gobierno ha querido imponer esta nueva ley para poner fin a la exclusión, pero el resultado, desde mi punto de vista, es todo lo contrario. Según el testimonio de muchos padres afectados por esta situación, sus hijos son felices en los centros de educación especial porque sienten que forman parte de algo y que allí nadie destaca en negativo. Si a estos niños los llevan a un colegio de educación ordinaria, muchos dejarían de sentirse incluidos y pasarían a sentirse inferiores y a encerrarse en sí mismos. Les afectaría tanto a su bienestar emocional como a su crecimiento intelectual, pues sacarlo de su centro supondría que todo lo que ha aprendido se estancase.

        Es importante mencionar que, si estos centros se eliminan, también se perdería el derecho a la libertad de elección de las familias, pero, sobre todo, de los niños menores escolarizados en los centros CEE. A pesar de que algunos podrían adaptarse adecuadamente a los colegios ordinarios, muchos necesitan una educación individualizada y específica, con profesores altamente cualificados, aulas con pocos alumnos y ritmos de aprendizaje distintos a los que se prestan en dichas escuelas.

        Además, la Ley Celaá supone un problema añadido para el profesorado de los colegios ordinarios pues estos no están lo suficientemente preparados para poder atender a niños que requieren otro tipo de educación y atención. También supone una pérdida de tiempo para ellos, los alumnos, ya que en estos centros no podrían desarrollarse todas las actividades requeridas por los niños, teniendo que utilizar las horas fuera de su horario escolar para acudir al psicólogo, al logopeda, a hidroterapia o a otro centro que necesitasen.

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