Razas Y Racismo

Razas y racismo

A lo largo de la historia “una especie de racismo” ha estado presente, desde las civilizaciones antiguas, sin embargo, la ideología del racismo moderno se desarrolla con la construcción del concepto de “raza” en el siglo XVIII.

P. G como “un conjunto de caracteres anatómicos y fisiológicos hereditarios (con exclusión de todo carácter adquirido por la educación, la tradición o la influencia del medio), que en se encuentran esparcidos entre diversos grupos étnicos”. De esa manera se presupone que ya está escrito de alguna manera en los genes el comportamiento, el tipo de sociedad, pensamiento que llegará a tener cada individuo de una raza. Como si existiera una predisposición a cada tipo de cultura.

Las ciencias antropológicas cobraron importancia en la doctrina racista al proveer de datos en las colonizaciones europeas que permitieron la clasificación y categorización de las supuestas “razas” que, según se afirmaba, existían inferiores y superiores, por lo tanto desiguales por naturaleza (Gobineau).

Ruth Benedict (1949) es de las primeras en utilizar el término de “racismo” en los círculos académicos para referirse a este dogma de superioridad de unas razas sobre otras por naturaleza.

De acuerdo a meras descripciones y arquetipos físicos, y sus supuestas relaciones con la moral o con la inteligencia, deformadas por una lógica etnocentrista, se justificaba la explotación de ese otro individuo que siendo diferente se le suele catalogar como extraño, anormal, inferior o hasta infrahumano.

Estas descripciones y medidas, como el índice cefálico , eran erróneas y mal intencionadas, según explica Gould en su Falsa medida del hombre (1981).

Es así como la ideología racista es impulsada por propósitos políticos, apoyada en una “antropología mitológica”, como la llama Lipschutz (1975) inventada para servir al “grupo étnico señorial como instrumento de más fácil conquista y dominación.”

Cuando el conocimiento se transforma en argumentos “más científicos” (pseudo científicos) el discurso del racismo continúa con la misma lógica. Este se instaura como política de Estado en los regímenes fascistas, que sostenían que la especie humana sólo podía prosperar si se mantenían las “razas puras” y con la eliminación otras razas, la cual guió los genocidios de la modernidad y demás crímenes resultado de aquellas fantasías eugenésicas.

Algunos años antes del dominio nazi, Boas ya publicaba sus teorías del relativismo cultural, donde planteaba la inexistencia de culturas inferiores o superiores y la negación de que ciertas razas tienen ciertas culturas. Levi Strauss (1952) retoma esto después afirmando que mientras las “razas” constituyen a lo mucho unas decenas, las culturas son millares; y que dos individuos clasificados dentro de una misma raza pueden presentar diferencias culturales mucho más amplias que dos individuos de diferentes “razas”.

De la “no jerarquización” se ha pasado a la negación de la existencia de razas como respuesta más radical frente al racismo, la cual sigue causando acalorados debates hasta nuestros días, ya que muchas veces negar las razas podría llevar a sostener que las diferencias entre las poblaciones humanas son muy pequeñas o insignificantes.

Algunos autores sostienen que manejando de manera adecuada el concepto de “raza”, se puede seguir utilizando para referirse a distintas dosificaciones genéticas, eliminando cualquier connotación racista o arquetípica. Concibiéndolo ahora en un sentido evolutivo, se sustituye “raza” por “población”.

Podría resultar acertado usar la palabra etnia, que “se refiere a una población de la especie que comparte generalmente ciertos rasgos biológicos comunes”, dado que se encuentra relativamente aislada reproductivamente de otras poblaciones, “y está configurada con una tradición cultural y lingüística propia”(P. Gómez García 1993).

El cada vez más sofisticado estudio de la genética ha demostrado que los tipos o arquetipos carecen de fundamentos,

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