Sobre Ucrania

Vladimir Putin lleva la delantera. La Unión Europea apenas puede seguir el ritmo. La cumbre del jueves fue el ejemplo perfecto. Cuando los jefes de Gobierno de la UE iban a sentarse a la mesa para ver qué medidas tomar contra el desafío lanzado por el Kremlin a cuenta de Ucrania, desde el Parlamento de Crimea (para este caso es lo mismo que decir desde Moscú) llegaba un nuevo paso en la escalada consistente en la integración de la peninsula del mar Negro en la Federación Rusa y el adelanto del referendo para ratificarla.

El resultado de la reunión de los líderes comunitarios fueron unas más que tímidas amenazas y la adopción de tres medidas con efecto muy limitado: la suspensión de las negociaciones para la supresión de visados y del nuevo acuerdo UE-Rusia y la suspensión de los preparativos de la cumbre del G-8 de junio en Sochi. Esta última es la que puede resultar más dolorosa para el orgullo de Putin. El castigo, las sanciones, quedaron aplazadas a un futuro por definir para dar espacio a la diplomacia, al diálogo.

Otro resultado de la reunión fue la evidencia de una división entre los miembros de la UE. De una parte el Reino Unido, siempre beligerante con Rusia, y los países que vivieron la guerra fría bajo la órbita soviética, partidarios de adoptar medidas de mayor dureza. Alemania sería la cabeza visible de los 'blandos'.

El magro resultado de la cumbre podría dar a entender que el poderío de Rusia es inmenso y el de la UE, nimio. La realidad, sin embargo, da cuenta de lo contrario. Con el 25,9% del PIB mundial, la UE es la primera economía del mundo mientras que Rusia suma solo el 2,4%. La economía del vasto país euroasiático se dedica al monocultivo de los hidrocarburos.

Basar la economía de un país en una única producción no es la mejor manera de alcanzar la estabilidad económica. Lo hace vulnerable. El energético es un mercado sometido a vaivenes que pueden modificar sustancialmente los precios, al alza, pero también a la baja. Dicho de otra forma, puede tratarse muy fácilmente de pan para hoy y hambre para mañana.

Un primer efecto de la crisis lo han padecido el rublo y la bolsa rusa. Ciertamente Europa tiene sus dificultades económicas, pero también es cierto que dispone de más mecanismos para superarla. Al menos, la ecomomía europea está diversificada.

Entonces, ¿por qué la UE es tan reacia a adoptar medidas de mayor dureza contra un país que ha violado el derecho internacional de una forma tan flagrante? No hay acción sin reacción y todos saben que cualquier medida que se tome contra Rusia tendrá consecuencias. La pregunta es saber si estamos dispuestos a pagarlas.

¿Aceptarán pagar más por el gas aquellos países que se abastecen con el ruso y que deberían buscar otras fuentes que ya existen, pero que llegarían por caminos más costosos?

Pese

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