Utopía del mundo sin fronteras
Enviado por LAISA JAZMIN ALVAREZ CAMPOS • 6 de Noviembre de 2021 • Ensayo • 2.353 Palabras (10 Páginas) • 82 Visitas
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Introducción.
En este ensayo expondré claramente por qué el mundo no puede vivir sin fronteras y por qué no sería conveniente hacerlo. Partiendo desde un punto político y psicológico, manifestando que esto es una gran utopía, admitiendo que el hombre es claramente una criatura individualista, egoísta e incapaz de responder a ser una sola unidad, por sus pensamientos tan inquietantes, tercos, todos basados en experiencias, pero podemos afirmar que no todos ellos fueron objetivos desapasionados; sin embargo creemos que son verdades absolutas, y tristemente queremos siempre “colonizar a otros”.
A pesar de que hay redes sociales, comunicación a larga distancia, sistema de paquetería, telefonía ilimitada e internet, en consecuencia a eso, ya es posible entablar relaciones con personas de otros países, compartir gustos y conocimientos, pero no basta con mensajes escritos en un computador, se necesita del diálogo real, aquel que se pueda tocar y saborear con el oído y la lengua. Cualquier ingenuo diría que es más sencillo hablar a través de una red, un teclado, un ratón y una pantalla, pero recordemos que el humano, y no digo que esté mal, por su naturaleza terrenal, siempre querrá imponer su palabra, su puño, su mano apuntadora y su poder imaginario.
Veremos puntos de vista diferentes de personas estudiadas, de las que agarraré inspiración para escribir el ensayo, basándome y creando ideas nuevas y propias a partir de sus pensamientos lustrosos y colosales. Tomando ejemplo de hombres virtuosos, para seguirlos y asimismo tener un pensamiento lleno de fortuna y virtud. Claramente todos ellos se verán orientados a un solo tema, pero serán distintos enfoques, con posturas contrarias o parecidas, a favor o en contra.
Llegando a un punto final de la introducción, este ensayo será lo más veraz posible, argumentando eficazmente y eficientemente cada punto a desarrollar, llegando a una finalidad bien específica y determinada, en la que el lector se pondrá en duda, con un segundo objetivo, que es el querer hacer que el interesado reflexione y llegue a un pensamiento crítico, sea opuesto, parecido o que esté completamente convencido con este ensayo.
Desarrollo
Comienzo este ensayo con una pregunta simple: ¿Es posible que exista una cultura global? Mi respuesta es un rotundo no. El humano es malvado por naturaleza; somos altamente egoístas, hay jerarquías en las familias y en los salones de clase, fronteras imaginarias, pero totalmente visibles para los ojos y los sentimientos. Hasta en las circunstancias más normales y banales, existen divisiones, rechazos que se dan por impulso y aceptaciones superficiales.
¿Cómo sería un mundo con una cultura global y un gobierno mundial? El control sería casi inexistente, un gran país sin burocracia, un gran país totalitarista, algo así, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley: sin arte, cultura, religión, todos dominados por una droga. Obligados a vivir sin ideas propias, sino impuestas por un gobierno absolutista, ya sea una religión o una ideología. Un mundo sin fronteras y con un gobierno mundial, todos obedeciendo una misma cosa, yendo por un camino marcado todos juntos, sin salirnos de los bordes, hasta podría decir que sería carente de colores y fantasías. En el libro de Un mundo feliz, hay una cita que me gustaría mencionar, que dice así: “No somos más nuestros que nuestro es lo que tenemos. No nos hicimos a nosotros mismos, no podemos ser superiores de nosotros mismos. No somos nuestros propios dueños” (Huxley, 2014, p.170).
Aunque en el libro se ve un mundo globalizado, existían las jerarquías de los apestados, los idiotas y los inteligentes, fronteras terriblemente marcadas. A pesar de que estaban dominados, se ve claramente en la novela como ciertos hombres más despiertos se salen de lo corriente y empiezan a querer iniciar una guerra, un desorden, una revolución. Una bestia enjaulada siempre será brutal, deseosa de independencia, pero esto es un arma de doble filo, pues necesita libertad, pero en exceso se puede volver un anarquista radical. Esto lo puedo retomar del filósofo británico Thomas Hobbes, que consideraba que el estado de naturaleza del hombre era “una guerra de todos contra todos” (Hobbes, 2018, p. XCII), así como también consideraba al Estado (el cual presupone la idea de una división fronteriza clara, frente a otros Estados autónomos) como “marco sociopolítico al que se llega tras superar el estado de naturaleza y dentro del cual se puede vivir pacíficamente bajo la protección del soberano” (íbid.).
Aunque viviéramos en un mundo globalizado, las fronteras no dejarían de existir: o bien se dan por plena naturaleza los estados y las ciudades, o bien superando el estado natural. Sin embargo, cuando al ser humano se le da demasiada libertad, llega a ser abusivo, se convertiría en libertinaje, inclinado hacía la maldad, sólo se espera que haya guerras de hombre contra hombre; se exterminaría, acabaría con él mismo. Por eso necesita de leyes, reglas, fronteras, ciudades, estados y países, llegarían a vivir más pacíficamente, se harían ciudadanos educados, no puedo decir que morales y virtuosos, pero sí correctos, corteses y calmados. El hombre, ya lo decía Aristóteles es un “animal cívico”, y por su mera esencia crea “ciudades”, y con éstas: “justicia”, y gracias a ese conjunto: un hombre civilizado (Cfr., Aristóteles, 2015, p. 61 – 62).
Son necesarias las fronteras porque se tiene mejor controlado a la pluralidad de seres humanos, así como hay riqueza en cuanto a la diversidad y a las diferencias. Esto tiene repercusiones políticas interesantes también en cuanto al ejército y a la protección del estado se refiere. Ya Maquiavelo decía en “El príncipe”, que es preferible que un principiado (en términos contemporáneos, su equivalente más fidedigno sería el estado) caiga por sus propias armas, a que compre ejércitos o bien mercenarios, o bien extranjeros (Cfr. Maquiavelo, 2014, p. 41). En un mundo en el que se apelara a cierta forma de “Aldea global” (Cfr. Ianni, O. 1999, p.74), en donde solo prevaleciera una cultura de masas, este tipo de diferencias culturales de un Estado a otro, con su respectiva autonomía (y por lo tanto, su respectivo ejercito), se vería difuminada completamente, y al no poder apelar a cierta forma de Estado y de propiedad privada, el hombre se vería sumergido o en la más dura de las burocracias, o bien en un estado de “naturaleza” retomando a Hobbes.
Podría parecer que al disolverse toda manifestación individual de Estado, y se sustituyera con cierta forma de “gobierno cosmopolita”, se resolvería per se el problema de las guerras. Pero no es el caso. Considero que el hombre por naturaleza, determinado por una férrea e irascible voluntad de dominio, siempre intentará someter a sus congéneres. Respaldo mi opinión en una cita de Schopenhuaer respecto a la legitimación de un Estado individual:
El Estado no está dirigido, como hemos dicho, contra el egoísmo en general y como tal, sino que, por el contrario, tiene su origen en dicho egoísmo, que se comprende a sí mismo, y procede metódicamente […]. Así pues, no es contra el egoísmo, sino contra las consecuencias perjudiciales que resultan para todos de la multiplicidad de individuos egoístas que turban el bienestar común, contra lo que se ha instituido el Estado, que busca precisamente este mismo bienestar (Schopenhauer, 2014, p. 396).
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