Violencia y matanzas

No solo en nuestro país sino en el resto del mundo escuchamos constantemente de guerra, violencia y matanzas. Nos alarmamos con los hechos bélicos que se desatan entre una nación y otra, creemos imposible que la guerra se pueda dar dentro de un mismo territorio y que la sangre fluya entre personas de una misma nacionalidad como en el caso de Chiapas. La guerra, los enfrentamientos entre grupos armados y todas las expresiones de la violencia en la actualidad nos aterran y avergüenzan.

Pero ninguno de estos hechos puede ser tan aterrador ni tan vergonzoso como el que se vivió en la capital de nuestro País el 2 de octubre de 1968 en donde la muerte tiñó de rojo el pavimento y donde numerosas vidas jóvenes se vieron segadas en un instante por un gobierno duro, irreflexivo y represivo.

Lo vergonzoso y más lamentable del caso es el hecho de que se enfrentaban dos fuerzas muy dispares, estaban poniendo a Sansón contra Goliat, era una lucha entre un grupo de estudiantes que, aunque numeroso, no dejaba de estar prácticamente desarmado, indefenso, completamente vulnerable. Su poder era la razón, la discusión, la crítica. En cambio su adversario no solo tenía las armas sino que contaba con una estrategia muy bien elaborada. Contaba con todos los recursos: tanques, helicópteros, granadas. Lo que hiciera falta para acabar con el enemigo. Solo que el enemigo no era otro grupo armado sino un grupo de jovencitos con ideas revolucionarias.

La crítica y los intentos de cambio que se exigía hacia el gobierno para que fuera menos represivo aterró al Presidente Díaz Ordaz, cuyo poder se centraba precisamente en tener el control por completo de todo lo que sucediera en el país. No podía permitir que el completo control que había logrado sobre México y sus habitantes se le saliera de las manos por un simple grupo de muchachos alborotadores. Los medios que conocía, porque le habían dado resultado con las huelgas de años anteriores, eran los de la represión militar.

Así pues, la situación era propicia. Había por un lado un gobernante duro que no se detenía para lanzar al ejército inclusive, contra quien le diera problemas. Por otro lado, una juventud con nuevas y firmes ideas políticas que estaba segura de que sus argumentos serían suficientes para obrar un cambio en el sistema político. Solo había que esperar a que la situación hiciera crisis, como finalmente sucedió el 2 de octubre.

Quizá muchos, con el paso de los años, puedan pensar que, por tratarse de un movimiento de estudiantes se trataba de una lucha estudiantil por tener mejores maestros, mejores programas de estudio, menos días de clase o cualquier otro tipo de conflicto estudiantil. Sin embargo, en realidad eran grupos de jóvenes con ideas políticas que habían aprendido dentro de las universidades y que salían a la calle a manifestar su inconformidad con la represión de un sistema político que no dejaba a los ciudadanos ni

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