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Akira Kurosawa: Un emperador de las luces y de las sombras


Enviado por   •  29 de Diciembre de 2024  •  Trabajo  •  4.175 Palabras (17 Páginas)  •  64 Visitas

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La linterna mágica

por Alberto Ruano

Una consideración elitista del cine-arte, como una categoría inadecuada para el gran público, es un prejuicio que está llevando a la extinción de muchos “cine-clubs” – tradicionales en la vida bogotana – o, peor aún, los está condenando a una sobrevivencia casi benevolente, casi penosa, muy distante del cómodo negocio de los cines comerciales.

A refutar ese prejuicio - que nos aleja de las sensaciones suscitadas por el buen cine - quisiera dedicar esta columna. No encuentro mejor medio, a mi alcance, que compartir contigo, esta pasión por la obra de algunos genios creadores del cine universal. Este año se conmemoran, en Tokio y en muchas otras capitales, los cien años del nacimiento de Akira Kurosawa, el realizador japonés que condensó, a lo largo de sus 34 largometrajes, la historia y la vida, de toda una civilización.  

 

Akira Kurosawa: Un emperador de las luces y las sombras

Akira Kurosawa nació en Tokio, en 1910, en el seno de una familia que arrastraba un largo linaje de samuráis. Akira, se crió mientras Japón transitaba hacia la modernidad, en un ambiente de revolución industrial y de fuerte occidentalización. La dinastía Meijí, ascendida al poder imperial desde 1882, había propiciado esos cambios, unificando la nación nipona, hasta entonces diluida y dispersa en poderes tribales y locales.

Se dejaban atrás varios siglos de guerras regionales, de conquistas y defensas de feudos, a cargo de señores de la guerra, tardíos nobles de sables prodigiosos: los samuráis. El tema del samurái y del orden feudal, de sus batallas y guerras, es la substancia de casi toda la obra de Kurosawa. La mayoría de sus realizaciones son recreaciones pictóricas de esas epopeyas. Muchas de ellas nos trasmiten una especie de nostalgia del sistema de valores propio de la épica y el honor samuráis, al mismo tiempo que cierto desdén por el triunfo de la trasgresión del mismo sistema, a medida que se introducen los valores propios del capitalismo y de la modernidad occidental.  

Antes que realizador cinematográfico, Kurosawa se destacó precozmente en las artes plásticas. Desde la escuela primaria se le reconocía un singular talento como dibujante y, de algún modo, en la elaboración de su cine se puede percibir una extensión de esa vocación, como encontramos también un rigor histórico, acaso inigualable, cuando se trate de recrear el pasado más remoto.

Además de la esencial dimensión plástica y el valor histórico de sus obras, destacamos también la composición musical y el sentido dramático que la música adquiere en las obras cinematrog´raficas. Rasgo singular, las melodías que casi siempre sirven de leit motiv en cada pieza, rara vez son interpretadas por más de uno o dos instrumentos en el comienzo de las mismas – tamboriles, violines, flautas o guitarras – pero hacia el desenlace de las tramas, la composición instrumental cobra una mayor envergadura y un alcance sinfónico.

Su interés por el cine se dio, en parte, por influencia de su hermano mayor, Heigo quien se desempeñó como narrador de películas, cuando el cine que se conocía en Japón, aún era mudo. Con la llegada del cine sonoro, desde finales de los años 20, esos narradores – benshi - junto a los acompañantes musicales de las películas, naturalmente perdían su razón de ser y Heigo no encontró más empleo. Akira participó con su hermano en la organización de algún sindicato e incluso publicó algunas proclamas de agitación en la prensa de aquellos años de depresión mundial; proclamas que mucho más tarde reconocería como “imprudentes”, aunque no injustas. Heigo, quien tanta influencia había ejercido sobre Akira, se suicidó a la edad de 24 años.

Los inicios en el cine

A sus 26 años, aprovechando un programa de aprendices de director cinematográfico, convocado por la productora nacional Toho, Kurosawa oficia de ayudante de Kajiro Yamamoto y cinco años más tarde, en 1943, estrena su primera película: “La leyenda del gran Judo” (Sugata Sanshiro).

Este film conoció un notable éxito, durante los años de guerra mundial. La historia narrada se ubica en el pasado, en el primer año de la dinastía Meijí y representa el impacto de las primeras escuelas de judo (jujitsu), de su filosofía apoyada en el sentido de humanidad individual del guerrero, en confrontación con los partidarios de las artes marciales tradicionales de de finales del siglo XIX. El manejo de las luces y sombras, aquellos contrastes psicológicos y morales, en blanco y negro, y la presencia de fenómenos atmosféricos, lluvias, brumas, además de corrientes y riachos de agua, prefiguran ya el lenguaje propio de Kurosawa y que se desplegará plenamente en posteriores films. Una escena inolvidable de esta película, acompañada de una sutil y dulce melodía de violines, es cuando Sugata, personaje principal, observa eclosionar una flor de loto, revelándole el secreto del judo.

Por la censura establecida en los belicosos tiempos del emperador Hiroito, las producciones de cine hasta el final de la guerra, fueron reducidas a meras propagandas chovinistas. No se puede considerar de otro modo, “La más bella” (Ichiban utsukushika) de 1944, donde Kurosawa enfatiza la dedicación patriótica de un grupo de obreras de una fábrica militar y “La nueva leyenda del gran Judo” (Zoku sugata sanshiro), de 1945, en la cual – a diferencia de la primera leyenda – el judo aparece aquí en competencia con el boxeo practicado en Estados Unidos, en un plano de instrumentalización política propio del ambiente de la segunda guerra mundial.

Tal vez, una mención especial amerite la comedia de intrigas, de inspiración shakespeareana y con título muy elocuente: “Hombres que caminan sobre la cola de un tigre” (Tora-no-o fumu otokotachi), igualmente producida en 1945, en vísperas de la derrota definitiva de Japón en la guerra. En ella, la intriga se establece a partir del engaño que un samurái y su hueste, en tiempos feudales, realizan a los guardias fronterizos de un territorio enemigo, disfrazándose de mojes. La invasión aliada, en principio, prohibió su proyección, por considerar que reivindicaba los valores del feudalismo, mas, luego, autorizó su difusión. En realidad fue una obra menor de Kurosawa, basada en una pieza teatral de la época,  donde reivindica la picardía y emplea algunos recursos cómicos y bufonescos. Kurosawa escribió el guión de la película en una sola noche.   

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