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Alejandro Marre


Enviado por   •  18 de Abril de 2015  •  2.007 Palabras (9 Páginas)  •  216 Visitas

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ALEJANDRO MARRE

Artista un poco marginal, un tanto significativo, Alejandro Marré habla con Oswaldo J. Hernández acerca de la irreverencia y el humor del arte contemporáneo.

Alejandro Marré se casó con una vaca. Es lo primero que responde la mayoría de la gente al preguntarle si conoce quién es este artista plástico, poeta, ilustrador y músico... “el que se casó con una vaca, enfrente de una iglesia, en una performance, en el año 2000, en el Festival Octubre Azul”.

Entiéndase que a Marré lo que le interesa es descolocar y criticar el dogma social a través de cierto cinismo y humor ácido (una apreciación de su interés se recoge en el blog pobremigordo.blogspot.com). Lo de su boda –aún vigente– con una vaca venía siendo un trabajo crítico hacia la construcción institucional del matrimonio: “la reflexión sobre el concepto y sobre los roles que juegan los individuos (espectadores) alrededor de este ritual”.

Marré, en cierto sentido está marcado por la década de los 90. Él experimentó el ajetreo que planteaba el arte contemporáneo sobre los paradigmas teóricos posmodernos y lo tamizó con la escena musical marginal de Guatemala. Explico: A Alejandro se le podía conocer en alguna que otra lectura de poesía, en alguno que otro concierto de rock y punk underground hace casi 13 años. Marré pertenecía a dos agrupaciones incipientes, noveles, en el centro de una escena grindcore y skatepunk de mediados de los años 90. El artista tocaba la guitarra en las bandas: Caotic Word y Putrid Child. Era telonero de los grupos que representaban una escena subterránea: Domestic Foo y Rotting Corpse. Y era junto a Gerardo Hernández, quien organizaba cada domingo aquellos conciertos de adolescencia inadaptada en el Café Oro de la zona 1.

¿Qué fue de Marré luego de aquellos años? Al igual que muchos, pasó por una “rehabilitación musical”, como dice, y ya no era solo grind sino jazz o trip-hop lo que entraba en sus oídos. “Puedo decir que la música fue lo que me llevó a todo lo demás. Componía, ilustraba y escribía”, rememora. También le afectó profundamente la lectura; la literatura de terror de Edgar Allan Poe, por ejemplo, o los Cantos de Maldoror, aquellas primeras intenciones surrealistas del Conde de Lautréamont que “inexplicablemente” (y de ahí su vena por el tema de la poesía) cayeron en sus manos. “Un libro que me averió singularmente la cabeza”, comenta, “aunque suene a cliché, fue Rayuela, de Julio Cortázar: ese juego de la contra en la contranovela, esa guía de información histórica del arte y la literatura”.

Poeta

Tras la cuestión literaria, a Marré se le empezó a ver merodeando por los alrededores del proyecto colectivo Casa Bizarra. Aquel sumado de poetas y artistas interesados en la promoción del arte y la literatura se concentraba (desde 1996) en una casa de la zona 1 que alquilaban Giovanni Pinzón, Francisco Toralla, José Osorio, Simón Pedroza y otros. Marré lo que quería era ser escritor.

Había llegado a Casa Bizarra atraído por las sesiones de crítica literaria que allí organizaban los jueves bajo el título Sala de Suicidio Mental. Publicó tímidamente en este proyecto literario algunos libros de poesía colectiva como Pastel de tres moscas, junto a Javier Payeras y Simón Pedroza. “En la Casa Bizarra la didáctica era enormemente agradecida”, redime Marré. “Uno llegaba como desubicado, con la mediocre formación de la universidad, y era orientado sobre la literatura, la plástica, lo que sucedía en torno a la cultura desde una perspectiva global. Las dinámicas colectivas, a cargo de Sergio Valdés, Giovanni Pinzón o Simón Pedroza constituían la mejor forma de aprender, de cuestionar, de encontrarse a uno mismo en medio de la ironía que presenta nuestra sociedad”.

Paralelo a su participación en Casa Bizarra, Marré fungió como fundador del grupo Bump, un colectivo que constituía, según su propia definición: “otra marginalidad por puro berrinche”. El “Bump”, “su rollo”, dice, “era la música experimental, el arte y por supuesto la poesía”. Años más tarde, como recompensa de aquellos esfuerzos, el poeta sería publicado por Editorial Cultura con un libro llamado Times new roman punto 12 (2005). “Ahora soy un sticker,/ una t–shirt,/ un oquey”, escribía, predicando el hastío por la cotidianidad, el trabajo, o el existencialismo.

Artista

En 1998 hubo testigos de una gran apertura cultural para fortalecer el Centro Histórico de Guatemala. Alejandro Marré fue uno de ellos. Estuvo presente, según recuerda, con su primera performance “que no era realmente una performance”, sino una lectura de poesía que se desarrollaba en el marco de uno de los primeros festivales del Centro Histórico. “Yo entré amenazando a todos con una pistola, una que no era de verdad, y mientras la blandía sobre las cabezas de los asistentes profería cosas como que la poesía no era parte de los libros ni de los poetas ni de la literatura; la poesía era, sí, de la calle, y era ella la vida misma”.

Fue el cineasta Sergio Valdés Pedroni quien, luego de finalizada la intervención, ubica a Marré y le dice: “Mano, acabas de hacer tu primera performance”. Para el artista seguía siendo un intento poético, pero entendía que las palabras de Pedroni “tenían el peso correspondiente de la credibilidad”.

Cuando el proyecto Casa Bizarra desaparece a finales de 1998 se marca el inicio de lo que terminó convirtiéndose en el festival de arte contemporáneo Octubre Azul, que conmemoraba la Revolución de 1944 y donde Marré, por supuesto, creó la controversia –que aún le persigue– al contraer matrimonio con La Fabulosa, una vaca lechera. “El arte contemporáneo vino a refrescar y crear la posibilidad de que los artistas salieran del formato convencional y replantearan el modo de la crítica hacia la sociedad”, reflexiona Alejandro.

Marré, él mismo

“El humor, el cinismo era algo que me hacía falta en la vida. Donde todo era autoflagelarse y motivar lo doloroso, la capacidad de la ironía servía para replantear, en mi trabajo, las consecuencias del arte... En el arte contemporáneo, por supuesto, lo divertido no pierde lo irreverente”.

Esta es la primera entrevista seria que se le ha hecho, dice Marré, y

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