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Carlos Fernandez Ssesarego


Enviado por   •  7 de Mayo de 2013  •  13.803 Palabras (56 Páginas)  •  367 Visitas

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CARLOS FERNÁNDEZ SESSAREGO: EL HOMBRE Y SU OBRA

Semblanza en homenaje a un auténtico humanista

YURI VEGA MERE

1. Palabras iniciales

Los responsables de la muy bien concebida Revista “Scriba”, editada por un entusiasta y calificado grupo de hombres de derecho de la tierra del Misti, han tenido la feliz idea de homenajear al Maestro Carlos Fernández Sessarego.

Mi buen amigo, el Dr. Carlos Soto, me pidió que escribiera algunas líneas sobre don Carlos Fernández Sessarego, a quien me une, desde hace exactamente diez años, una férrea relación de discípulo y casi de hijo no biológico. No he dudado en emprender esta grata tarea.

Mi privilegiada cercanía al Maestro no sólo ha enriquecido mi formación; también me ha permitido descubrir en él una serie de facetas y vivencias que un vínculo estrictamente académico hubiera pasado por alto o, en el mejor de los casos, habría evitado a toda costa.

En estos años no sólo he podido conocer más cercanamente al jurista reconocido. En rigor de verdad he descubierto a un ejemplar Maestro que prefiere actuar como padre de sus discípulos; que predica con el ejemplo del hombre intachable y bien intencionado y no sólo con el conocimiento, que por demás le sobra.

La vida de don Carlos, como lo llamaré en algunas de estas líneas, es mucho más rica de lo que muchos conocen de él, pues no se limita a sus obras, pese a ser cierto que éstas reflejan su inagotable imaginación y creatividad. Por ello, aprovecharé esta valiosa ocasión para homenajear al hombre que supo y sabe ser Maestro, amigo y padre. Y digo valiosa por ser sumamente oportuno y justo rendir tributo a toda una personalidad cuando ella vive y no sólo cuando su paso por la vida deja su huella pero nos priva de su presencia física.

2. La infancia de don Carlos

Don Carlos Fernández Sessarego nació en el Callao un 7 de marzo de 1926. Sus padres fueron don Carlos Fernández Mora y doña Catalina Sessarego.

Su padre fue un reconocido literato y periodista costarricense, autor, entre otras obras, del muy famoso “Anecdotario Nacional” (de su país). Debido a su formación y al ambiente que gustaba frecuentar, Carlos Fernández Mora fue un bohemio y un amante de la política que soñaba con ver convertido a su hijo en una figura pública en Costa Rica.

Don Carlos no pudo gozar del amor de su madre, que fue arrebata de su lado cuando apenas tenía meses de nacido. Su abuela paterna partió al mes del fallecimiento de la señora Catalina. Fue entonces cuando sus abuelos maternos se hicieron cargo de él, don Angelo Sessarego Nosiglia y la siempre recordada Felicia Casaretto Sansouver.

El nono Angelo era un comerciante emprendedor y de gustos exigentes. Y es que sus padres habían gozado de una inmejorable situación económica en Génova. Junto a sus tíos, los Nosiglia, don Angelo instaló un gran almacén en la calle Constitución, en el Callao.

Fernández Sessarego tenía 12 años cuando le fue arrebatada la presencia paternal de su “nono”. Felicia, la muy inteligente e informada Felicia, se hizo cargo de su nieto.

Doña Felicia tuvo siempre una vida acomodada. Fue nieta del Vizconde Gresil de Sansouver, que fue Ministro Plenipotenciario de Francia en Panamá. La madre de Felicia era francesa-panameña y el padre, de origen italiano, era un experto técnico en fábricas, a la sazón en pleno apogeo. Cuando el padre de doña Felicia enviudó regresó de Panamá al Perú, país en el que había nacido su hija. El abuelo Angelo también le había dado una buena calidad de vida.

La educación en el “Raimondi” no fue una carga para la abuela. El colegial Carlos siempre fue un destacado alumno, lo que le permitió realizar sus estudios con beca.

En la Revista del Colegio “Raimondi” de los primeros años de la década del cuarenta se recuerda a don Carlos como un brillante estudiante, un extraordinario nadador, ganador de algunos premios, y un muy buen jugador de basket. Sus amigos lo llamaban “elástico”, por su destreza en los deportes. Fue acreedor del premio “Excelencia” por muchos años, al ser un sobresaliente alumno.

Contrariamente a lo que muchos podrían pensar, Carlos Fernández Sessarego, sin descuidar sus estudios, y su creciente curiosidad y avidez para devorarse cuanto libro llegaba a sus manos, sea de literatura, historia, filosofía, etc., fue un joven dinámico, espontáneo, divertido en el buen sentido de la expresión; jovial, excesivamente jovial, enamoradizo y galante.

Supo compartir su deseo de formarse inteligentemente, incentivado, además, por el ánimo perfeccionista de la abuela materna, más madre que abuela, con una vida sana y llena de vivencias infantiles, adolescentes y juveniles.

3. Los estudios universitarios

Cuando don Carlos terminó los estudios escolares había ganado una beca, gracias a su destacada trayectoria, para viajar a Italia. Sin embargo, en 1942 Europa y, en especial, la península, vivían una cruel guerra. Fue la primera de las varias veces que renunciaría a estudiar en el extranjero.

Al año siguiente, en 1943, ingresó a estudiar a la Facultad de Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ocupó el primer puesto.

En aquella Facultad estudiaría cuatro años. Antes de culminar sus estudios (1947) pasaría a estudiar a la Facultad de Derecho (1945).

Su tránsito por la Facultad de Letras no fue en vano. Quizá se pueda decir que fue la etapa más importante de la formación de don Carlos. En estos años descubrió su amor a la filosofía y, sobre todo, a la filosofía de la existencia que, por entonces, cobró una gravitación inusitada por ser la primera corriente filosófica que puso mayor acento en la vida humana y no sólo en la metafísica o en la epistemología. El existencialismo calzaba con la raigal preocupación que tenía -y aún tiene- don Carlos por la situación concreta del ser humano, provocada, por lo demás, por su anhelo de ver convertidos en realidad los preceptos de la Biblia, cuya lectura había marcado su vida.

En la Facultad de Letras, su evidenciada curiosidad científica se vio respaldada por el siempre presente impulso de sus profesores. Allí conoció y tuvo como maestros, entre otros, al sabio Julio C. Tello, al historiador Jorge Basadre G., a Luis E. Valcárcel y a Raúl Porras Barrenechea, con quien mantendría un especial vínculo que trascendería las aulas universitarias.

En 1945 inició sus estudios en la Facultad de Derecho. Desde un primer momento demostró

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