Caso laboratorio.
Enviado por spont • 22 de Abril de 2016 • Biografía • 1.918 Palabras (8 Páginas) • 426 Visitas
- Caso: Laboratorio
La Dirección de Minería del Gobierno regional organiza seminarios semestrales en los que se presentaban “ocurrencias clave”, que es el nombre que se dio a los seminarios, que, a criterio del director regional, atentan contra el buen gobierno corporativo.
El trabajo de investigación se realiza en colaboración con la universidad de la región. En primer lugar se certifica la veracidad de la información, luego se define si se trata de coyunturas o de fenómenos estructurales y por último se preparan borradores que se circulan convenientemente hasta tener un “caso”. Cada seis meses el seminario presentaba una “sorpresa” que ya se había hecho popular y que estaba ayudando sensiblemente a mejorar la calidad de la gerencia de las empresas mineras –y otras– ubicadas en la región.
La situación se presentaba de tal manera que hacía difícil ubicar la empresa y las personas donde se había originado el caso. Se trataba de ficciones ciertas.
El interés del gobierno regional era solamente crear un ambiente en el que se pusieran en evidencia ciertos comportamientos sobre los que era urgente recapacitar.
Luego de la discusión, que duraba una o dos sesiones, los participantes podían presentar testimonios personales, relacionados con el caso, los que se ponían a discusión en sesiones posteriores, dos o tres semanas después.
Un relator leía el Caso que había sido repartido previamente a los concurrentes con la sugerencia de traer el caso leído y discutido. Ya se habían formado algunos “círculos de discusión” que traían sus posiciones a la asamblea. Esta vez el mismo director regional ofició de conductor de la reunión.
Para la presente sesión fue seleccionado el caso Laboratorio, que el relator procedió a leer. Se permitía interrumpir la lectura para solicitar aclaraciones. Luego de la lectura se abría el debate.
El superintendente de La Calera, Ricardo Prieto, se reúne con el jefe del laboratorio, Víctor Asmat:
- “Esta es la última vez que me traes unas recuperaciones tan bajas, ¿quieres que pierda la gratificación del semestre o que me boten? Desde que llegaste aquí las recuperaciones están cuesta abajo”. esta vez te la paso porque eres joven y no tienes experiencia, pero ya no estás en la universidad, las cosas en el campo funcionan de otro modo.
- “Me he comprometido con el gerente en mantener las recuperaciones de Zn en 85% y las de plomo en 82%, como mínimo. Hasta ahora se cumplió con la meta y contigo estamos casi dos puntos abajo en ambas. Tú sabes la importancia que le dan en Lima a eso; ellos en sus cómodas oficinas creen que las cosas son fáciles”. No podemos seguir así.
- “Pero eso es lo que sale, don Ricardo, ¿qué puedo hacer yo? Las recuperaciones no son mi responsabilidad, el laboratorio sólo mide. Hable con los de planta y mina”. No le entiendo con eso de que en el campo las cosas funcionan de otro modo. ¿Me está pidiendo que “mejore” los resultados?
Prieto lo quedó mirando como si no creyera lo que estaba oyendo. Nadie se atrevería a hablarle así al Súper.
En los tres meses que tenía Asmat en el laboratorio las recuperaciones habían desmejorado casi en tres puntos. Era el comentario del día,
- “Pero tu eres el que hace los reportes para Lima; lo que te pido es muy fácil: bajas un poquito la ley de cabeza y ya está, es muy sencillo, siempre lo hemos hecho así, cuando no teníamos ni calculadoras, ahora tienes hasta una PC. Y a nadie le va a importar; a los de la mina los miden sólo por los tonelajes brutos, sea cual sea la ley y la calidad de mineral que saquen. Entiende que me estoy jugando el puesto. En Lima hasta podrían sospechar de los anteriores reportes”.
- “No sé si lo podré hacer, ¿Cómo quedo con mi gente? Si pierden la confianza en su trabajo todo se habrá derrumbado. Ellos confían en mí; ¡¿cómo se los digo?!”.
- “Bien, tú verás cómo lo haces. Pero, si no puedes hacer eso . . .”, terminó la frase con ese tonito amenazador tan característico de los ‘super’.
Por tradición el ‘súper’ era el emperador del campamento, nadie se podía atrever a contradecirlo. Era parte de la cultura campamento minero en el sector; a su vez, esos ‘emperadores’ eran sumamente serviles con el gerente, lo que también es usual.
- “Bueno ingeniero, entonces me lo ordena por escrito. . .”.
- “¿¡Qué!?, ¿quieres quemarme?”
- “Si no se quema usted, me quemo yo, ingeniero”, y agregó, “usted me pone en el disparadero frente a mi gente y a mis principios”.
Jorge Asmat era el nuevo jefe de laboratorio, había sido un geniecito universitario. La conversación con el ‘super’ le malogró la mañana, no sabía qué hacer. Había tenido otra idea de las cosas cuando aceptó el puesto, aunque había oído de esa clase de manipulaciones nunca creyó que le fueran a reventar en la cara; “si lo hago, todo se me derrumba”, pensaba.
El cholo “Asmat”, como le decían sus amigos, era un muchacho de principios y con aspiraciones. A todo lo que hacía le ponía pasión; se había forjado ilusiones de progreso personal en el ambiente minero, había sido un alumno destacado en la universidad y criado en una familia muy respetada en su natal Moche, y se encuentra de sopetón con eso. Pensó hasta en renunciar, pero recién se había casado y adquirido un compromiso hipotecario importante. A media mañana se calmó, “vamos a dejar que las cosas caigan por su peso” se dijo, “de repente sólo ha sido una insinuación del ‘super’ para ver mi reacción. Pero, por si acaso, voy alistando mi curriculum”.
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