EL MOLINO DE NIXTAMAL
Enviado por Bea65 • 8 de Agosto de 2021 • Reseña • 723 Palabras (3 Páginas) • 273 Visitas
EL MOLINO DE NIXTAMAL
Por: Cutu
En la década de los setenta vivía en un maravilloso lugar llamado Calkiní, que en vocablo maya significa “Garganta de Sol”. Uno de los recuerdos primeros de mi infancia, es quizás cuando tenía la edad de cuatro o cinco años. Dormía algunas noches en casa de mis tíos abuelos. La endeble casita de adobe rojo y estuco, con techo de paja, no guardaba los ruidos del exterior, así que cada día escuchábamos el chucu-chucu del molino de nixtamal a las cinco de la mañana en punto, cuando religiosamente se prendía. Era la hora de levantarse.
Tampoco las paredes guardaban las voces de las mestizas (las mestizas son las mujeres que usan sus hipiles bordados con flores de colores, llevan siempre un rebozo que muchas veces les sirve para acuñar la palangana sobre su cabeza y llevarla con magistral acrobacia), platicaban con voz fuerte saludándose entre sí; algunas hablaban el español, pero la mayoría lo hacía en el lenguaje de sus ancestros. Venían de los pueblitos vecinos a moler nixtamal, que después en sus casas transformarían en ricas tortillas. Al pensar en su faena diaria escribí hace algún tiempo lo siguiente:
Comal
Hojuela maquillada con hollín
tan negra como la penumbra,
en tus ardientes entrañas se cocina
el alimento sagrado de los mayas
Las manos mestizas que te alaban
en su destreza te buscan afanosas
sabiendo que en ese ritual diario
se encuentran sus raíces encarnadas.
No importa cuán ardiente te le ofrezcas
así de fácil te reclama, la leña seca
que te da el aliento
y hace de tu reverso su morada.
Reverso oscuro, tu espalda tiznada
mirando a la tierra, como si le hablara,
y al contar su historia, la lumbre atizara
ese amor ardiente que de ti emana.
No recuerdo el momento en que se dejó de escuchar. Todavía hay ocasiones en que abro los ojos porque me parece oírlo como antaño.
A veces, (bueno, casi a diario), nos mandaban a comprar al molino una bola de pozol, la que después preparábamos con las manos, eso sí, muy limpias. No teníamos licuadora, lo deshacíamos completamente con agua del aljibe, después le poníamos un poco de azúcar y en la misma jícara lo tomábamos. Algunas personas, (sobre todo los señores), no lo endulzaban ponían en su lengua una pizca de sal y mordían un chile mashito o habanero, y bebían un sorbo, repetían la misma acción hasta dejar su jícara vacía. Los campesinos acostumbran llevar a la milpa pozol como bastimento.
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