El Maestro Diego Sifontes Sosa
Enviado por danripa • 9 de Octubre de 2011 • 1.364 Palabras (6 Páginas) • 1.601 Visitas
SIFONTES SOSA, Diego. (Educador).
Nació en Maturín el 9 de abril de 1900, fruto del hogar formado por Braulio Sifontes y Lucía Sosa Molinos de Sifontes, el primero descendiente de Isidro Sifontes y Graciosa Barroso de Sifontes, próceres de la guerra magna en Maturín, en las célebres batallas de 1813-14. Diego fue bautizado en la Iglesia parroquial de San Simón por el Pbro. J.M. Guevara Carrera, destacado historiador; y rezó “Diego Maria” el 11 de agosto de 1900, siendo sus padrinos Antonio Sifontes y Emilia Rosaura Sosa.
Diego Sifontes tuvo quince hermanos, siendo ellos: Benicia Vicenta, que murió de año y medio; Isaac Antonio, que sobrevivió 7 meses; Jesús Antonio, fallecido de tres meses; Braulio Ignacio, que murió de gripe española a los 27 años; Sofía, muerta de 26 años a consecuencia de la “fiebre larga”; María Magdalena que fue casada en Caicara con Otto Vorbeger Cotton; Melesio que murió a los 18 años en La Cruz y Maria de Lourdes Sifontes Sosa, quien le sobrevivió a todos.
Don Diego Sifontes Sosa, Inició sus primeras letras en escuelas particulares de la época, más tarde cursa primaria en la Escuela Federal “Monagas” e inicia su bachillerato, siendo uno de sus profesores el famoso Bachiller ‘Pepe’ saya. Su gran ilusión era graduarse de bachiller, estudios donde inicialmente demostró bastante aplicación, para después estudiar la carrera de Derecho en la ilustre Universidad Central de Venezuela, en Caracas.
Así fueron sus condiscípulos en las aulas del Colegio Federal, los más tarde profesionales, doctores: Cruz Peraza Beauperthuy (eminente traumatólogo), José Valverde (destacado médico), Jacinto Ramírez Rausseo (brillante jurista y laureado poeta) y el abogado Juan José Palacios, connotado maturinés que tuviera figuración distinguida en la célebre Semana del Estudiante del año 1928, en Caracas.
Diego Sifontes Sosa había logrado cursar con éxito el Tercer Año de Bachillerato, cuando un infausto acontecimiento cambia el curso de su vida y va influir notablemente en la toma de vocación, ya que luego se dedicaría con ahínco al apostolado magisterial. Fallecen sus hermanas Sofía y Maria Magdalena, en apenas un intervalo de 15 días. Su padre para entonces trabajaba en las Rentas, pero su progenitora no soporta el golpe por lo que se resiste a seguir viviendo en esta ciudad de sus querencias, y pide a su esposo que la traslade a La Cruz de la Paloma, un humilde vecindario aledaño a Maturín ya escasos kilómetros de esta capital, donde fija residencia. Diego renuncia a su añorada carrera y ante el sufrimiento de su madre, 0pta por acompañarle y suspende definitivamente sus estudios de bachillerato.
Ante esta dura realidad, Diego tiene necesariamente que contribuir a subvenir a los gastos de la familia y no quiere ser una carga más para sus padres, y de allí que se presenta la oportunidad de sustituir a la maestra en la Incipiente escuela del villorio, por lo que accede a ejercer el cargo con un modesto sueldo de 300 bolívares mensuales. Allí en la Escuela de La Cruz va a ejercer el noble oficio de la enseñanza durante más de 20 años. La institución era de varones y entre sus alumnos se recuerdan, a Alejandro Pereira, Asdrúbal Ortiz, Manuelito González, Trino Sucre y Polo Ortiz., unos desaparecidos y otros que de avanzada edad recuerdan las extraordinarias dotes del sencillo maestro de pueblo.
En el año de 1932 cuando el maestro Manuel Fermín Arévalo, periodista y escritor, establece la Sociedad de Padres y Maestros y Amigos de la Escuela en Monagas, Diego Sifontes contribuye a su organización y allí ocupa una vocalía al lado de distinguidas personalidades para la época. La Sociedad la presidía Manuel Fermín Arévalo, el prof. Carreño, Vice-Presidente; J.M. Aristimuño Coll, tesorero; Dr. Marlo Navarro, médico, como secretario de Actas, y de vocales: el abogado Arístides Gómez Rengel y el maestro Diego Sifontes.
Diego Sifontes Sosa, en su afán de llevar la luz de la educación a aquel rincón de la geografía local, no sólo se conformó con cumplir sus obligaciones inherentes, sino que movido de su compasión con su señora madre, les abrió una escuela nocturna de primeras letras a los campesinos de La Cruz, contándose entre sus alumnos, Antonio
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