El numero que nunca fue
Enviado por Giorgina.t • 7 de Mayo de 2017 • Trabajo • 585 Palabras (3 Páginas) • 87 Visitas
El número que no fue
Hace ya varios años, cuando todavía vivía en la casa del barrio Malvín y era pequeña, mi hermana Matilde y yo éramos las mejores amigas. Desde el momento que nos levantábamos en aquella silenciosa cuadra familiar, hasta que nos acostábamos con el sonido de los grillos detrás de la ventana, pasábamos la mayoría del día jugando a innumerables cosas y la mayoría de ellas inventadas por nuestra inocente imaginación.
Una de nuestras tantas diversiones consistía en idear un show, de lo que fuera (danza, teatro, cocina, magia) para luego mostrárselo al público, es decir, a familiares o amigos, aunque estos fueran dos personas. Un buen día, Matilde y yo decidimos hacer una función con algunos de los disfraces viejos que estaban guardados en las polvorientas puertas del garaje. Yo me había disfrazado de bruja, con un traje negro terminado en picos, que tocaban la punta de los dedos de mis pies. Mi hermana se había vestido de mi adversaria, usando el disfraz de hada. Llevaba puesta una pollera rosada que le caía por debajo de las rodillas, una blusa sin mangas de color blanco, y unas alas transparentes con detalles brillantes que nos había cosido mi abuela.
Cada una eligió un instrumento que acompañara su vestimenta, mi hermana, pues es mayor que yo, y le tocó elegir primero, entonces escogió la única varita. Yo tuve que quedarme con el hacha que, para ser una bruja, no contradecía mucho mi vestuario.
Al momento de presentar lo creado nuestro único público presente fue mi madre, y me tocó ir primera. Comienzo introduciendo mi personaje de esta manera:
—¡Bienvenidos Señores y Señoras! ¡Están a punto de ver a la bruja más malvada de todos los tiempos, la bruja Isabella uajajaa!
Y así comienzo a hacer una serie de frases corporales, gestos y movimientos que hoy día me resultan extraños recordar, hasta el momento en que utilice mi hacha. Allí se desató un desastre. La agité haciendo movimientos que se mezclaron entre artes marciales y esgrima, y ahí cuando escuchaba el cortar del aire por la rapidez de mis movimientos, sentí como se desprendía y se partía en dos mi hacha. No supe que pasaba hasta que sentí el grito de mi madre y levanté mi cabeza después de ver en mi mano la mitad de mi instrumento, y vi la cara de mi madre toda ensangrentada. No sabía qué hacer, cómo reaccionar. Era pequeña y al ver toda esa sangre pensé que había matado a mi mamá, así que subí corriendo la escalera hacía mi cuarto a encerrarme a llorar. Por suerte estaba mi hermana, que es mayor que yo y que todavía no había realizado su número, para ayudarla.
Desde mi cuarto se sentían voces y pasos que caminaban con rapidez. Yo sólo quería saber que mi madre estaba bien. Ella me llamaba desde abajo, pero yo no quería bajar.
A los 20 minutos aproximadamente, llegó el médico y la curó. Mi madre no se iba a morir. Entonces subió a verme. Yo estaba acostada sobre mi cama, con la cara y los ojos llorosos. Me abrazó. Luego hablamos un rato, y me hizo lograr entender que no fue mi culpa, que estos accidentes, por más inusuales que sean, pueden suceder.
Sin embargo, hoy en día a la conclusión que llego después de haber recordado y pasado por la mente muchas veces esta historia, es que mi hermana nunca pudo hacer su parte en nuestro show de hada y bruja. En otra ocasión será.
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