Filosofia
Enviado por forbers • 12 de Junio de 2013 • 5.654 Palabras (23 Páginas) • 258 Visitas
1. Mensajeros de la philosophia perennis:
Todas las grandes tradiciones de sabiduría cultivadas en diversas partes del
planeta a lo largo de milenios coinciden en sus puntos fundamentales. Tradiciones que
van desde el hermetismo egipcio, pasando por la extensa sabiduría griega hasta el
budismo, el cristianismo, el sufismo, el taoísmo, el yoga hindú y demás enseñanzas
espirituales de la humanidad. Tal es así que la expresión philosophia perennis ha
acabado siendo el sello de identidad con el que hacer referencia a todo el entramado
de verdades universales contenido en esas enseñanzas1.
En este artículo no nos centraremos en el contexto que rodea a esta
denominación, sino que trataremos de reconciliar a dos de sus máximos exponentes:
Parménides de Elea (515 a.d.C? - 450 a.d.C?) y Heráclito de Éfeso (544 a.d.C - 484
a.d.C aprox), a quienes no se ha hecho la debida justicia en la historia del
pensamiento occidental. Por desgracia, dados ciertos acontecimientos históricos, las
enseñanzas de estos dos titanes del espíritu han tendido a ser consideradas de
manera sesgada. Muchas veces las interpretaciones difuminan por completo la
esencia de aquello de lo que se habla. Esto se cumple especialmente en el caso
Parménides y su enseñanza, como bien ha mostrado magistralmente Peter Kingsley
en su libro In the Dark Places of Wisdom, donde presenta a un Parménides
desconocido, un sanador (iatromantis), sacerdote de los misterios de Apolo. Datos
significativos que este pensador deriva de ciertos descubrimiento arqueológicos y del
famoso poema parmenídeo, el cual es examinado con mayor detalle en otra obra,
Reality 2.
Durante mucho tiempo se ha venido ignorando el hecho de que el mensaje de
Parménides y Heráclito es una continuación del extraordinario desfile sapiencial
acontecido en el S.VI a.d.C, época en que nacieron ambos, pese alcanzar su madurez
espiritual en el siglo posterior. Karl Jaspers calificó de época axial a dicho siglo sexto,
ya que constituye una bisagra de numerosas tradiciones espirituales. Fue aquél un
tiempo en el que la philosophia perennis habló esplendorosamente por boca de seres
como Lao Tsé, Chuang Tzú, Zoroastro, Pitágoras, los profetas bíblicos y el gran
iluminado Siddharta Gautama el Buda, por citar sólo a unos cuantos.
Heráclito y Parménides, como no podía ser de otra manera, continuaron
ensanchando la lista de adelantados de la humanidad. También eran hombres
“despiertos”. Pese a ello, algunos contemplan las enseñanzas de los notables griegos
como ajenas a las aproximaciones de los sabios orientales, con las que mantenían
contacto. No han sido pocos los que han afirmando que la filosofía griega estaba por
encima de las “vagas especulaciones y supersticiones de Oriente”. Sin ir más lejos,
Zubiri contrapuso las vías muertas de la especulación asiática a un intelectualismo
1 La denominación philosophia perennis fue tomada por Leibniz del teólogo Agustine Steuch, y
popularizada por Aldous Huxley en la obra que la lleva por título.
2 Peter Kingsley,
–In the Dark Places of Wisdom, The Golden Sufi Center, Inverness, C.A, 1999.
–En los Oscuros Lugares del Saber, Atalanta, S.L, Girona, 2006.
–Reality, The Golden Sufi Center, Inverness, C.A, 2004.
Fernando Hunverto Asensio
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europeo3: el pensamiento indio es la realidad de lo que hubiera sido Grecia, y, por
tanto, Europa entera, sin Parménides ni Heráclito: en términos aristotélicos, una
especulación sobre las cosas por entero, sin llegar jamás a hacer intervenir el "son".
En el mismo capítulo saca a relucir una de las ideas que más daño han hecho al
pensar occidental: Parménides y Heráclito representan, desde luego, una profunda
antinomia en su concepción del universo: Parménides, la concepción quiescente;
Heráclito, la concepción movilista.
Semejantes afirmaciones dejan mucho que desear examinadas a la luz de la
vivencia no intelectualista de las enseñanzas, así como de los numerosos estudios
comparativos de las filosofías de corte holístico e integral. Con todo y eso, aún siguen
prevaleciendo ciertas tendencias eurocentristas que ignoran la unidad del pensamiento
sapiencial.
Contrariamente a lo que a veces se piensa, los dos hombres notables de los que
hablamos no eran meros pensadores o intelectuales, ni hablaban en términos oscuros,
ni estaban enfrentados. Como maestros representantes del Gran Conocimiento, eran
conscientes de la necesidad de expresar ciertas verdades de un modo
tradicionalmente peculiar. Hacían uso de un lenguaje poético, críptico y paradójico; un
lenguaje cuyo contenido sólo se hace accesible a través del sabor del Ser. Dicha
vivencia no es posible sin el discernimiento entre lo falso y lo verdadero, sin lo que
Parménides denomina en su poema: discernimiento del Lógos. En el mismo sentido
hablaba Heráclito de la razón común o Lógos que hemos de escuchar e identificar en
nosotros.
2. La ilusión de un antagonismo
Hay un mundo uno y común para los que están despiertos, mientras que los
durmientes se desvían a uno privado y suyo propio (Heráclito, fr.89 D-K).
Comprender a Heráclito y a Parménides en su justa medida, en su mundo
común, exige advertir ciertos matices de manera intuitiva y experiencial. Es una
costumbre muy arraigada en el ámbito academicista el tratar estos temas sólo con un
frío intelecto y sentimientos distorsionados. En ausencia de una práctica sapiencial, el
pensamiento camina por sinuosos senderos, desembocando en los tecnicismos de la
erudición vacía. Así es como muchos concluyen que nos hallamos ante pensadores
enfrentados. A Parménides, al que llaman padre de la lógica, se le acaba encasillando
en un “monótono monismo” donde no ha lugar al cambio. Por contra, a Heráclito se le
hace defensor de la realidad como algo fluyente y despojado de toda consistencia,
algo que impide que podamos hablar con verdad acerca de las cosas. A veces
también se le estudia desde aproximaciones fisicalistas. Agustín García Clavo hace
ver a lo largo de su magnífica obra Razón Común que semejantes visiones son
enteramente erróneas4. Cuando el efesio nos habla del agua, el fuego, el aire y la
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