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Los Usis De La Lectura En Mexico


Enviado por   •  12 de Abril de 2014  •  1.359 Palabras (6 Páginas)  •  171 Visitas

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Juan Domingo Argüelles

 

Los usos de la lectura en México

 

La mayor parte de los estudios e investigaciones sobre conducta lectora en México coincide en una desalentadora conclusión que, por su carácter previsible, puede perfectamente intuirse y resumirse en tres afirmaciones que prácticamente no admiten controversia:

1. Estadísticamente, los verdaderos lectores son escasos y constituyen una ínfima minoría en una enorme población que aun siendo alfabetizada y teniendo algún contacto con los libros no puede denominarse lectora.

2. Existe un analfabetismo cultural (que es algo mucho más que funcional) representado por las personas que aun sabiendo decodificar una palabra, una frase, una oración, un párrafo, una página, al mismo tiempo no sólo carecen del hábito de leer sino que, además, no creen que la lectura cotidiana de libros constituya una experiencia digna de disfrutarse.

3. Estas personas pueden ser –y de hecho lo son– universitarias; muchas de ellas, con carreras humanísticas (y aun con doctorados), y sin embargo no les interesa leer por iniciativa propia ni tienen un comercio estrecho con los libros. (Los libros o fragmentos de libros que leyeron en la universidad no tuvieron otro propósito que el de sacar la carrera).

En su libro Los demasiados libros, el fino poeta y brillante ensayista Gabriel Zaid nos amplía la visión respecto a este problema cuando señala: “Hay millones de personas con estudios universitarios. Por mal que estén económicamente, pertenecen a la capa superior de la población. Pues bien, estos millones de personas superiores en educación y en ingresos, no dan mercado para más de dos o tres mil ejemplares por título, o mucho menos. Y si las masas universitarias compran pocos libros, ¿para qué hablar de masas pobres, analfabetismo, poco poder adquisitivo, precios excesivos? El problema del libro no está en los millones de pobres que no saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir”.

Estas desencantadas conclusiones más los números rojos de las estadísticas acaban por sumirnos en un profundo desaliento, pues (vuelvo a citar a Zaid) “si todos los que quieren ser leídos leyeran, habría un auge nunca visto”, pero ello no es así porque “los graduados universitarios tienen más interés en publicar libros que en leerlos”.

¿Cómo se explica esta aparente incongruencia? Se explica con una lógica y una realidad apabullantes. “Publicar –concluye el autor de Los demasiados libros– es parte de los trámites normales en una carrera académica o burocrática. Es como redactar expedientes y formularios debidamente llenados para concursar. Nada tiene que ver con leer y escribir. Leer es difícil, quita tiempo a la carrera y no permite ganar puntos más que en la bibliografía citable. Publicar sirve para hacer méritos. Leer no sirve para nada: es un vicio, una felicidad”.

En el extremo opuesto de la sinceridad realista e inteligente de Zaid, no faltan los bienintencionados de nobles ideales que, a través de un ejercicio apasionado y devastador de autocrítica cultural, se avergüenzan de vivir en un país (el nuestro) con tan paupérrimo índice de lectura, ignorando o soslayando que no únicamente en México (aunque aquí el fenómeno sea severo), sino en todo el mundo los lectores son escasos, y los buenos lectores, más escasos aún.

Siendo así, no debería sorprendernos (sin que por ello deje de preocuparnos) que, en el caso de las bibliotecas públicas de nuestro país, un usuario no corresponda siempre, ni remotamente, a un lector y menos todavía a un lector asiduo.

Leer no es un ejercicio muy popular en el mundo, y leer buenos libros es todavía más impopular lo mismo en México que en otros países, con la única diferencia de que en los países ricos la población culta es más amplia, el tiempo del ocio más prolongado y mejor invertido y la tradición editorial y literaria más respetada y estimada.

Para los países ricos, y cultos, las estadísticas hablan de veinte o más libros por ciudadano en el índice de lectura, a diferencia de países como el nuestro, con apenas un libro y acaso menos en su promedio. Lo que no se aclara, casi nunca, es

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