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Pierre Bourdieu


Enviado por   •  6 de Enero de 2014  •  2.408 Palabras (10 Páginas)  •  287 Visitas

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PIERRE BOURDIE

Pierre Bourdieu, sociólogo francés de formación filosófica, abordó en varias obras famosas el campo de la educación (v. g. Bourdieu y Passeron, 2001). Se le considera, de hecho, uno de los principales sociólogos de la educación del siglo XX, de gran influencia en el análisis de los sistemas escolares y en el desarrollo de las teorías que a partir de él se han denominado “reproductivistas” en la pedagogía. En este trabajo, vamos a mostrar que su sociología puede ayudar a la Teoría de la Educación a tener en cuenta, como resulta imprescindible, el suelo de lo social donde se realiza en gran medida lo humano y que constituye a la persona.

Hay que enfatizar que a la focalización de la pedagogía en lo corporal, que responde también a una cierta corrección de tipo materialista a la hora de estudiar la educación, se ha dedicado en los últimos años un importante esfuerzo investigador en el mundo de la Teoría de la Educación en España (Prieto, 2011). En una línea crítica también con el excesivo racionalismo con el que se aborda a veces el Yo y el sujeto en ciertas teorías pedagógicas, deseamos destacar el enfoque del profesor López Herrerías, que apunta a la preeminencia de lo ético-afectivo sobre lo estrechamente cognitivo (López Herrerías, 2010). Además, el discurso de una filosofía de la educación liberadora que se desarrolla en algunos trabajos recientes tiene como punto de partida precisamente la asunción de la materialidad (histórica y social) de lo humano (Santos, 2010, 2011a).

Bourdieu entronca con una tradición epistemológica que en el pensamiento francés se ha preguntado por las condiciones históricas de la racionalidad científica. Esta tradición nos remite a Comte y Durkheim y podemos quizás hacerla extensiva hasta Foucault. Dentro de esta línea de autores próximos o pertenecientes a la sociología cabe situar sus principales influencias, dentro y fuera de Francia: Marx, Weber y Durkheim (Castón, 1996: 77-78). Esta veta en el pensamiento francés se contrapone a otra que apunta a “las condiciones ontológicas que hacen posible el acontecer de la significación” (Moreno y Vázquez, 2006: 9). Aquí ubicaríamos por ejemplo a Sartre, Marcel, Merleau-Ponty1 hasta Ricoeur. La primera línea se caracteriza por asumir un análisis de tipo científico del objeto, frente al afán de radicalidad que aproxima a los autores de la segunda línea a lo artístico y literario. En éstos se da una apuesta metodológica por la fenomenología que persigue mostrar las estructuras fundamentales de lo óntico, es decir, ir de lo óntico a lo ontológico, por lo que la historicidad es algo que aunque se asume en los entes, se intenta trascender (Sartre, Heidegger). Buscan, por tanto, un trascender que no se daría en los autores más próximos al pensamiento sociológico. En este sentido, Bourdieu se halla en una opción epistemológica que lo aproxima a la corriente analítica en la filosofía, pero que se separa al mismo tiempo de corrientes fuertemente objetivistas que niegan la mediación de un sujeto entre la estructura social y las acciones, como es el estructuralismo de Levi-Strauss (Ferrante, 2008b). Además, la concepción pragmatista de los usos del lenguaje a la que apunta el sociólogo francés en sus investigaciones recuerda a la tradición del segundo Wittgenstein o Austin. Serán las reglas de juego asumidas institucionalmente las que van creando una realidad que el sociólogo intenta describir. José Medina (2003), por ejemplo, interpreta la concepción epistemológica del segundo Wittgenstein como contextualismo social, argumentando que es estrechamente similar a la noción de doxa epistémica de Bourdieu, a la que nos referiremos más adelante. Bourdieu emprende una crítica histórica de la razón que supone una solución a la dicotomía contemporánea de la opción obligada entre razón o historia. Se trata de dilucidar las reglas de juego del campo donde se da el pensamiento y la pesquisa científica. “Sólo advirtiendo los determinismos sociales que sesgan la mirada del filósofo o del investigador social es posible avanzar en la conquista de la autonomía y por lo tanto de la universalidad en el campo considerado” (Moreno y Vázquez, 2006: 16). Todo esto sería un procedimiento de criba que garantizaría no tanto la disolución de la crítica, sino precisamente la posibilidad de un campo autónomo donde pueda ejercerse. Así pues, en la polémica en torno a la Ilustración, Bourdieu se decanta no tanto por combatirla y arrojarse en brazos del irracionalismo, sino por llevarla más allá de sí misma en una Ilustración de la Ilustración (Pecourt, 2007: 30).

El campo social académico y la disposición “escolástica”

Todos actuamos y pensamos dentro de una sociedad que el francés divide en “campos”, que implican un habitus específico. Como señala el profesor L. E. Alonso, “El campo es el espacio social que se construye en torno a algo que es valorado socialmente. Este espacio es relacional y relativo, depende de las posiciones que lo circunscriben, y estas posiciones, a su vez, se apoyan en las diferentes dotaciones de capital con que cuentan los actores” (Alonso, 2002: 19). Por otra parte, el habitus en el espacio social es definido como “ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas” (Bourdieu, 2007: 19). Los habitus son diferenciadores, en el sentido de que definen una posición y, además, crean las diferencias en la realidad social. En relación con los campos, puede haber habitus específicos que son como esquemas clasificatorios que subyacen al sentido práctico requerido por un campo y que se asumeinconscientemente por el mero hecho de estar jugando el juego característico del campo en cuestión.

Un campo es, así pues, como una partida de cartas en la que se asumen unas reglas, se respetan o infringen también según ciertas pautas establecidas y se compite para obtener mayor ganancia, que es el “capital” en juego, no necesariamente económico. De hecho, igual que poseemos dinero, existen otros capitales, como el cultural, tan determinantes como el capital económico (Liozos, 2006), por lo que Bourdieu amplía el planteamiento marxista ortodoxo2. Hay que tener en cuenta, entonces, que “La distribución de los agentes en el espacio social compromete, para ser exactos, tres dimensiones: el volumen global de capital poseído, la composición de este capital (peso relativo de los diferentes tipos de capital) y la trayectoria o evolución en el tiempo del volumen y composición del capital” (Inda y Duek, 2005: 4).

La noción bourdieusiana de habitus se refiere a ese sentido práctico que interviene antes de que, como

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