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ACTITUD FILOSOFICA


Enviado por   •  16 de Abril de 2015  •  3.474 Palabras (14 Páginas)  •  358 Visitas

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LA ACTITUD FILOSOFICA

En el presente capítulo abordaremos el tema “la actitud filosófica” con la intención de clarificar los rasgos esenciales de la vida filosófica y poder distinguirla de otro tipo de actitudes cognoscitivas como la científica o la espontánea. El tema, aparentemente sencillo, manifiesta perfiles interesantes cuya hondura nos exigirá detenernos en algunas digresiones que esperamos ayuden a dar más luz sobre el tema.

La Actitud: el sentido etimológico

La etimología nos indica que la palabra actitud deriva del italiano attitudine, “aptitud”, “postura”, “actitud”, probablemente del mismo origen que aptitud . El diccionario de Joan Corominas también refiere que pese al consenso sobre el sentido anterior de la palabra, también existe otro, que la deriva de actum, acto. En cuanto a la palabra aptitud, esta pareciera esconder una mayor riqueza: derivada del latín aptus, muestra los sentidos de “grandeza”, “riqueza”, “alto”, “noble” .

Tenemos pues en primer lugar, que las palabras actitud y aptitud están íntimamente ligadas, mostrando que una y otra se presuponen. En segundo lugar, el sentido de acto, manifiesta a la actitud como una acción, como un movimiento, el mismo que podríamos identificar con una postura, es decir, no con un movilismo espacial, sino con una acción espiritual. En tercer lugar, tenemos que este acto está lleno de aptitud, es decir, que es un acto que manifiesta riqueza, nobleza.

La actitud, (y podríamos adelantar, la actitud filosófica), es una acción espiritual, que manifiesta una riqueza: la interioridad del hombre, una interioridad que implica diversas facetas de su ser. La actitud filosófica resume en una unidad las diversas dimensiones que habitan en él.

El término actitud sería equívoco si es que no se repara en la amplitud de lo que expresa. Por ello, debemos dejar sentado que el sentido de actitud rebasa la dimensión puramente psicológica para expresar la totalidad del hombre.

La antropología filosófica – que abordaremos en un capítulo posterior – nos dice que lo propio del hombre es conocer. Desde los antiguos orientales hasta la filosofía clásica griega y la filosofía del hombre moderna, ser hombre es conocer. El conocer es consubstancial a la naturaleza del hombre, es su esencia. Por lo tanto, si la actitud filosófica expresa esa esencia o vocación original, podemos decir que esta se refiere al espíritu, al trasfondo ontológico del hombre.

La actitud filosófica como actitud amorosa

A la disposición del hombre hacia un saber universal y total se le llama actitud filosófica. Esta actitud expresa la vocación y consecuentemente el modo de actuar propio del que filosofa.

El reconocer en la filosofía una actitud ha sido ligado por algunos autores al nacimiento de la filosofía misma, sobre todo, refiriéndola a la época de la filosofía clásica. Xavier Zubiri evidencia el caso de Sócrates. Es este filósofo, protagonista de los diálogos platónicos, quien socavará las certezas y creencias de sus contemporáneos para proponer a la Sabiduría como algo muy alejado, como una realidad inasible, cuya posesión debe limitarse a una “participación”. Este alejamiento de la Verdad dejó en claro las modestas pero nobles posibilidades del hombre: la búsqueda amorosa, el ánimo determinado, el reconocimiento heroico de la ignorancia, el vuelco hacia el espíritu, es decir, una actitud.

Para Zubiri, la nueva etapa socrática es “una forma de saber en la que lo decisivo está justamente en ser buscado. Por tanto, más que una doctrina es una actitud, una nueva actitud”

En su trabajo “¿Qué es filosofía?”, el filósofo Martín Heidegger explora, siempre en clave metafísica y con el conocimiento recto de los términos antiguos, la naturaleza de la actividad filosófica. Él recuerda el famoso pasaje de El Teeteto de Platón en el que el filósofo griego señala al asombro como el punto de partida de toda filosofía. Heidegger afirma que el “el asombro sostiene y domina la filosofía” , indicando con ello que el estado espiritual o vital del asombro no sólo dispara la actividad filosófica, sino que es el “temple de ánimo” que asegura al filósofo su camino hacia el Ser, y que por lo tanto es consubstancial a la actividad filosófica misma.

Para el filósofo alemán el hombre es un ser referido al Ser, y por ello escucha el llamado de este. La filosofía es una correspondencia a este llamado, una caminar hacia el Ser con temple de ánimo, el mismo que no expresa según Heidegger, ninguna sentimentalidad, sino pura determinación y voluntad. La filosofía es el “corresponder dispuesto” al Ser del ente, a la llamada del Ser del ente. Es como un estado de receptividad y de alerta, un “temple de ánimo, en el sentido de disposición y determinación” .

Conocido es el pasaje de El Banquete de Platón, en el que Sócrates narra el mito del origen de Eros. Al igual que el geniecillo alado, el filósofo exhibe una indigencia o miseria natural por filiación materna, pero por su ascendente paterno, anhela y busca la sabiduría. Su riqueza es que algo de realidad trascendente resuena en él y puede corresponder a ese llamado.

La actitud filosófica y la vida autentica:

La filosofía como forma de vida

Hemos tratado hasta aquí de reflexionar sobre la filosofía misma para mostrar y caracterizar la actitud que le es propia. Pero la filosofía no existe en el aire sino que la encarnan los hombres. Los hombres son los que hacen filosofía. Pero, ¿son todos los hombres o una minoría de ellos los que asumen esta actitud tan peculiar hacia la realidad y hacia si mismos? Además, todos los que afirman dedicarse a ella, ¿poseen esa disposición hacia el saber universal de forma autentica?

Las características del mundo moderno y su repercusión negativa en el ámbito de las vocaciones y del equilibrio general de la humanidad ha sido estudiado y mostrado por diversos autores desde el siglo pasado. Se ha relacionado al mundo actual con “la falta de una concepción filosófica del cosmos, el decrecimiento de las fuerzas religiosas, la despoetización del mundo, la absorción del individuo en la masa, la tecnificación de todos los órdenes de la vida, la especialización en toda clase de actividades humanas, el apresuramiento y la superficialidad con que el hombre de hoy se ve forzado a conducirse en todo momento sin encontrar su centro”

La vida moderna ahoga ciertas posibilidades superiores como la vida filosófica al promover una vida inauténtica. Sin embargo es más importante detenernos en la relación entre la autenticidad y la actitud filosófica como la forma superior de vida intelectual.

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