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Enviado por   •  8 de Abril de 2014  •  1.735 Palabras (7 Páginas)  •  327 Visitas

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AUTISMO: UNA DIETA QUE CAMBIA LA VIDA

Antonio Calvo Roy

URL: http://www.elpais.es/

AUTISMO: UNA DIETA QUE CAMBIA LA VIDA

Por: Antonio Calvo Roy – Madrid

La alimentación especial sin gluten ni caseína no cura a los afectados, pero alivia los síntomas

El autismo es un enigma sin resolver. No se conocen las razones por las que algunos niños no comprenden el mundo en el que viven, son incapaces de relacionarse con él y permanecen instalados en una nube que puede ser despistada o violenta. Sin embargo, cada vez parece más claro que el trastorno está relacionado con una gran cantidad de péptidos en el sistema nervioso central, agudizado por una mala asimilación del gluten y la caseína. Los niños autistas viven bajo un cuadro de saturación de opiáceos: cambiar la dieta es cambiar la vida. Los niños que han sido sometidos a una dieta especial sin gluten ni caseína han experimentado una notable mejoría. No se curan, y los que padecen un retraso mental siguen teniendo esa limitación, pero aprenden más.

"En lo primero en lo que hay que insistir", dice el doctor David Mariscal, experto en nutrición, "es en que esto no es un milagro. El autismo no se cura. Pero en los casi cuatro años que llevo tratando a niños autistas he comprobado que en la mayoría de los casos se producen unas mejorías notables". Mariscal empezó a tratar niños autistas de la mano de Ángel Rivière, catedrático de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid, fallecido el año pasado, una de las mayores autoridades en esta materia. "Nos pusimos en contacto, me contó las investigaciones que se habían hecho en otras parte del mundo con la dieta para autistas y enseguida empezó a mandarme pacientes. De las 20 familias con las que comencé, unas 15 siguen cumpliendo la dieta y los cambios que se aprecian en los niños son muy grandes".

El gluten y la caseína son los responsables del aumento de péptidos, así que la dieta consiste en suprimirlos. El gluten está presente en el trigo, la cebada, la avena y el centeno, y la caseína en la leche y todos sus derivados. "Pero no se puede suprimir de golpe esta alimentación, porque si no, los niños sufrirían algo muy parecido al síndrome de abstinencia. No hay que olvidar que estos péptidos, gliadinomorfina y casomorfina, son estructuralmente muy parecidos a las endorfinas, así que lo que producen es una sensación de bienestar que el cuerpo quiere mantener". Como parece que la caseína tiene una influencia mayor, es lo primero que se quita, "y el gluten, seis u ocho semanas después".

¿Hasta qué punto una disminución de todo lo que lleve pan de trigo y de la leche y todos sus derivados puede generar carencias en la alimentación de los niños? David Mariscal asegura: "Se piensa que la leche es insustituible, pero no es verdad. Ahora se hacen leches de almendra y de soja que se pueden complementar, si es necesario, con calcio. Además, se pueden añadir a la dieta polivitamínicos, aunque yo he podido comprobar en mis pacientes que no tienen ningún problema de crecimiento. Y, en todo caso, las mejoras son tan grandes que siempre merecería la pena".

Aunque las razones de esta mayor presencia de péptidos no se conocen con exactitud, ésta podría deberse a una mayor permeabilidad de las paredes del estómago de estos niños o a un problema de los enzimas que tienen que degradar estas proteínas y que no lo hacen adecuadamente. "Sean las causas que sean, lo que está claro son sus efectos", dice Mariscal.

Englobados bajo una relación imposible con lo que les rodea, incluidos sus padres, hay una serie de rasgos bastante frecuentes aunque con distinta intensidad en los comportamientos de los niños autistas. Son hiperactivos, duermen mal, sufren diarreas crónicas, tienen enormes dificultades con el lenguaje, padecen obsesiones y, sobre todo, son incapaces de tener empatía social. "De una manera diferente en cada paciente, a los seis o siete meses del tratamiento hemos podido comprobar que algunos de estos síntomas mejoran", dice Mariscal. "Y conseguir que un niño que no dormía duerma seis horas supone un cambio muy importante, para él y para su familia. Algunos de los niños han cambiado espectacularmente, pero las mejoras ni son infinitas ni son exponenciales", advierte.

Adela Castañón, médico, es la madre de Javier, un niño autista que ha seguido la dieta. "Comencé con la dieta hace dos años, cuando mi hijo tenía siete. Ahora está más en el mundo. Entonces no tenía lenguaje, ni comunicación ninguna y ahora lee, escribe, ha aprendido a sumar y ya está empezando a restar. Dibuja una cosa y me pregunta que qué es, pero no como lo indios, lo dice claramente, bien pronunciado". "Pero", añade rápidamente, "no hay que pensar que la dieta es milagrosa y que cura a los niños sin más. Los primeros seis meses son muy difíciles y no todos los niños mejoran igual. Pero si tienes la suerte de que mejore, como el mío, las diferencias son muy grandes. Una vez que se pasa el tirón del principio, luego ves que vale la pena".

Castañón se ha convertido en "ferviente defensora de la dieta"; "aunque antes era escéptica. Me sonaba a ciencia-ficción, también porque cuando oí de ella por primera vez, mi hijo

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