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Cazador De Microbios


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2014  •  17.669 Palabras (71 Páginas)  •  186 Visitas

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CAPÍTULO I

Antony leeuwenhoek

Hace doscientos cincuenta años que un hombre humilde, llamado Leeuwenhoek, se asomó por vez primera a un mundo nuevo y misterioso poblado por millares de diferentes especies de seres diminutos, algunos muy feroces y mortíferos, otros útiles y benéficos, e, incluso, Ahora, la vida de Leeuwenhoek es casi tan desconocida como lo eran en su tiempo los fantásticamente diminutos animales y plantas que él descubrió. Esta es la vida del primer cazador de microbios. Es la historia de la audacia y la tenacidad que le caracterizaron a él, y que son atributos de aquellos que movidos por una infatigable curiosidad explora y penetran un mundo nuevo y maravilloso.

Anthony van Leeuwenhoek, nació en 1632 entre los azules molinos de viento, las pequeñas calles y los amplios canales de Delft, Holanda. Descendía de una honorable familia de fabricantes de cestos y de cerveza. A los 16 años abandono la carrera de funcionario público y entró de aprendiz en una tienda de Ámsterdam.

A los 21 años Leeuwenhoek abandonó la tienda y regreso a Delft; se casó y abrió su propia tienda de telas. Se sabe muy poco de la vida de Leeuwenhoeck, en los veinte años que sucedieron, salvo que se casó y tuvo varios hijos que murieron a muy temprana edad, seguramente en ese periodo fue cuando lo nombraron conserje del Ayuntamiento de Delft y le vino la extraña afición de tallar lentes. Había oído decir que faricando lentes de un trozo de cristal trasparente, se podían ver con ellas las cosas de mucho mayor tamaño que lo que aparecen a simple vista. Entre sus 20 y 40 años a Leeuwenhoek estaba considerado como un hombre ignorante; no sabía hablar más que holandés, lengua despreciada por el mundo culto que la consideraba propia de los tenderos, pescadores y braceros. Con todo, su ignorancia lo favoreció, porque aislado de toda la palabrería docta de su tiempo no tuvo más guía que sus propios ojos, sus personales reflexiones y su exclusivo criterio.

Visitando las tiendas de óptica aprendió los rudimentos necesarios para tallar lentes; frecuentó el trato con alquimistas y boticarios, de los que observó sus métodos secretos para obtener metales de los minerales, y empezó a iniciarse en el arte de los orfebres, no le bastaba con que sus lentes igualaran a las mejor trabajadas en Holanda, sino que tenía que superarlas; y aun luego de conseguirlo se pasaba horas y horas dándoles una y mil vueltas. Después montó sus lentes en marcos oblongos de oro, plata o cobre que el mismo había extraído de los minerales, entre fogatas, humos y extraños olores. Pese a sus manos abrasadas, y llenas de ampollas, persistió en su trabajo, olvidando a su familia y sin preocuparse de sus amigos. Trabajaba hasta altas horas de la noche en apego a su delicada tarea. Leeuwenhoek buscaba la forma de fabricar una minúscula lente de menos de tres milímetros, tan perfecta que le permitiera ver las cosas más pequeñas enormemente agrandadas y con perfecta nitidez. Sí, él era muy inculto, pero era el único hombre en toda Holanda que sabía fabricar aquellas lentes. Satisfecho de sí mismo, este tendero se dedicó a examinar con sus lentes cuanto caía en sus manos. Entre otras cosas analizó fibras musculares de una ballena. Pasó horas observando la lana de oveja, pelos de castor y liebre, cuyos finos filamentos se trasformaban en gruesos troncos bajo su maravilloso lente de cristal. Con un minucioso cuidado, extrajo la masa encefálica de una mosca y la coloco en la finísima aguja de su microscopio, maravillándose por el contenido observado. Era Leeuwenhoek como un cachorro que olfatea todo lo que hay a su alrededor. Su escepticismo lo hizo único, pues miraba una y otra vez diversos objetos que incluso mantenía en la aguja de su microscopio por meses, lo cual lo llevo a crear cientos de microscopios para así poder observar los primeros especímenes y poder compararlos con los resultados nuevos que tenía en sus observaciones. Solo hasta estar seguro de que no había variación alguna en sus resultados, hacia algún dibujo de lo ya observado. Y, aun así, no quedaba completamente satisfecho, Leeuwenhoek era un hombre muy meticuloso y entregado con su trabajo, cada observación que hacia no lo dejaba completamente conforme pues solía pensar que hasta el observador más hábil podía equivocarse. Así, durante veinte años, trabajó en completo aislamiento.

En aquel tiempo, la segunda mitad del siglo XVII, surgían nuevos movimientos en todo el mundo. En Inglaterra, Francia e Italia, hombres singulares comenzaban a dudar de aquello que hasta entonces era considerado como verdad. En Inglaterra unos cuantos de estos revolucionarios formaron una sociedad llamada The Invisible College, una sociedad clandestina que, después de algún tiempo se convertiría en la Real Sociedad de Inglaterra, gracias al ascenso de Carlos II al trono, en dicha sociedad se encontraban grandes eminencias científicas como Roberto Boyle y también Isaac Newton. Los miembros de la Real Sociedad de Inglaterra fueron el primer auditorio de Leeuwenhoek, esto gracias a la información dada por Regnier Graaf, miembro correspondiente por haber informado sobre sus estudios del ovario humano. Leeuwenhoek tenía la peculiaridad de ser desconfiado y arisco con respecto a sus descubrimientos, aun así permitió a Graaf ver los resultados de sus observaciones y este maravillado de tales hazañas envió de inmediato una nota a la Real Sociedad para que rogasen a Leeuwenhoek le permitiera ser partícipes de sus observaciones, así, con sus descubrimientos, se convirtió en un miembro más de la Real Academia de Inglaterra con un gran descubrimiento. Lo maravilloso de su nuevo descubrimiento es que solo salió de agua de lluvia, quien diría que el maravilloso invento resultaría ser la puerta al universo de los microorganismos, Leeuwenhoek comenzó a analizar las gotas que caían del cielo en ellas noto unos pequeños seres, incluso más pequeños que los ácaros del queso que ya había observado anteriormente, tomando varias muestras de agua de lluvia y analizándolas llego a una conclusión, entre más tiempo tenía el agua más seres extraños y diminutos veía en su ya famoso microscopio. Este sorprendente descubrimiento se lo hizo saber a la Real Sociedad, la cual no creyó del todo en su historia y con quienes compartía ya cientos de cartas hablándoles con cierta peculiaridad sobre sus observaciones. La sociedad mando llamar a Roberto Hooke y le encomendó la tarea de construir, junto a Nehemiah Grew, el mejor microscopio y que preparasen agua con la mejor calidad de pimienta negra, pues Leeuwenhoek había descubierto un método de cultivo con agua y pimienta negra. El 15 de noviembre de 1667, Hooke llego a la reunión de la Real Sociedad con su microscopio y presa de la excitación ante

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