Cazadores De Micorbios
Enviado por tathiana • 15 de Abril de 2012 • 11.056 Palabras (45 Páginas) • 541 Visitas
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Paul De Kruif
CAZADORES DE
MICROBIOS
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EDICIONES NUEVA FÉNIX
Cazadores de microbios
Inscripción N° 135.103
Derechos reservados
Prohibida su reproducción
Composición Y Diagramación
diciones Nueva Fénix
Impreso en Santiago de Chile
diciones Nueva Fénix
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4
INDICE
CAPITULO I
ANTHONY LEEUWENHOEK
(El Primer Cazador De Microbios)................................................5
CAPITULO II
LAZZARO SPALLANZANI
(Los Microbios Nacen De Microbios)............................................18
CAPITULO III
LOUIS PASTEUR
(¡Los Microbios Son Una Amenaza!)...........................................24
CAPITULO IV
ROBERTO KOCH
(El Paladín Contra La Muerte)....................................................35
CAPITULO V
PASTEUR Y EL PERRO RABIOSO.................................................49
CAPITULO VI
RO
UX Y BERING
(Masacre De Conejillos De Indias)..............................................60
CAPITULO VII
L
IAS METCHNIKOFF
(Los Solícitos Fagocitos)...........................................................69
CAPITULO VIII
THEOBALD SMITH....................................................................80
CAPITULO IX
DAVID BRUCE.........................................................................87
CAPITULO X
RO
SS CONTRA GRASSI
(El Paludismo).........................................................................96
CAPITULO XI
W
ALTER REED
(En Interés De La Ciencia Y Por La Humanidad)..........................102
CAPITULO XII
PABLO EHRLICH
(La Bala Mágica)....................................................................112
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CAPITULO I
ANTONY LEEUWENHOEK
EL PRIMER CAZADOR DE MICROBIOS
I
Hac
e doscientos cincuenta años que un hombre humilde, llamado Leeuwenhoek,
se asomó por vez primera a un mundo nuevo y misterioso poblado por millares de
diferentes especies de seres diminutos, algunos muy feroces y mortíferos, otros útiles
y benéficos, e, incluso, muchos cuyo hallazgo ha sido más importantísimo para la
Hu
manidad que el descubrimiento de cualquier continente o archipiélago.
Ahora, la vida de Leeuwenhoek es casi tan desconocida como lo eran en su
tiempo los fantásticamente diminutos animales y plantas que él descubrió. Esta es la
vida del primer cazador de microbios. Es la historia de la audacia y la tenacidad que le
caracterizaron a él, y que son atributos de aquellos que movidos por una infatigable
curiosidad exploran y penetran un mundo nuevo y maravilloso.
stos cazadores, en su lucha por registrar este microcosmos no vacilan en jugarse
la vida. ESus aventuras Eestán llenas Ede intentos fallidos, de Eerrores y Efalsas
esperanzas. Algunos de ellos, los más osados, perecieron víctimas de los mortíferos
microorganismos que afanosamente estudiaban. Para muchos la gloria lograda por
sus esfuerzos fue vana o ínfima.
H
oy en día los hombres de ciencia constituyen un elemento prestigioso de la
sociedad, cuentan con laboratorios en todas las grandes ciudades y sus proezas llenan
las páginas de los diarios, a veces aún antes de convertirse en verdaderos logros. Un
estudiante medianamente capacitado tiene las puertas abiertas para especializarse en
cualquiera de las ramas de la ciencia y para ocupar con el tiempo una cátedra bien
remunerada en una acogedora y bien equipada universidad. Pero remontémonos a la
época de Leeuwenhoek, hace doscientos cincuenta años, e imaginémonos al joven
Leeuwenhoek, ávido de conocimientos, recién egresado del colegio y ante el dilema de
elegir carrera.
n aquellos tiempos, si un muchacho convaleciente de paperas
preguntaba a su padre cuál era la causa de este mal, no cabe duda que el padre le
contestaba: «El enfermo está poseído por el espíritu maligno de las paperas». Esta
explicación Edistaba Ede Eser Econvincente, Epero Edebía Eaceptarse Esin Emayores
indagaciones, por temor a recibir una paliza o a ser arrojado de casa por el
atrevimiento de poner en tela de juicio la ciencia paterna. El padre era la autoridad.
Así era el mundo hace doscientos cincuenta años, cuando nació Leeuwenhoek. El
hombre apenas había empezado a sacudirse las supersticiones más obscuras,
avergonzándose de su ignorancia. Era aquel un mundo en el que la ciencia ensayaba
sus primeros pasos; la ciencia, que no es otra cosa sino el intento de encontrar la
verdad mediante la observación cuidadosa y el razonamiento claro. Aquel mundo
mandó a la hoguera a Servet por el abominable pecado de disecar un cuerpo humano,
y condenó a Galileo a cadena perpetua por haber osado demostrar que la Tierra
giraba alrededor del Sol.
Antonio van Leeuwenhoek nació en 1632, entre los azules molinos de viento, las
pequeñas calles y los amplios canales de Delft, Holanda. Descendía de una honorable
familia de fabricantes de cestos y de cerveza, ocupaciones muy respetadas aún en la
H
olanda de hoy. El padre de Antonio murió joven; la madre envió al niño a la escuela
para que estudiara
...