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Cazadores de Microbios


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2020  •  Ensayo  •  2.547 Palabras (11 Páginas)  •  198 Visitas

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 Índice

Introducción . . . . . . . . . . . 3 Desarrollo . . . . . . . . . . . . 4 Conclusión . . . . . . . . . . . 9 Bibliografía . . . . . . . . . . . 10

 Introducción

Que tan fácil es para nosotros hoy en día asistir con algún medico por algún  medicamento cuando sentimos alguna dolencia o padecemos de alguna  enfermedad y después de unos cuantos días de tratamiento controlado logramos  salir de aquel padecimiento que en algunas ocasiones es tan común para nosotros  que ni siquiera nos genera incertidumbre o preocupación, si bien es cierto que  existen enfermedades crónicas y algunas otras son aún desconocidas para la  ciencia en general, pero, el punto que quiero dar a expresar es que sabemos el  modo en que se propagan, el modo en que se reproducen, como nos afectan y  quienes son los causantes de ellas. Detengámonos a pensar ¿fue esto siempre  fue tan evidente para nosotros? Hoy en día podemos decir que el tema de las  enfermedades es algo de conocimiento popular que en realidad muy pocas  personas desconocen. Esto se debe a las numerosas campañas de sanidad e  higiene que los gobiernos, organizaciones públicas y privadas, empresas y otras  instituciones llevan a cabo de manera televisiva, en conferencias, eventos, platicas  y de forma documental para informar a las comunidades o en su caso vender  artículos de higiene personal para prevenir enfermedades. No obstante  remontémonos al 24 de octubre de 1632 y centremos en la ciudad de Delf,  Holanda en donde acaba de nacer Antony Leeuwenhoek nuestro primer cazador  de microbios, en esos tiempos se creía por Diversas fuentes escritas de la  antigüedad griega y romana que existían gérmenes invisibles que transmiten  enfermedades contagiosas hacían varias alusiones a “semillas de enfermedad”.  En el Renacimiento europeo, decía que las enfermedades contagiosas se deben a  “gérmenes vivos” que pasan de diversas maneras de un individuo a otro. Estos  inicios de explicación que renunciaban a invocar causas sobrenaturales fueron  probablemente catalizados por la introducción en Europa de la sífilis, una  enfermedad en la que estaba clara la necesidad de contacto para su contagio.  Pero la “cosa” que se transmite en la enfermedad siguió siendo objeto de  conjeturas durante mucho tiempo ya que sin prueba alguna de ello, no había  forma de creer en tales afirmaciones.  [pic 13]

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 Desarrollo  

Cazadores de microbios

El descubrimiento de los microorganismos fue obra de un comerciante holandés de  tejidos, Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723), quien en su pasión por pulir y  montar lentes casi esféricas sobre placas de oro, plata o cobre, casi llegó a  descuidar sus negocios. Su obsesión por perfeccionar sus lentes lo llevo a fabricar  unos cuatrocientos microscopios simples, con los que llegó a obtener aumentos de  casi 300 diámetros. En su primera prueba descubrió que en una gota de agua de  estanque de lluvia pululaba una asombrosa variedad de pequeñas criaturas a las  que denominó “animálculos” asimismo le asombraba el tamaño de estos seres, el  menciono en una carta “Este animalillo es mil veces más pequeño que el ojo de un  piojo grande”. Posteriormente descubrió las bacterias, por lo que se considera el  “padre de la Microbiología”. Durante varias décadas Leeuwenhoek fue comunicando  sus descubrimientos a la Royal Society de Londres a través de una serie de cartas,  en las que se destacaba su gran asombro por este mundo tan magnifico para él.  Además sus magníficos dotes de observador le llevaron asimismo a describir  protozoos, la estructura estriada del músculo, la circulación capilar, a descubrir los  espermatozoides y los glóbulos rojos. Leeuwenhoek se percató de la abundancia y  ubicuidad de sus animálculos, observándolos en vinagre, placa dental, etc. No  obstante su cariño por sus microscopios lo llevo a denegar cualquier solicitud de  explicar sus métodos empleados para fabricar sus herramientas o sus métodos de  investigación ni siquiera permitía que alguien los tocara. Murió sin decir como fabrico  sus microscopios.  

A pesar de esto, con el tiempo se siguieron desarrollando y mejorando los  microscopios con el fin de incrementar nuestros conocimientos sobre el mundo  microscópico. Por otra parte en el siglo XVII se decía que “poner en duda que los  escarabajos y las avispas son engendrados por el estiércol de vaca, es poner en  duda la razón, el juicio y la experiencia”, sin duda la teoría de la generación  espontánea de los organismos como los gusanos y las moscas nos parece tan  

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ingenua, en aquellos tiempos era tan creíble como el creer que la tierra rota sobre  su propio eje. No fue hasta que LAZZARO SPALLANZANI propuso un experimento  que demostraría la veracidad de dicha teoría, consistía en poner 2 frascos de vidrio  con un trozo de carne en su interior, uno se taparía con una gasa y el otro se dejaría  a la intemperie. Los resultados demostraron que los agentes externos eran los  encargados de producir vida en sistemas nutritivos.

Estos grandes descubrimientos cambiarían radicalmente la manera de pensar de  los futuros científicos ayudándolos a acercarse a la verdad de la que en su momento  hablaba Sócrates, la que va más allá de nuestros prejuicios personales y los  globalizados. Ahora bien treinta dos años después de la muerte de Spallanzani los  animales microscópicos se hallaban sumidos en el desprecio y el olvido; además la  teoría de la generación espontánea aun prevalecía en las mentes de algunos  científicos ganando fuerza cada día.  

En esta época se intensifican las investigaciones de los causantes de la rabia que  mata a los perros y seres humanos. Esta investigación estaría encabeza por uno de  los más grandes cazadores de microbios de la historia, Louis Pasteur.  

Primero demostró de manera científica la refutación de la teoría de la generación  con un experimento; calentó infusiones en matraces de vidrio a los que estiraba  lateralmente el cuello, haciéndolo largo, estrecho y sinuoso, y dejándolo sin cerrar,  de modo que el contenido estuviera en contacto con el aire; tras esta operación  demostró que el líquido no desarrollaba microorganismos, con lo que eliminó la  posibilidad de que un “aire alterado” fuera la causa de la no aparición de gérmenes.  Antes bien, comprobó que los gérmenes del aire quedaban retenidos a su paso por  el largo cuello sinuoso, en las paredes del tubo, y no alcanzaban el interior del  recipiente donde se encontraba la infusión, quedando ésta estéril indefinidamente.  Sólo si se rompía el cuello lateral o si se inclinaba el frasco de modo que pasara  parte de líquido a la porción de cuello, los gérmenes podían contaminar la infusión  y originar un rápido crecimiento.  

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